Elie Lescot fue presidente de Haití desde el 15 de mayo del 1941 hasta el 11 de enero de 1946, cuando fue derrocado. Previo a su gestión como gobernante había desarrollado un fuerte vínculo con Trujillo, pero esa relación se deshizo a tal grado que en noviembre del 1945 Lescot le entregó a Bosch 25 mil dólares como aporte a la preparación de la expedición de Cayo Confites, valga enfatizar que eso ocurrió dos meses previos a su derrocamiento.
En torno al tema Lescot-Trujillo es importante releer a Bernardo Vega en un artículo titulado El antihaitianismo como instrumento, publicado en El Caribe el 10 de septiembre del 2005. “Durante los primeros seis años de la dictadura de Trujillo, éste no solo no permitió ninguna crítica al pueblo o al gobierno haitiano, sino que visitó en más de una ocasión a ese país donde al besar la bandera haitiana, declaró públicamente sentirse orgulloso de que sangre haitiana corriera por sus venas”. La claridad de este párrafo debería avergonzar a tantos antihaitianos oportunistas que besan la memoria de Trujillo con veneración. SeñalaVega: “Esos viajes se caracterizaron por una actitud de gran amistad de Trujillo hacia Haití y su presidente Stenio Vincent. Fue tan sólo después de la matanza de unos seis mil haitianos que Trujillo ordenó en 1937, que éste permitió ciertas críticas, aunque reducidas y ligeras. Sin embargo, cuando Elie Lescot accedió al poder en 1941, sustituyendo a Vincent, Trujillo inició una muy intensa campaña de antihaitianismo que muchas personas aun piensan que caracterizó los treinta y un años de su dictadura, pero que realmente sólo tuvo vigencia durante los cinco años del gobierno de Lescot” (Vega, 10/09/2005).
El antihaitianismo del sátrapa, al igual que sus instigadores actuales, no trasciende en su motivación más allá de sus intereses espurios, lo lamentable es que esas perversas prédicas llega al corazón de mucha gente del pueblo que termina sirviendo a intereses que ni imaginan cuando cultivan el racismo y la xenofobia, son tontos al servicio de una minoría de políticos reaccionarios. ¿Cuáles motivos distanció a Trujillo de Lescot? “Esto se debió a razones puramente personales y políticas, ya que Trujillo había sobornado a Lescot desde 1932 para que impidiese las actuaciones de los exilados antitrujillistas ubicados en Haití, tanto así, que siendo Ministro haitiano en Washington durante la matanza de 1937, sirvió a los intereses de Trujillo, más que a los de su propio país. Trujillo le ayudó en su ascenso al poder en 1941 pero una vez devino presidente comenzó a criticarlo y, además, prohibió la salida de cortadores de caña hacia Santo Domingo, bajo el pretexto de que eran necesarios para el esfuerzo de guerra en ese país, pues, con motivo de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos le habían pedido que sembrara en grandes cantidades un sustituto del caucho, ya que la producción asiática había caído en manos de los japoneses. Durante esos cinco años el antihaitianismo ordenado por Trujillo se expresó intensamente y en diferentes formas y hasta en la literatura, con la publicación de novelas y cuentos contra los haitianos.” (Vega, 10/09/2005). Lescot, como presidente de Haití, había comenzado a afectar los intereses económicos de Trujillo y eso el tirano no lo perdonaba nunca. El mismo Bosch al final de la dictadura señaló que la única forma de derrocar a Trujillo era quebrando su negocio, y efectivamente así ocurrió.
Con el derrocamiento de Lescot el antihaitianismo de Trujillo amainó drásticamente. Lo señala Vega: “Después de la caída de Lescot, la propaganda antihaitiana de Trujillo se redujo considerablemente, hasta su muerte en 1961. En resumen, la política de intensa propaganda antihaitiana de Trujillo sólo duró cinco años y se debió a una enemistad personal entre el dictador dominicano y el presidente Lescot”. Pero este análisis trata de otro aspecto del presidente haitiano.
Lescot hizo modificar la Constitución y logró ser reelecto para un periodo de 6 años el 15 de mayo de 1944. Precisamente por esa cuestión es que Bosch escribe un artículo en 1944 con el título de Cambios en Haití. Mr. Lescot y sus ideas. La lección de la historia. (Información, La Habana, 9 de mayo de 1944). “En medio de un silencio que puede ser generoso tanto como ignorante, se han producido cambios fundamentales en las bases jurídicas del Estado haitiano; la Constitución ha sido reformada y Mr. Lescot, el sonriente gobernante que visitó La Habana meses atrás, prolongará su mandato por siete años más de aquellos que inicialmente debió durar en el poder” (V. XXXIV, p. 299). Una y otra vez la historia enseña, y Bosch lo aprendió con claridad mucho antes de pensar que sería presidente de la República Dominicana, que las reformas constitucionales para perpetuar a un gobernante en el gobierno siempre terminan mal, tanto para el político que lo intenta por considerarse insustituible, como para el pueblo que lo sufre.
Y por supuesto siempre que se habla de prolongación del poder a toda costa aparece la palabreja “sacrificio”. Algún embaucador va a sacrificarse por “su pueblo”, cuando en realidad sacrifica al pueblo para perpetuarse en el poder. “A principios de este año Mr. Ellie Lescot habló a su pueblo con un lenguaje claro y tajante, para advertirle que Haití necesitaba “el sacrificio de su élite”, en el sentido de que ésta debía dedicarse a producir en el país las condiciones que faciliten el desenvolvimiento de la democracia; en su expresión mínima, esas condiciones son cultura, salud y cierto bienestar (…) Mr. Lescot dijo que había que luchar para mejorar tal estado (la falta de alimentos, salud, educación..) y que él encabezaría la columna de los “sacrificados”; más aún, aseguró que no toleraría que nadie le discutiera el derecho de ser el jefe de esos “mártires” de la patria” (V. XXXIV, pp. 299-300). Tal logia de sacrificados y mártires, sean haitianos o dominicanos o venezolanos o nicaragüenses o de cualquier otra nacionalidad, lo menos que permiten es que el pueblo impida que se sacrifiquen por ellos. Es un discurso descarado, en todos los casos, donde se sobrepone a la legalidad constitucional la ambición de poder, argumentando que es por un bien mayor a lo que dicta la Constitución. Por eso estudiar la historia es tan útil, sea para comprender con Vega lo acotado y perverso que fue el antihaitianismo de Trujillo, o como Bosch explica lo que estaba ocurriendo en Haití en 1944.
“Mr. Lescot es, no hay quien deba dudarlo, un hombre honrado que dice lo que siente y que ama a su pueblo. Pero Mr. Lescot puede ser también, sobre todo en este momento, un señor olvidadizo, que no recuerda la lección de la Historia. Pues la Historia dice, con mayor claridad que la que tuvo Mr. Lescot en el discurso a que hemos aludido, que no ha habido durante los ciento cuarenta años de vida republicana en Haití ninguna élite dispuesta a realizar sacrificios por el bien del Pueblo. No la ha habido en Haití, ni en parte alguna del mundo, ¡por desgracia!” (V. XXXIV, p. 300). No es un asunto exclusivo de Haití, es que en todos los Estados existentes, antes y ahora, quienes tienen el poder lo que menos buscan es el bienestar del pueblo (ya Maquiavelo lo había señalado), sino retener el poder para su provecho, y aquellos gobernantes que ceden frente al orden constitucional y salen del gobierno, es porque saben que la reacción de su pueblo a su permanencia sería tan drástica que lo llevaría a la cárcel o la tumba. En cambio, quienes se atreven a cambiar las reglas de juego para su beneficio es porque saben que su pueblo es lo suficientemente débil, lo bastante tonto o está tan corrompido, que su aventura continuista pasará sin serias resistencias.
Y con la intuición que siempre le caraterizó Bosch indica el destino final del gobierno de Lescot que aspiraba a dirigir a la élite haitiana al sacrificio. “La élite haitiana, con la cual hay que contar como cuerpo técnico y servidor para establecer una dictadura, acaba secando los mejores sueños de esa dictadura y dejando vivo nada más el cuerpo hambriento, la garra poderosa y el corazón cruel. Esa élite a la cual quiere encabezar Mr. Lescot no se sacrifica por nadie, porque lo que ella hace es vivir a expensas del Pueblo, succionar siempre en su exclusivo beneficio” (V. XXXIV, p. 300). Igual comportamiento lo tuvo la élite dominicana al descubrir en 1963 que su presidente le demanda “sacrificios” y perder gran parte de sus beneficios.
Y de dicho trance histórico Bosch saca una conclusión de gran valía. “Una ojeada certera hacia la Historia le demostraría a Mr. Lescot que su pueblo no necesita “el sacrificio” de su cebada élite. Haití era más pobre, más enfermo, más inculto que hoy y estaba sometido al riguroso despotismo de los plantadores franceses siglo y medio atrás, y ello no fue obstáculo para que de su entraña esclava pariera caudillos extraordinarios, que guiaron a su pueblo en la revolución más completa que recuerdan los anales del género humano, la única revolución que fue a un tiempo guerra política de liberación nacional, guerra económica, social y racial” (V. XXXIV, p. 300).