La llegada de los dominicos a nuestra isla en el 1510 y los dos sermones que redactaron al año siguiente, en el Adviento de 1511, asignándole su lectura a Antón de Montesinos, tiene una trascendencia en la historia de nuestra sociedad, de América Latina y el mundo que recién vamos develando. Sus fundamentos antropológicos y teológicos abren una nueva etapa en el pensamiento occidental, criticando -sin pretenderlo explícitamente- los fundamentos de la modernidad egocéntrica y conquistadora que arranca con las ideas de Descartes un siglo después. Es el antecedente más firme de los derechos humanos, aunque su paternidad no fue tomada en cuenta por muchos años. Y por supuesto fue el punto de partida de las dos producciones intelectuales más relevantes de América Latina en la segunda mitad del siglo XX, me refiero a la Teología de la Liberación y la Filosofía de la Liberación.

Las primeras referencias de Bosch a Montesinos las encuentro en textos de los años 60 en adelante. Sin pretender ser exhaustivo analizo algunas menciones en sus Obras Completas. La primera es una entrevista que le hace Eduardo Sánchez Cabral en Puerto Rico, durante su exilio luego del golpe del Estado. Apareció publicada en la Revista ¡Ahora!, Nº 91, del 16 de enero de 1965, pp.15-18. Eran tiempos de preparación y alianzas para el contragolpe que permitiera el retorno a la constitucionalidad y que Bosch completara su periodo de gobierno. El título del artículo era: “Declaraciones exclusivas de Juan Bosch sobre los problemas nacionales”.

Una de las difamaciones más groseras contra Bosch durante la campaña electoral del 1962 y su gobierno en 1963 era que había traído al país “la lucha de clases”. Este artilugio, muy propio del anticomunismo simplón de esos años, pretendía que el campesinado y los sectores mas ingenuos de la clase media se distanciara de Juan Bosch presentándolo como el Fidel Castro dominicano. Por eso sobre ese tema nuestro autor escribió muchas cuartillas y a un año y tres meses del Golpe contra la democracia dominicana, él vuelve a explicar la cuestión de las clases sociales y el conflicto entre ellas.

“La lucha de clases existió siempre en Santo Domingo —afirma—, con la posible excepción de los días anteriores a la conquista; y digo posible porque todavía no conocemos bien el tipo de organización social de los indios aborígenes, aunque es posible que desconocieran la propiedad privada cuando llegaron los españoles. Pero desde que éstos pusieron el pie en nuestra tierra, comenzó la lucha; primero, porque los españoles querían la tierra de los indios y a los indios mismos para usarlos como esclavos; después, porque las luchas de España se redujeron entre los españoles de Santo Domingo, y si no, ¿qué fue el alzamiento de Roldán? Luego, porque siguió la lucha de los dueños de esclavos negros contra éstos y de éstos contra sus amos. Lo que hice yo en Santo Domingo fue señalarle al pueblo quiénes eran sus enemigos y dónde estaban; es decir, romper el manto del silencio cómplice que había caído sobre el país desde hacía mucho tiempo; mucho, porque antes de que me tocara decirle al pueblo la verdad sobre su situación, lo habían dicho figuras ilustres. ¿Sabe quiénes fueron? Pues sacerdotes, y se llamaban Las Casas, Victoria, Montesinos” (V. XXXVI, p. 24).

Este argumento de Bosch es previo a su “conversión” al marxismo, lo cual coloca la reflexión de él sobre los problemas de clases sociales desde mediados de los años 60 y anterior a la Invasión de los Estados Unidos del 1965. Tiene un efecto muy poderoso que Bosch se considere como parte de un grupo selecto de hombres y mujeres que hablaron con la verdad a los habitantes de esta isla.

Otra referencia aparece en la obra monumental De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial., publicada por Bosch en 1970. Es decir 5 años después de la anterior, como producto del tercer exilio de Bosch, esta vez en Europa y que él mismo considera que fue el segundo gran giro en su pensamiento, el primero había sido en Puerto Rico en 1938.

Bosch ubica el pensamiento de los dominicos en su contexto social, temporal y geográfico. “Para el hombre del pueblo de Castilla, que fue a la conquista de América, ya no regían los hábitos sociales del sistema feudal. Ese hombre quería enriquecerse rápidamente, y no era ni artesano ni burgués; no sabía enriquecerse mediante el trabajo metódico. Su conducta desordenada en tierras americanas era, pues, producto de su actitud de hijo de un intermedio entre dos épocas. Pero Isabel, que no era la Reina de un estado burgués, y con ella muchos sacerdotes como Las Casas y Montesinos, tenía los principios morales de una católica sincera, y condenaba lo que sus súbditos hacían en las regiones que se iban descubriendo. Fernando, en cambio, católico y rey de un Estado en el que ya había burguesía, no podía compartir los escrúpulos de Isabel, aunque los respetara, sobre todo mientras la Reina vivió (Vol. XIII, p. 24).

El problema estriba entre visiones del mundo opuestas, donde la transición entre la antigua (la feudal) y la nueva (burguesa) seguía en medio de un complejo proceso con señales de una y otra. Lo curioso es que esos sacerdotes con “principios morales” de católicos sinceros, no pueden ser considerados como defensores de la mentalidad feudal a secas. Si hubo una expresión de mentalidad feudal y guerrera fue la construida en torno al mito del Santo Cerro en 1495 que tenía como vencedores legítimos a los conquistadores, mientras que el sermón de Montesinos los dominicos defienden a los aborígenes de sus explotadores. La moralidad de estos monjes, basada en el Evangelio, trasciende la mentalidad chauvinista e incluso la identidad religiosa. En tal sentido podemos entenderlo como un discurso (el sermón de 1511) moderno, pero a la vez crítico con la modernidad legitimadora del poder eurocéntrico. En el próximo artículo seguimos examinado las referencias de Bosch a Montesinos.