El 14 de junio del 1943 en La Habana, Cuba, Juan Bosch le escribe una carta a tres amigos que le habían visitado para que la recibieran personalmente antes de partir hacia República Dominicana. Ellos eran Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy. Es un texto clave en la compresión de la antropología subyacente en la narrativa y el pensamiento político de nuestro autor. La idea central de la misiva surge de inmediato. “…de mi reunión con Uds. he sacado una conclusión dolorosa, y es ésta: la tragedia de mi país ha calado mucho más allá de donde era posible concebir. La dictadura ha llegado a conformar una base ideológica que ya parece natural en el aire dominicano y que costará enormemente vencer, si es que puede vencerse alguna vez” (Vol IX, p. 212). Bosch, que llevaba 6 años fuera del país descubre en ese dialogo fraterno que la dictadura trujillista ha constituido un substrato ideológico que se ha integrado de manera medular con la idiosincrasia del pueblo y sus intelectuales. En el mismo volumen Juan Daniel Balcácer   señala su interpretación del encuentro: “Parece que durante ese encuentro, que debió ser emocionante para todos, abordaron temas literarios, filosóficos, políticos y naturalmente no podía faltar el caso Trujillo y su dictadura. Acaso el tema de mayor análisis entre los contertulios fue la matanza en 1937 de miles de ciudadanos haitianos y la penosa situación que por entonces padecía la nación haitiana” (Vol IX, p. xxxiii). Es bueno señalar que siguiendo el texto de Bosch dicha carta se hizo el mismo dia del encuentro, quizás fue en la mañana la reunión y la carta la escribió en la tarde y su propósito era que la recibieran antes de partir, que Bosch suponía seria al siguiente dia, es decir el 15 de junio.

Como punto de partida, tal como vimos en el párrafo anterior, Bosch señala como grave problema la estructura ideológica que la dictadura había creado y que era asumida por sus amigos como algo natural. Además es evidente que Bosch considera que esa formulación ideológica se había articulado desde el 1937, no solo porque ese fue el ultimo año de su estadía en el país y por lo visto no había percibido ese rasgo en la mentalidad de los dominicanos, sino que al finalizar ese año ocurrió la matanza de pobladores negros de la frontera, que hizo que el régimen desarrollara esa manera de pensar sobre Haití y los haitianos.

La carta a sus amigos ahonda en la cuestión: “No me refiero a hechos concretos relacionados con determinada persona; no hablo de que los dominicanos se sientan más o menos identificados con Trujillo, que defiendan o ataquen su régimen, que mantengan tal o cual idea sobre el suceso limitado de la situación política actual en Santo Domingo; no, mis amigos queridos: hablo de una transformación de la mentalidad nacional que es en realidad incompatible con aquellos principios de convivencia humana en los cuales los hombres y los pueblos han creído con firme fe durante las épocas mejores del mundo, por los que los guías del género humano han padecido y muerto, han sufrido y se han sacrificado” (Vol IX, p. 212). El escalpelo racional de Bosch ahonda en el asunto y señala que esa mentalidad nueva no corresponde con la cuestión de la dictadura en cuanto negación de la democracia y la libertad de pensamiento, que ya el conocía entre el 1931 y el 1937, y por la cual padeció cárcel y tuvo que sufrir la cooptación del tirano mediante puestos de trabajo, compra de sus obras y hasta la declaración de discursos a favor de la dictadura, para preservar su vida y las de sus familiares. Por eso resulta rastrero que actores anónimos reaccionarios citen los discursos de Bosch en la campaña electoral del 1938 para enlodar el nombre de Bosch o que líderes del PLD hagan profesión de antihaitianismo.

Ese giro ideológico proviene de la misma matanza del 1937 y fue articulado para justificar semejante genocidio, y tal como señala Bosch, “…costará enormemente vencer, si es que puede vencerse alguna vez”, como lo demuestra que en la segunda década del siglo XXI todavía el antihaitianismo prospera en la sociedad dominicana, como justificación del racismo, impulso a propuestas políticas autoritarias y en su raíz mas honda, como prevalencia del trujillismo. Bosch, que no adivinaba el futuro, entendió en ese diálogo con sus amigos que la dictadura había sembrado un cáncer terrible en la mentalidad del pueblo dominicano, que negaba radicalmente los mejores valores de la humanidad, el mensaje de los líderes religiosos mas destacados de la humanidad (la evocación a Jesucristo es evidente) y el respeto de la dignidad humana. Por eso señala el mal con su nombre: “Me refiero a la actitud mental y moral de Uds. —y por tanto de la mejor parte de mi pueblo— frente a un caso que a todos nos toca: el haitiano” (Vol IX, p. 212). Con el antihaitianismo el trujillato y sus intelectuales (entre ellos sus tres amigos) no solo envenenaban la mentalidad del pueblo dominicano, sino que corrompían la moral necesaria que todo pueblo debe poseer para no convertirse en paria de la humanidad. Tal como dije al inicio, este texto es sumamente luminoso porque permite a Bosch sacar su visión antropológica esencial. Y por eso su primera apelación es a su obra narrativa.

Bosch tenía muy claro que al escribir cuentos estaba comunicando una manera de ver el mundo, unos valores medulares, una apuesta por construir una sociedad donde el reconocimiento de la dignidad humana, de todos los seres humanos, fuera el sustento moral. “Antes de seguir desearía recordar a Uds. que hay una obra mía, diseminada por todo nuestro ámbito, que ha sido escrita, forjada al solo estímulo de mi amor por el Pueblo dominicano. Me refiero a mis cuentos. Ni el deseo de ganar dinero ni el de obtener con ellos un renombre que me permitiera ganar algún día una posición política o económica ni propósito bastardo alguno dio origen a esos cuentos. Uds. son escritores y saben que cuando uno empieza a escribir, cuando lo hace como nosotros, sincera, lealmente, no lleva otro fin que el de expresar una inquietud interior angustiosa y agobiadora. Así, ahí está mi obra para defenderme si alguien dice actualmente o en el porvenir que soy un mal dominicano. Hablo, pues, con derecho a reclamar que se me oiga como al menos malo de los hijos de mi tierra” (Vol IX, p. 212). Don Juan sabía que si dicha carta llegaba al tirano, represalias tendría, sobre todo denuestos e infamias, como acostumbraba Trujillo y que lamentablemente su perversa herencia en ese aspecto sigue presente en los chismes, rumores e infamias que se generan para atacar a quienes piensan diferente en nuestra sociedad. Los amigos de Bosch no tenían mas remedio que entregar la carta, como efectivamente lo hicieron, porque la posibilidad de que la dictadura se enterara de dicha misiva sin que los destinatarios se enteraran, era condena de muerte para ellos y sus familias.

Bosch tenía su conciencia tranquila y sus cuentos eran su mejor defensa, ya que estaban hechos para develar lo más inhumano de nuestra sociedad (basta citar En un bohío  o Los amos) y actuando como crítica, que sensibilizaba la estética y moral de sus lectores, impulsaba la construcción de una mejor sociedad, mas humana, mas digna. En cambio Trujillo y sus alabarderos inyectaban veneno a nuestra sociedad, estimulaban el autoritarismo, la delación, la pleitesía al poder y ahora, descubría Bosch, un nefasta expresión racista con el antihaitianismo. La moralidad del pueblo dominicano iba siendo aniquilada con cada año que seguía el sátrapa en el poder.

Bosch pasa a develar la naturaleza del mal en función de lo hablado ese mismo dia. Lo hace muy afectado, muy dolido, por su patria y por sus amigos, que sean capaces de llegar tan bajo en su capacidad de desconocer la dignidad humana.  “Los he oído a Uds. expresarse, especialmente a Emilio y a Marrero, casi con odio hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno, cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino, así, sólo porque son hijos de otro. Creo que Uds. no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable; que Uds. consideran a los haitianos punto menos que animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds. el derecho a vivir…” (Vol IX, p. 213). Pocos textos de Bosch son tan hondos y hermosos como ese párrafo de esa carta. Él se apoya en lo mas sagrado y hermoso de lo que nos hace humanos, en la tradición mas cristiana, en que todos los seres humanos somos iguales y merecemos ser tratados con respeto y cuidado, comenzando por nuestro derecho a la vida y una vida digna, como él mismo lo formula:  “…el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable”.