A pesar de estar Bosch involucrado de lleno en colaborar en la articulación del PRD en Cuba, su integración personal al liderazgo del PRC(A), el cuidado de la impresión de las Obras Completas de Hostos, más las diversas formas de ganarse la vida que luego explicaremos, Bosch tuvo un año 1939 muy productivo a nivel de publicaciones. Publica en La Habana un libro que era fruto de su intenso trabajo en el 1938 en Puerto Rico con las Obras Completas de Hostos, su titulo: Hostos, el sembrador. De la misma fuente publica en Puerto Rico en Alma Latina, a final de enero, un artículo titulado Hostos y la Revolución Cubana. La guerra de los diez años, un puente entre el Puerto Rico que dejaba y la Cuba donde llegaba. Otros artículos salieron ese mismo año en la revista Carteles de Cuba: Poesía y poetas dominicanos en abril, Prosistas dominicanos en mayo, y Poesía y poetas puertorriqueños y Prosistas puertorriqueños, ambos en junio. Remite a Puerto Rico Ilustrado dos artículos: Impresión de La Habana y Semblanza de Juan Marinello, ambos en octubre. ¡Y publica tres cuentos! La Mula en febrero, y Anarquistas en octubre, en Puerto Rico Ilustrado, y Los amos en noviembre, en la revista Carteles.
Hostos, el sembrador, muy citado, pero poco leído, es propiamente una novela, con intención de rigor histórico y desde una perspectiva intimista de la perspectiva de Hostos sobre los acontecimientos que vivió. Pertenece, según mi personal juicio, al grupo de textos como David, biografía de un rey y Judas Iscariote el calumniado. Valiéndose de sus talentos como narrador, Bosch presenta de forma muy atractiva a tres personajes: Hostos, David y Judas, desarrollando argumentos interpretativos sobre la vida de ellos. Si no se hubiese dedicado a la política de manera tan intensa, posiblemente hubiésemos tenido novelas semejantes de Bosch sobre personajes muy relevantes de la historia mundial y caribeña. ¡Imaginemos textos semejantes con personajes como Juan Pablo Duarte, José Martí o Américo Lugo! Incluso su obra sobre Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, apunta a un esfuerzo interpretativo sobre la biografía del dictador en función de su psique y su genealogía, pero sin la fuerza narrativa, valiéndose del ensayo histórico y político.
La biografía de Hostos responde a un esfuerzo por dar a conocer las fibras más íntimas del patriota y educador puertoriqueño que, al momento de su publicación, Bosch reconoce que era el mejor conocedor de su obra y su vida debido a que había leído todos los textos de él para elaborar sus Obras Completas. Justo cuando Bosch publica esa obra se había convocado un concurso para obras sobre Hostos y él decide no participar, sino que a través de su texto los concursantes encontraran elementos de la intimidad de Hostos que les sirviera para sus obras.
En Hostos y la Revolución Cubana. La guerra de los diez años Bosch recoge la perspectiva de Hostos sobre la Guerra de los diez años en Cuba. (V. XXXIII, pp. 473-483). A los pocos días de incoarse la sublevación en Yara, Cuba, el 10 de octubre del 1868, Hostos en el Ateneo de Madrid, es decir, en el corazón mismo del poder imperial que mantenía a Cuba y Puerto Rico sometidos, y a tres años de la derrota española en República Dominicana, toma partido por la causa cubana frente a un público español que respaldaba la acción de su monarquía. Bosch lo cita directamente: “…cuando todos anhelábamos que la revolución fuera digna de sí misma, que se extendiera a Cuba y Puerto Rico…” entonces se nos dice enseñándonos a Cuba armada contra la odiosa contribución que a ella como a Puerto Rico la ha esquilmado, armada también contra la opresión que hemos vencido aquí; entonces se nos dice: “O deponéis las armas o no hay libertades”, a lo cual contestan: “O nos dais las libertades o no deponemos las armas” (V. XXXIII, p. 473). Valor inmenso de Hostos que afirma semejante anatema frente a oyentes contrarios a su postura. Bosch interpreta la reacción a esas palabras del maestro puertoriqueño. “La reacción, desde luego, fue intensa. Para aquellos gobiernos españoles —aunque se tratara del que se había dado la revolución de septiembre— el colono no tenía más oficio que recibir jubilosamente al entorchado coronel de turno, al reverendo señor obispo, a tal o cual representante de los dos tradicionales poderes peninsulares y, sobre todo, pagar sin regateos las cuantiosas contribuciones con que las dos islas debían demostrar su filial cariño” (V. XXXIII, p. 473). Esa reacción contra el imperialismo español, que comparten Hostos y Bosch, será igual contra el imperialismo norteamericano durante todo el siglo XX de parte de nuestro autor.
Hostos había demostrado en España su valor en la lucha por la libertad en dicha tierra y había compartido los riesgos de los españoles por una sociedad más justa. Tenía las credenciales necesarias para pedir ahora la libertad para su patria y Cuba. Pero le hicieron oídos sordos a sus reclamos. “Se le dejó clamar, y nada más. Cuando volvió al destierro, desengañado hasta la saciedad, sabía que era imposible esperar nada bueno de Madrid. Puesto que la libertad se conquista, no se pide, y los cubanos la estaban conquistando, él auxiliaría a los “insurrectos”. Así, los políticos españoles no imaginaron que con aquél hombre iba a ganar la revolución cubana a su más esforzado propagandista. Y no lo imaginaron por pura torpeza, porque bien que había él probado hasta qué altura podía planear en el cielo de sus ideales” (V. XXXIII, p. 475). En España, en Perú, y otros tantos lugares, Hostos mantuvo una lucha tenaz de defensa de los patriotas cubanos en su lucha contra el control colonial hispano. Sin reclamar nada, únicamente que la causa cubana en algún momento sirviera de motivación para iniciar la insurrección en Puerto Rico. “…llega a Santiago de Chile, en su campaña pro reconocimiento de la beligerancia de Cuba —discursos a diestra y siniestra, artículos, reuniones, clubs— no empieza a conocerse la obra copiosa que produce el puertorriqueño en defensa de la libertad cubana” (V. XXXIII, p. 476). La lucha por la libertad tenía una dimensión antillana, donde Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana debían formar una unidad política una vez lograda la emancipación de las dos colonias todavía bajo el control de España.
Bosch destaca las penurias que sufría Hostos y como eso no era obstáculo para seguir luchando con su palabra por los mambises que se batían en la isla mayor de las Antillas. “De aquellos días es “El problema de Cuba”, publicado en varias entregas en Nueva York. Estudio certero, amoroso, preciso, sería de recomendar que todo hombre de América abrevara en él, para que se vea cómo puede amarse y conocerse una fracción del Continente que no hayamos visto nunca. Porque conviene aclarar que jamás estuvo Hostos en Cuba; la isla maravillosa fue para él una aspiración de toda su vida. Cierta vez, de paso por sus mares, estuvo a punto de llorar porque no podía servirla en la pelea. Jamás halló bastante lo que padeció e hizo por ella” (V. XXXIII, pp. 480-481). Hostos que nunca estuvo en Cuba habla con tanta precisión y amor sobre esa patria hermana que es comparable a un texto brillante de Bosch, escrito años después, titulado Cuba, la isla fascinante, que contrario al caso de Hostos, es fruto de la experiencia directa de Bosch viviendo en la patria de Martí. Es una herencia de Hostos a Bosch el amor por Cuba.
La derrota de los patriotas cubanos mediante la Paz del Zanjón deja a Hostos perturbado intensamente. Lo explica Bosch: “Las primeras noticias de la Paz del Zanjón le llegaron a Hostos estando en Puerto Cabello; de inmediato escribió pidiendo confirmación. Gregorio Luperón, el dominicano grande, le consoló diciéndole que no era cierto. Pero desgraciadamente, sí era” (V. XXXIII, p. 482). Pero Hostos en medio de su dolor no perdió la esperanza en la libertad de Cuba y Puerto Rico, y siempre lo hizo con toda la generosidad de su corazón patriótico. “Nunca aceptó Hostos nada de Cuba ni de cubanos. Y le dio cuanto era posible darle. En los años de paz, él no concedió paz. Del 78 al 95, siempre pendiente de Cuba. Cuando le sorprendió, estando en Santiago de Chile, el renuevo de la guerra, tornó con igual vehemencia que antes, a servirla” (V. XXXIII, p. 483). El siglo XIX en sus finales vio caer la egregia figura de Martí, y el siguiente siglo en su amanecer apagarse la luz de Hostos en Santo Domingo, donde permanece hasta que Puerto Rico sea libre. Bosch le debe a ambos inspiración, modelo de hombre íntegro y sacrificio permanente por la libertad de las Antillas. Los tres nos dejaron una obra copiosa que demanda ser estudiada por todos los jóvenes de las tres Antillas para lograr en un futuro más temprano que tarde la unidad, la libertad y prosperidad para sus hombres y mujeres.