Una de las primeras obras políticas publicadas por Juan Bosch fue Trujillo causas de una tiranía sin ejemplo, en el 1959, producto de una conferencia que dictó en la Universidad Central de Venezuela. Es un curioso texto donde Bosch procura explicar la dictadura de Trujillo, todavía vigente, a partir de dos claves fundamentales: desde la historia dominicana y como una empresa económica, además de su naturaleza política y militar. En el Prologo a la Segunda Edición, escrita en Caracas el 9 de febrero de 1961, es decir, 4 meses antes del tiranicidio, señala Bosch que: “El atraso histórico de Santo Domingo, determinado por causas ajenas a la voluntad del Pueblo y sobre todo por intervenciones militares extranjeras —la española hasta 1821 y después en 1861; la haitiana entre 1822 y 1844; la norteamericana de 1916 a 1924—, impidió que los dominicanos pudieran evitar la formación de la empresa monopolística y expoliadora creada por Rafael Leonidas Trujillo” (vol IX, p. 8). Trujillo, en el análisis de Bosch, es resultado del atraso histórico dominicano, en gran medida fruto de la sucesivas intervenciones extranjeras que impidió que nuestra sociedad desarrollara un sistema capitalista propio que impulsara las capacidades productivas de nuestra gente y nuestros recursos. En especial la invasión y ocupación norteamericana del 1916 al 1924 sentó las bases para que surgiera la dictadura trujillista que en su accionar, mediante la violencia, la explotación y robo de nuestras riquezas, generó lo que él llama la empresa monopolista y expoliadora de Trujillo.

Es consecuente con ese hecho que la actual corriente neo-trujillista-nazionalista desarrolle una campaña racista anti-haitiana que oculta la verdadera naturaleza criminal de dicho régimen y el papel protagónico del imperialismo norteamericano en nuestro atraso económico y político. Le sirve esa insensata campaña a los intereses continuistas del PLD y mantiene en el atraso la conciencia política de muchos hombres y mujeres que son alienados por ese discurso racista y son ciegos a la acción de sus verdaderos explotadores y las causas de su miseria. Fue ese el discurso del trujillismo, que enfrentó tenazmente Bosch, pero quienes hoy se llaman “sus discípulos” traicionan la lucidez política de su fundador, aliándose a sus enemigos, para seguir, como pequeños burgueses expoliando la riqueza del pueblo y perpetuándose en el poder del Estado. En la oposición no hay nada mejor.

En la misma obra que cité anteriormente Bosch señala los dos momentos, previos al finalizar el siglo XIX, en que la sociedad dominicana tuvo la oportunidad de avanzar a constituirse en una economía desarrollada al ritmo de los Estados Unidos. “La primera fue hacia 1785, cuando el país expandía sus posibilidades económicas, culturales y políticas al estímulo de las medidas de gobierno impuestas por la monarquía borbónica, y especialmente por el régimen del “despotismo ilustrado” que encabezó Carlos III. La segunda se presentó cien años después, cuando los azules aprovecharon buenos precios mundiales para los productos criollos y usaron la presencia de capitalistas y expertos cubanos y de un educador de la categoría de Hostos para poner en práctica medidas liberales mercantilistas y culturales que en poco tiempo hicieron avanzar a trancos la economía, la cultura y la política” (vol IX, p. 97). En el primer caso fracasó ese esfuerzo por el atraso del colonialismo español frente a la revolución francesa que expandió la revolución haitiana a toda la isla, sin que de este lado hubiesen las condiciones materiales y políticos para un proyecto nacional, en el segundo fue la ambición personal del dictador Lilís que ahogó el desarrollo de la formación de una burguesía dominicana y su consecuente articulación política en una democracia.

Del caos caudillista producido por el asesinato de Mon Cáceres y la perversa herencia institucionalizada de una deuda onerosa con capitales norteamericanos, sumado al inicio de la Primera Guerra Mundial, se crearon las condiciones para que nuestro país perdiera la soberanía con la invasión de tropas norteamericanas que establecieron una dictadura militar foránea. “En mayo de 1916 los males del caudillaje daban su amargo fruto: una escuadra norteamericana anclaba frente a Santo Domingo de Guzmán; un capitán de navío declaraba el país militarmente ocupado por la infantería de marina de Estados Unidos y designaba tenientes de esa arma para los cargos ministeriales. El Gobierno, presidido por Jimenes, quedaba desconocido; el presidente se iría al destierro, y el ministro de la guerra, que se hallaba en armas contra su gobierno, se sometería a los dictados del ocupante extranjero. Era una agresión imperialista, un abuso imperdonable de fuerza ejercido en un país débil; pero el Pueblo dominicano, con el alma envenenada por la pócima caudillista, no tenía ya capacidad para reaccionar” (vol IX, pp. 103-104). La debilidad del Estado, el atraso económico, la insensata ideología política del caudillismo y una intelectualidad débil y romántica, sin análisis realistas de las causas que mantenían nuestro país en la miseria, era el escenario idóneo para que las tropas norteamericanas entraran a controlar el país sin resistencia notable. “Algunos pocos lucharían, unos con las armas en la mano, otros con la letra impresa, otros con la palabra, otros denunciando en América la agresión. Pero ni aquellos ni estos tuvieron poder para evitar el crimen. La República había muerto, y su cadáver iba a dar vida a una nueva era, que Rafael Leonidas Trujillo, colocándose a la altura de Cristo, bautizaría con su nombre” (vol IX, p. 104).

En perspectiva, es el asesinato de Mon Cáceres, lo que conduce al caos y esto a su vez a la dictadura militar de los Estados Unidos y de las bases militares y económicas que creó esa dictadura empollaría de manera natural la dictadura de Trujillo. No era inevitable, en Historia ese no es argumento, pero de hecho fue lo que ocurrió y cada paso se explica con el precedente. La causas esenciales es el atraso de la sociedad dominicana que podría rastrearse hasta el inicio del siglo XVII con las Devastaciones de Osorio.

La invasión y ocupación norteamericana fue una catástrofe para los que se llamaba “de primera”, es decir los pequeños burgueses que por apellido, oficio y ciertos recursos económicos se consideraban los dueños del país y predestinados a dirigirlo. Por debajo de ellos estaban los “de segunda”, pequeños burgueses bajos, sin oportunidades para progresar económicamente y marginados socialmente. Y el pueblo, esa masa campesina miserable e informe que los “de primera” argumentaba representar y que los menospreciaban por su color, su falta de instrucción y su vida semi-salvaje. Será de estos últimos que Bosch escribirá sus primeros cuentos, ya que tocaron su fibra ética y estética. Pero será del pueblo que surgirá la resistencia militar más tenaz contra la invasión imperialista: ejemplos son los Gavilleros y Olivorio Mateo. Los “de primera” se la pasaron llorando su desgracia y al final una parte de ellos pactaron la desocupación buscando volver a dirigir lo que consideraba su hato particular. En cambio muchos “de segunda” sacaron provecho de la situación, entre ellos Trujillo.

“Tras haber ocupado el país, los invasores procedieron a desarmar al Pueblo y a licenciar las tropas; inmediatamente después organizaron una fuerza mercenaria, formada por dominicanos pero con oficialidad norteamericana; con uniforme, métodos, disciplina, voces de mando y armas de la infantería de marina. Llamaron a esa fuerza “policía nacional” y el Pueblo la bautizó “guardia nacional”. La Guardia tenía funciones de ejército y de policía rural. Una vez creada la Guardia, los ocupantes extranjeros trataron de crear oficialidad dominicana. Pero los jóvenes dominicanos que se inclinaban a la carrera militar no se atrevían a pedir ingreso en la escuela de oficiales; sólo algunos “de segunda” lo hicieron. Entre ellos estaba Rafael Leonidas Trujillo. Esto sucedía en 1919” (vol IX, p. 106). Esa Guardia Nacional, como la llamaba el pueblo es, lamentablemente, el origen de nuestros actuales cuerpos castrenses y la policía nacional, y se convirtió en la herramienta para que Trujillo se enriqueciera, subiera al poder y se sostuviera por tres décadas. Fueron responsables del Golpe de Estado contra Bosch, de la imposición de la dictadura corrupta del Triunvirato y cuando se vieron perdidos frente al valor de militares patriotas unidos al pueblo, llamaron a los Estados Unidos, su padre putativo, para que volviera a invadir nuestro país en 1965, para luego sostener en el poder a Balaguer durante 12 años, matando a centenares de jóvenes que luchaban por una sociedad más justa y democrática, y cobardemente asesinaron al Coronel de Abril, la reserva patriótica más valiosa de nuestro pueblo en la segunda mitad del siglo XX.

Desde sus 7 años hasta sus 15 años de edad, Juan Bosch se crió bajo la opresión de una dictadura militar dirigida por las tropas y los intereses imperialistas de los Estados Unidos. Indudablemente eso dejó profunda huella en el corazón y la mente de ese jovencito. Mientras sus ojos y su mente se fijaban en los padecimientos del pueblo campesino y pobre.