En entregas anteriores de esta serie hemos comentado el contexto de la sociedad cubana desde la revolución de 1933 que derrocó la dictadura de Machado, el complejo proceso de transición el resto de dicha década con presidentes títeres bajo el control oculto de Batista, hasta la reforma constitucional del 1940 que le permitió al hombre fuerte de Cuba llegar democráticamente al gobierno mediante las elecciones, los avatares del PRD bajo su gobierno de 4 años, y el triunfo de Grau San Martín en 1944. La expedición de Cayo Confites es obligado considerarla como una acción gubernamental de Grau, no sin tensiones, dudas y hasta la oposición de sectores del PRC-Auténtico y algunos líderes militares. Se impone considerarlo en el contexto entre dos revoluciones, la de 1933 y la de 1959. Si el gran líder político de 1933 la apadrinó como presidente, el gran líder de la revolución de 1959 estuvo alistado como tropa al servicio de la liberación del pueblo dominicano.

Vanni Pettina señala que: “Entre 1933 y 1959, a grandes rasgos, la sociedad cubana mantuvo y consolidó las estructuras adquiridas durante los primeros años treinta del siglo XX. De hecho, quién busque en el periodo que precedió a la Revolución de 1959 perfiles de conflictividad social similares a los que se habían dado a lo largo de los años veinte y que representaron el presupuesto material de los trastornos del 33, quedará insatisfecho. La inevitabilidad de la Revolución de 1959, anclada e los nieles de enfrentamiento social enunciados en más de una ocasión por distintos autores, es un dato que, a prueba de hechos, resulta más que frágil” (Historia de Cuba, Consuelo Naranjo Orovio, p. 221) Este argumento de Pettina lo refuerza con una cita de Aníbal Escalante, un párrafo previo a esta cita, donde este autor, líder histórico del Partido Socialista Popular (lo que sería el partido de los comunistas cubanos) señaló en 1960 que: “En realidad Cuba es uno de los países (de América Latina) donde los patrones de vida de las masas eran particularmente altos…Si la teoría (….) de que la revolución se desarrolla en presencia de condiciones de vida críticas fuera correcta, antes que en Cuba hubiesen tenido lugar revoluciones en Haití, Colombia o inclusive Chile, donde las condiciones de las masas eran mucho peores que en Cuba en 1952 o en 1958”. Este análisis amerita muchas páginas para explicarlo y no deja de ser un guiño curioso de Mario Vargas Llosa su reciente afirmación de que la radicalización de Fidel Castro se debió en gran medida al golpe de Estado de la CIA y la United Fruit Company contra el gobierno democrático de Jacobo Árbenz en 1954.

Le faltó al gran literato peruano mencionar el respaldo de los Estados Unidos al golpe de Estado de Batista de 1952 que llevó a Castro de ser candidato del Partido Ortodoxo a las elecciones frustradas de ese año a encabezar un contra golpe -todavía en el contexto de los ortodoxos cubanos- el 26 de Julio de 1953, conocido como el Asalto al Cuartel Moncada, y por último a ser el líder de la expedición guerrillera del Yate Granma que arribo a las costas cubanas el 2 de diciembre de 1956 y que en dos años -¡hecho asombroso!- derrocó la dictadura batistiana. Fidel estaba muy consciente desde el 1952, y con más razón luego del 1954, que toda revolución en Cuba debía hacerse al margen o contra los Estados Unidos. Igual toma de conciencia la vivió Bosch en 1965 al descubrir que los Estados Unidos estaban dispuestos a todo para impedir el retorno a la constitucionalidad democrática en República Dominicana que instauró su gobierno de 1963.   

A partir de la Constitución de 1940 Cuba estabilizó un modelo político democrático que respetó de manera absoluta el ascenso al poder mediante elecciones de Fulgencio Batista en 1940, de Grau San Martín en 1944 y de Prío Socarrás en 1948. Bosch vivió desde dentro todo ese proceso y lo forjó como un demócrata a carta cabal, y dicha convicción la portaba al llegar a su país en 1961 y fue consecuente a la misma en sus discursos y su práctica como candidato y jefe de Estado.

Evaluando años después la articulación del proyecto de Cayo Confites y si el gobierno de Grau fue tolerante con los preparativos Bosch señala: “Sí, hubo tolerancia hasta un momento dado; es decir, hasta que estalló aquí una lucha entre grupos o pandillas, grupos rivales que había. Aquellos grupos que se formaban aquí, grupos de acción que se caían a tiros por cualquier cosa y se mataban los unos a los otros; aquella fue una lucha entre el grupo que dirigía Emilio Tro, de la UIR, Unión Insurreccional Revolucionaria, y el ejército. Cuando sucedió eso, mandaron a buscar a don Juan Rodríguez, que era el jefe militar de la expedición (…) lo mandó a llamar el general y jefe del ejército, Genovevo Pérez Dámera; no sabemos, nunca supimos, qué fue lo que se habló con Genovevo Pérez, pero el caso es que cuando Juan Rodríguez volvió a Cayo Confites se dio la orden de salir inmediatamente del Cayo” (Vol. XXXIX, pp. 191-192). A pesar del modelo democrático que existía en Cuba la lucha callejera entre grupos políticos que usaban el terrorismo y el asesinato político como mecanismo de poder, además de la corrupción rampante, condicionaba las acciones gubernamentales y contribuyó de manera esencial al fracaso de la expedición libertaria dominicana. Por supuesto Trujillo estaba detrás de Dámera y de otros políticos del gobierno de Grau. Recordemos que durante el gobierno democrático de Batista (1940-1944) al PRD se le prohibió usar su nombre y tuvieron que adoptar la denominación de Unión Democrática Antinazista Dominicana (UDAD).

El gobierno de Grau y posteriormente el de Prío tuvieron que enfrentar muchos problemas a la vez que lograban grandes conquistas sociales. “Si la ampliación de los derechos sociales representó una cara de la actividad de los gobiernos de Grau y de Prío, es cierto que el nepotismo y la corrupción representaron la otra. La administración de Grau se vio continuamente salpicada por escándalos relacionados con la corrupción y él fue acusado formalmente de haber sustraído del tesoro público 174 millones de dólares. Algunos políticos auténticos (la denominación viene de que eran parte del PRC-Auténtico) se enriquecieron gracias al mercado negro (…) la empleomanía tan criticada (…) en los años 30 volvió a tener protagonismo, sobre todo durante la administración de Grau, como instrumento de cooptación política y articulación de redes clientelares” (Historia de Cuba, Consuelo Naranjo Orovio, p. 367). No es de extrañar que Bosch al regresar a su patria fuera tan sensible a la corrupción y el nepotismo, y durante su gobierno ejerció de manera enérgica el poder del Estado para evitar eso males. Fue de las críticas que lanzó contra el PRD al salir de dicho partido y en varias ocasiones sancionó a miembros del PLD por iguales motivos, lo cual me lleva a la conclusión que su juicio contra las administraciones del PLD desde el 2004 hasta el presente sería muy enérgica en contra de dichas prácticas. El PLD actual nada tiene que ver con Juan Bosch y cada vez que desde dicho litoral partidario usan el nombre de su fundador están cometiendo un sacrilegio.