Gustavo Gutiérrez es con mucha delantera el teólogo más original de América Latina y todos le reconocen la paternidad de la primera sistematización de la Teología de la Liberación. Su obra Teología de la liberación: Perspectivas, publicada en 1971, recoge la experiencia práctica y reflexiva de miles de laicos, religiosos, sacerdotes y obispos durante los años 60 del siglo XX en América Latina, especialmente los resultados del momento cúspide de la Segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Medellín, Colombia, en 1968. Ese encuentro de todos los obispos latinoamericanos descubrió -para los que somos creyentes es la acción del Espíritu Santo- que la forma de adaptar el Concilio Vaticano II a las sociedades latinoamericanas pasaba por la opción preferencial por los pobres que está en el núcleo del Evangelio. A partir de ahí se inició una guerra civil en el seno de la Iglesia latinoamericana, cuyos hitos fundamentales fueron la formación de miles y miles de Comunidades Eclesiales de Base, textos teológicos de largo aliento y profundidad, y una legión de mártires cuya representación simbólica es la de San Romero de América. Con la llegada de Juan Pablo II -con sus dolorosas experiencias existenciales frente a la invasión de la Alemania Nazi y el régimen comunista- el Vaticano tomó partido por los opositores a la Teología de la Liberación. No nos engañemos, los trasfondos personales tienen muchas veces más fuerza que los argumentos y las meditaciones.
Cuando en el 2018 Gutiérrez cumplió 90 años el Papa Francisco le envió una hermosa carta donde señalaba: “… te agradezco por cuanto has contribuido a la Iglesia y a la humanidad, a través de tu servicio teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad”. Esas son las claves teológicas de la teología de la liberación y que el Papa en la misma misiva le resalta de forma agradecida: “…por tu forma de interpelar la conciencia de cada uno para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión”. Lejos quedan las Instrucciones emitidas por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en 1984 y 1986, donde no se condenó la Teología de la Liberación, pero el miedo inducido por la ideología anticomunista elaborada por el Departamento de Estado de Estados Unidos gravitó sobre la Santa Sede y generó una suerte de sospecha contra todos los teólogos, sacerdotes y obispos que se apoyaban en textos o argumentos propios de la Teología de la Liberación. Los Documentos de Santa Fe, elaborados por académicos vinculados a la CIA, son explícitos en cuanto a la guerra contra la Teología de la Liberación.
Este discurso y acción que se expresa en la segunda mitad del siglo XX en nuestro continente latinoamericano encuentra su primer referente histórico en nuestra isla al iniciarse la segunda década del siglo XVI. Enrique Dussel dedica muchas páginas en varias de sus obras para señalarlo, en su obra 1492 El encubrimiento del Otro. Hacia el origen del “mito de la Modernidad”, lo describe de la siguiente manera: “Crítica profética de Antón de Montesinos en la Hispaniola, primer grito de crítica contra la violencia de la Modernidad”, ubicando ese hecho primigenio no sólo en nuestra realidad continental, si no a escala planetaria, en el sistema de la historia-mundo.
En la construcción de los discursos dominicanos sobre la forja de nuestra sociedad el Sermón de Montesinos es obviado, disuelto anecdóticamente, y pocas veces importantizado como eje central de la construcción de nuestra democracia. ¿Motivos? Son tantas las apelaciones al anti-haitianismo, el racismo, la aporofobia y la misoginia en nuestras expresiones políticas, sociales, culturales y económicas, que reconocer el discurso de los dominicos en 1511 como un hecho fundante de nuestra sociedad criticaría la alienación de gran parte de nuestra ideología identitaria.
Juan Bosch a partir de los años 60 integra referencias en sus textos al Sermón de Montesinos, algunas de las cuales analizamos en el Veritas Liberabit Vos anterior. En un artículo publicado en la revista Política, Teoría y Acción (Mayo de 1990, pp.1-29) bajo el título de Problemas de la democracia en nuestra América, Bosch introduce la cuestión de la problematización de la democracia con el siguiente párrafo: “Cuando el investigador se dedica a aislar las causas de los males de la democracia en la América Latina, halla que son numerosas y que todas influyen mutuamente, unas en otras, al grado de que crean subcausas de verdadera importancia. Nosotros queremos señalar sólo una: la ausencia de una clase dominante que hubiera impuesto desde los primeros tiempos de la independencia su autoridad sobre los diversos sectores sociales y los hubiera conducido, con el rigor de la ley, hacia la organización y hacia la creación de las instituciones políticas indispensables en la vida democrática” (Vol. XXIX, p. 517). Este argumento que está presente en varios textos de nuestro autor, con una lucidez asombrosa, trasciende la visión electorera de la democracia y centra su atención en la necesidad de una clase dominante que con el rigor de la ley establezca la organización y las instituciones políticas que demanda una auténtica democracia.
Y precisamente buscando esas raíces de la falta de una verdadera democracia en América Latina es que Bosch cita a Montesinos. “Hay tierras con destino, por lo visto; pues esa isla de Santo Domingo, cuando se llamó la Española en los días iniciales de la Conquista, dio origen a la Legislación de Indias, que es el primer intento de establecimiento de un orden legal como vínculo entre metrópoli y colonia en los tiempos modernos; de allí procedían los indios que llevó Colón a España en su segundo viaje para venderlos como esclavos, y a esos indios les tocó inaugurar una nueva era en el derecho de gentes cuando los Reyes Católicos se opusieron a su venta porque no habían sido tomados como botín en acción de armas; de allí saldrían las primeras opiniones opuestas al derecho de conquista, los alegatos de Montesinos, Las Casas y otros monjes dominicos, ese importante movimiento que el investigador cubano José María Chacón y Calvo llamó “criticismo” (Vol. XXIX, p. 527). Para estudiar a fondo ese argumento citado por Bosch hay que buscar la obra Criticismo y Colonización de Chacón y Calvo, una obra del 1935. La cuestión de la democracia y sus falencias pasa por revisar nuestra historia y valorizar los dos sermones de Montesinos en el Adviento del 1511.
En la próxima entrega concluiremos estos artículos centrados en las referencias de Juan Bosch sobre Montesinos.