Una de las ventajas de las publicaciones digitales, como Acento.com, es que permite que los lectores expresen sus reacciones de manera pública a los textos de los articulistas. En el pasado número de Veritas liberabit vos un lector de mi artículo publicó bajo el nombre de Rafael Mota el siguiente comentario: ¿Su cerebro no es capaz de concebir otro tema? Lo escueto de la pregunta me remite a dos posibilidades. La primera es la cuestión haitiana, porque la carta de Bosch que vengo comentando, y hoy termino, estructura una crítica profunda al antihaitianismo generado por el trujillismo y que dolorosamente sigue presente en el debate cotidiano nuestro. Si esa es la intención de la pregunta del denominado Rafael Mota, debo responder que mi cerebro tiene claro que es un tema de gran importancia para construir un discurso de lo dominicano que éste no sea racista, ni xenófobo. Me falta mucho por escribir sobre esa cuestión como servicio a las jóvenes generaciones para que no hereden las patologías inculcadas por el trujillismo en nuestra sociedad. Quienes me conocen en persona, los que acuden a mis cátedras y leen mis textos en la prensa saben que soy opuesto a toda expresión o concepción antihaitiana.

La segunda posibilidad es que quien utiliza el nombre de Rafael Mota se refiera a que llevo 50 artículos glosando la vida y la obra no-literaria de Juan Bosch, fruto de mi investigación por una década que me condujo a obtener el doctorado en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y que continúo investigando y analizando. ¿El motivo? Contribuir a consolidar la tradición del pensamiento dominicano. Y si la cuestión que le inquieta a ese lector es esta segunda posibilidad, debo explicar esta tarea con más precisión.

Si la sociedad dominicana merece existir en el futuro, si nuestros jóvenes han de formarse como ciudadanos libres y racionales, capaces de edificar un modelo de civilización decente, dentro del espectro occidental, específicamente latinoamericano, exactamente caribeño y concretamente dominicano, debemos faenar con nuestra tradición, con lo mejor de nuestros pensadores, leerlos y comentarlos, criticarlos, superarlos, encontrar en ellos semillas para nuevas ideas y respuestas a los problemas que vamos enfrentando. Para un servidor esta tradición tiene nombres muy específicos en el siglo XX: Eugenio María de Hostos, dominicano, aunque naciera en la hermana isla de Puerto Rico, Américo Lugo, Manuel Arturo Peña Batlle, Pedro Henríquez Ureña, Juan Isidro Jimenes Grullón, Enriquillo Sánchez, José Luís Alemán, Frank Moya Pons y nuestro Juan Bosch Gaviño. Nombres faltan, de tanta importancia como los mencionados, pero esos son indudablemente grandes autores -porque produjeron grandes textos- que es deber nuestro estudiarlos a fondo. Yo -mi cerebro- por el momento trabajo incansablemente con Don Juan. Espero que otros “cerebros” hagan lo mismo -y lo están haciendo- con otros de los autores. Incluso llama la atención en mi lista la ausencia de mujeres, pero tengo claro que Ylonka Nacidit-Perdomo está faenando intensamente con la presencia femenina en nuestra tradición, igual que lo hace mi colega Lusitania Martínez.

Trabajar con la tradición requiere paciencia y precisión. No es posible pensar lo nuestro desde la vocería cotidiana, la demagogia política o la nefasta acción de las bocinas. El trabajo intelectual siempre será aburrido y pesado para los cerebros que se alimentan de la chercha y las cuestiones intrascendentes del diario vivir, demanda otear hacia el pasado y el futuro, descubrir las cuestiones perennes y evaluar la solidez de los argumentos. Respeto a quienes se consideran estar haciendo filosofía o política en un colmadón con muchas cervezas en la mesa y nula argumentación racional, eso es parte de la vida, pero no es pensamiento serio. La academia es el lugar privilegiado para construir pensamiento y auscultar la tradición dominicana. A eso me dedico. Dejo en libertad a otros cerebros que se entretengan con lo efímero, lo casual e intrascendente, igual que respeto las filias y fobias de cada uno.

Volvamos a Bosch. La carta del 1943 a sus tres amigos, tal como la hemos analizado, representa una precisa síntesis de su perspectiva antropológica, social y política. Sus argumentos lo afilian al humanismo occidental moderno cuya matriz original se encuentra precisamente en Santo Domingo en el 1511, con los dos sermones elaborados por la comunidad de los monjes dominicos y que fueron leídos por Antón de Montesinos. Si fuéramos a señalar la expresión exacta que identificaría el origen de esta perspectiva que reconoce la dignidad de todo ser humano sería: ¿Acaso no tienen ánima humana? Para Bosch todo ser humano es digno y no merece ser condenado por buscar su sustento, incluso allende las fronteras de la patria que lo vió nacer. Si lo comparamos, es el mismo mensaje de la Doctrina Social de la Iglesia y de Francisco. La ideología xenófoba del trujillismo, que Bosch les reprocha a sus amigos por aceptarla, es primitiva en su manifestación, autoritaria en su fuente y criminal en sus propósitos, porque se gestó precisamente con un genocidio. Ni la tradición cristiana, ni el pensamiento occidental moderno, ni la constitución de un Estado-Nación decente, puede tolerar discursos racistas, xenófobos, homofóbicos o la misoginia. La dictadura trujillista fue una estructura discursiva y estructural que tras una fachada de modernidad estatal ejercía una despiadada violencia genocida contra todos los que a criterio del criminal déspota iban en contra de su voluntad e intereses.

Si la carta mencionada muestra esa visión antropológica muy superior al ordenamiento de su patria, también Bosch muestra una perspectiva social y política realista al reconocer que la enfermedad que estaba inoculando Trujillo en el cuerpo social dominicano –de la que sus amigos eran evidencia palpable- tomaría tiempo en ser sanada, ya que el odio y la corrupción son venenos sociales que impregnan todos los ámbitos de la nación y se propagan de una generación a otra por el perverso ejemplo. Vivimos esa enfermedad heredada de la dictadura y quienes debieron luchar contra ella, sobre todo gran parte del discipulado de Bosch, se regodean en discursos racistas y en exhibir la riqueza robada al pueblo dominicano. La moralidad de nuestra sociedad es muy distante de la formulada por Bosch en su misiva y las leyes son torcidas para garantizar la impunidad de los corruptos. Atajar esos males que heredamos y siguen haciendo metástasis en nuestro cuerpo social demandará mucho esfuerzo, por eso argumentada párrafos antes la necesidad de trabajar la mejor tradición dominicana y no emborracharnos con la chercha cotidiana que busca la estulticia de la mayoría.

En la próxima Veritas liberabit vos abordaremos la rica producción de Bosch del año 1944, centenario de la Independencia del 1844, y aportaremos nuevos elementos para entender su vida política y personal en la Cuba de Batista, no de cuando fue dictador, sino de su cuatrienio como gobernante electo democráticamente.