Nota: Con el presente artículo arribo al número 80 de la serie sobre Bosch, desde su nacimiento hasta el año 1944. A partir de este momento intercalaré a menudo, no siempre, artículos de investigaciones que voy desarrollando en el campo de la filosofía política, pero seguiré avanzando esta biografía-bibliográfica de Bosch que espero llegue hasta el 1990. Además, es importante destacar que el próximo domingo se cumple el aniversario 110 del nacimiento de nuestro autor.

Si en el pasado artículo destaqué el honor y alegría que tuve al conocer a la Lic. Laura Chinchilla, ex-presidenta de Costa Rica, hoy quiero recuperar un texto de Bosch de 1949 sobre el personaje que fue líder de la revolución costarricense del 1948 y fundador del partido político al que pertenece la Sra., Chinchilla. Me refiero a José (Pepe) Figueres. El texto de Bosch lleva como título: José Figueres, una semblanza al vuelo. Fue publicado el 13 de noviembre de 1949 en la conocida revista cubana Bohemia. Por tanto, me adelanto cinco años a la estricta cronología de los textos de Bosch que observo en estos artículos, pero retornaré nuevamente al 1944 en el siguiente de esta serie.

Cuando Bosch publica su texto habían ocurrido dos hechos trascendentales en la historia de Costa Rica. Fruto de las elecciones del 8 de febrero de 1948, donde la oposición se mostraba como ganadora, ocurrió un “misterioso incendio” donde se destruyó parte del material electoral y el Congreso, de mayoría oficialista, anuló las elecciones. La respuesta fue el levantamiento en armas de gran parte de la población bajo el liderazgo de José Figueres. La naturaleza corrupta del gobierno de turno, con pretensiones continuistas, hizo que pidiera ayuda al gobierno del sátrapa Somoza, pero a su vez tropas ubicadas en Guatemala, bajo liderazgo dominicano, con armamento adquirido para la expedición de Cayo Confites, desembarca en una operación aerotransportada y toma Puerto Limón. Ese hecho asombroso que liga nuestro pueblo con el pueblo costarricense es uno de los hitos de lo que se llamaría Legión del Caribe. La revolución triunfa en 44 días y asume el poder Figueres y en 18 meses establece las grandes reformas políticas, sociales y económicas de ese movimiento y celebra unas elecciones legislativas libres que las gana Otilio Ulate Blanco, bajo el mandato constitucional de que era el parlamento quien designaba al presidente. Es con estos dos hechos consumados que Bosch escribe lo siguiente: “El hombre que acaba de abandonar el poder en Costa Rica es una de las figuras más sugestivas y de los talentos más sutiles que ha dado el Caribe” (v. XXXIV, p. 97). Bosch ser refería por supuesto a José Figueres que había ganado el poder mediante la revolución del 1948, estableció las bases de un Estados moderno y democrático, y celebró unas elecciones libres, entregándole el poder a quien había ganado.

Contrario a lo que muchos piensan, la amistad de Bosch y Figueres es muy anterior al 1961, cuando Don Juan aceptó ir a vivir a Costa Rica y ser docente del Instituto de Educación Política que funcionaba en una finca de Figueres. En un texto publicado por Diario Libre el 11 de mayo del 2013 (sin autor que lo firme), con el título Bosch, Profesor en Costa Rica, se indica que: “En un contexto de agudización de la Guerra Fría en el Caribe, en octubre de 1960 empezó a operar en Costa Rica el Instituto de Educación Política, una valiosa iniciativa de alcance regional del ex presidente José Figueres avalada por partidos de la izquierda democrática latinoamericana, que contó con apoyo de entidades de EEUU gestionado por el dirigente socialista Norman Thomas y el rumano americano Sacha Volman -ambos ejecutivos del Institute of International Labor Research con sede en New York. Antes, en noviembre de 1959, en la finca La Lucha de Figueres, se reunieron representantes de dieciocho partidos -incluyendo a Luis Beltrán Prieto de Acción Democrática, Ramiro Prialé del APRA, Sánchez Arango de los Auténticos-, acordando su respaldo al Instituto. Justo cuando los eventos que conmocionaban el hemisferio a raíz del triunfo de la revolución cubana encabezada por Fidel Castro -una hazaña milagrosa le llamaría Juan Bosch- disparaban el termostato impactando las relaciones interamericanas”. Es impartiendo clases en ese Instituto que Bosch recibiría la noticia del ajusticiamiento de Trujillo y desde ese mismo lugar iniciaría las acciones para movilizar los cuadros del PRD en el exilio hacia República Dominicana y comenzar la tarea para la que ese partido había sido fundado.

Pero Bosch era amigo de Figueres desde antes, lo muestra el siguiente texto. “Revolviendo libros un día, en la casa donde vivió mientras fue Presidente de su país, hallé La Iliada marcada con la letra de adolescente que tenía cuando la compró. La había adquirido en Baltimore, donde trabajó en lo que pudo y como pudo mientras estudiaba electromecánica. Hablando de La Iliada y de Baltimore me contaba él poco después, cuán difícil le fue encontrar trabajo en la añeja ciudad norteamericana. Estaban en su apogeo los días de la crisis que siguió a la primera guerra, y nadie quería empleados. Metódicamente, José Figueres fue recorriendo cada calle, puerta por puerta, hasta hallar qué hacer” (v. XXXIV, p. 97). Esa experiencia la había vivido Bosch en Barcelona, Caracas, Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico y La Habana, por lo que entre ambos hombres había vínculos existenciales y de orientación política comunes. Tiene un problema el texto y es que si Bosch se refiere a la casa donde vivió Figueres mientras fue presidente, y él escribe este texto el 13 de noviembre, cuando apenas el 8, es decir, 5 días antes, Figueres había entregado el gobierno, es indudable que él estuvo en Costa Rica durante el gobierno de Figueres, o en el traspaso de mando o inmediatamente después del mismo, o en los tres casos.

De Figueres Bosch destaca su vinculación a su finca, la misma que luego serviría de escuela. “De vuelta en Costa Rica iba a meterse en “La Lucha” —“La Lucha hasta el fin”, que es como en verdad se llama la finca de henequén desde donde organizó la revolución de 1948— y no saldría de ella sino cuando lo expulsara el gobierno de Calderón Guardia, en 1944. “La Lucha hasta el fin” —“porque la vida es eso”, me explicaba cierta vez— progresó gracias al método. Nadie hubiera querido esas tierras metidas en el corazón de la montaña, de terrenos pedregosos, ríspidos y tan inclinados que el agua iba raspándolos día tras día. Figueres se metió en tal lugar. Trabajó durante veinte años, como un peón primero, como un capataz después, como un técnico más tarde. Se hizo agrónomo, creó, mejorando los conocidos, un sistema antierosión; introdujo en la zona el “compost” para fertilizar el suelo con medios naturales; logró, mediante cruces innumerables, un tipo de henequén más suave, más resistente y de mayor producción que los conocidos; y de aquel hoyo entre montañas hizo una plantación modelo, con sus maquinarias para transformar el producto, sus tiendas cooperativas para los peones, casas limpias y cómodas para el trabajador, escuela, club deportivo, asistencia médica, caminos en las pendientes de las enhiestas lomas” (v. XXXIV, p. 98). La agudeza de Bosch muestra como esa finca forjó, talló, moldeó a quien habría de crear una nueva Costa Rica, mediante el trabajo duro y la inteligencia, pero a la vez en dicha finca Figueres crearía en pequeña escala lo que anhelaba hacer para todo su pueblo: salud, educación, dignidad.

Pero no fue el gobierno de Costa Rica quien destruyó su finca -y eso explica su permanente rechazo a los comunistas. “Antes de que grupos armados comunistas quemaran “La Lucha” y dejaran sólo cenizas donde hubo un vivaz y rico centro de trabajo, podía verse la casa de Figueres junto a un pequeño y rumoroso río, que baja cantando las pendientes y en cuyas claras aguas todavía hoy nadan sin cesar algunos patos. Allí estaba todo cuanto Figueres amaba en la vida; allí estaba el resultado de su esfuerzo, lo que él había logrado con método y perseverancia. Se había propuesto ser un agricultor modelo, y lo había conseguido. Porque siempre fue hombre capaz de llegar adonde quiere” (v. XXXIV, p. 99). La imbecilidad de las izquierdas más radicales de América Latina que consideraban que la revolución sólo era posible si se destruía toda posibilidad de desarrollo salvo la vía de un Estado centralizado al estilo estalinista, llevó a que convirtieran en enemigos suyos emprendedores como Figueres o promotores del Evangelio social como el P. Luis Quinn en San José de Ocoa. Se les acusaba de ser “desarrollistas”.