En el 2012 Eliades Acosta Matos publicó en dos volúmenes una valiosa obra titulada La telaraña cubana de Trujillo en las ediciones del Archivo General de la República. En la página 129 del primer volumen resume algunos aspectos de la vida de Cotubanamá Henríquez, de quien ya hemos afirmado con Bosch que es el verdadero fundador del PRD. “Uno de los hijos de don Francisco Henríquez y Carvajal, quien fuera el presidente de República Dominicana depuesto durante la invasión norteamericana de 1916. Estudió Medicina en Cuba. Músico, escritor y activo opositor a las dictaduras de Machado y Trujillo. Preso político durante el machadato. Estuvo entre los fundadores, en 1939, en La Habana, del Partido Revolucionario Dominicano, del que escribió el Programa. Casado con Regla Prío Socarras, hermana del que sería Presidente de Cuba en 1948, fue electo representante a la Cámara. El 9 de julio de 1951, agentes trujillistas atentaron contra su vida en La Habana, resultando ileso”. El detalle del atentado contra su vida en 1951 a menos de un año del Golpe de Estado de Batista, por esbirros de Trujillo, es un dato que desconocía hasta hace unos días.

De otro de los fundadores del PRD señala Acosta Matos: “Virgilio Mainardi Reyna, miembro de una importante familia de Santiago de los Caballeros, emparentado con Virgilio Martínez Reyna, una de las primeras víctimas de Trujillo, y con el Dr Leovigildo Cuello Hernández, destacado opositor antitrujillista. Abogado, se opuso a la intervención norteamericana y también a las arbitrariedades del gobierno de Horacio Vázquez. Junto a varios de sus hermanos, como Víctor y Rafael, se exilio en Cuba y fue un activo conspirador contra la dictadura. El 21 de enero de 1939, en su casa de El Cano, en las afueras de La Habana, se reunió el grupo constituyente del Partido Revolucionario Dominicano, formado por Juan Isidro Jiménez Grullón, Víctor Mainardi Reyna, Cotubanamá Henríquez, Plintha Woss y Gill, Juan Bosch, Alexis Liz y Manuel Calderón” (v. I, p. 257). Es importante señalar el error de incluir a Juan Bosch de esa reunión de El Cano, porque Bosch no llegaría a Cuba sino 7 días después. Sobre la presencia de Jimenes Grullón en Cuba Bosch da un dato que genera dudas. “Por fin, Jimenes Grullón llegó a La Habana. Debió ser a mediados de 1941 porque en el mes de noviembre de ese año fuimos él y yo a México donde se reunirían delegados de la Central de Trabajadores de América Latina (CETAL)” (v. VIII, p. 607). ¿Quiénes realmente estuvieron en la reunión de El Cano?

De Jimenes Grullón señala Acosta: “Ensayista, historiador, filósofo, educador y político. Graduado de médico en París, en 1929. Regresó al país en 1930. Encarcelado en 1934 y liberado a finales de 1935. Residió 26 años en el exilio, en Puerto Rico, Venezuela, Estados Unidos y Cuba. Fundador del Partido Revolucionario Dominicano (1939), en Cuba, y de la Alianza Patriótica Dominicana, en Venezuela. Tomó parte en la organización de la expedición del 14 de junio de 1959, desde Cuba. Regresó al país en 1961, y en 1962 funda el Partido Alianza Social-Demócrata. Profesor de Sociología, Filosofía, Literatura e Historia de la UASD. Autor de obras como República Dominicana: una ficción, Luchemos por nuestra América (1936), Una Gestapo en América (1946) y Nuestra falsa izquierda” (v. I, p. 297). Bosch y Jimenes Grullón (su apellido es con “s” y no con “z”) serán por mucho tiempo los dos líderes que se disputarán la dirección del PRD en Cuba y terminarán siendo enemigos personales, sus rencillas se expresarán con mayor énfasis al regresar ambos a República Dominicana al caer la dictadura trujillista.

Cuando Bosch llegó a Cuba en 1939 el presidente era Federico Laredo Brú pero, tal como señalan Acosta y Bosch, Fulgencio Batista era el verdadero poder detrás del gobierno. Trujillo tenía una impresionante red de colaboradores que lo mantenían al tanto de los movimientos de sus opositores en Cuba. “Las redes trujillistas en la isla supieron aprovechar la relativa estabilidad del país, tanto durante el gobierno de Laredo Brú, como en los años del primer gobierno de Batista. No solo se hicieron más extensas, sino más profundas, llegando a adquirir un nivel de penetración solo superado por el de los agentes civiles y militares de los gobiernos norteamericanos. No hubo esfera de la vida nacional a la cual, de manera pública o secreta, no hubiesen llegado sus agentes, desde la prensa y las relaciones públicas, hasta la economía, las instituciones armadas, la cultura, y por supuesto, la política” (v. I, p. 305). Los fundadores del PRD no eran ingenuos y sabían que Trujillo estaba mucho más cerca de ellos que la distancia que separaba a una isla de la otra. Trujillo ponía dinero y criminales, lambones y chivatos, en todo el territorio de Cuba, para saber, perseguir e incluso matar, a quienes se refugiaban allá por ser antitrujillistas.

Sobre Bosch valora Acosta su singularidad dentro del exilio dominicano en Cuba. “Bosch, por ejemplo, no era el clásico exiliado con el que los diplomáticos trujillistas, y el propio régimen, estaban acostumbrados a lidiar, aislar, desacreditar y neutralizar. No solo se destacaba en las lides políticas y contaba con excelentes relaciones dentro del Partido Auténtico y otras fuerzas políticas cubanas, habiendo participado activamente, como asesor de Carlos Prío, en la redacción de la Constitución de 1940 y de otros importantes discursos y documentos programáticos, sino que en 1943 había recibido el prestigioso premio de cuento Hernández Catá por su obra «Luis Pie». La alta distinción le fue otorgada por un jurado de lujo, integrado por Fernando Ortiz, Jorge Mañach, Juan Marinello, Rafael Suárez Solís y Antonio Barreras. En consecuencia, Juan Bosch estaba respaldado en Cuba y el resto de América Latina, no solo por los políticos progresistas y democráticos, sino también por la poderosa y expansiva comunidad de artistas, escritores, periodistas e intelectuales. Ello explica lo sucedido en 1944, cuando en el marco de las celebraciones por el centenario de la independencia dominicana, el premio de periodismo Hatuey, convocado por la trujillista Sociedad Colombista Panamericana, con sede en la Habana, y el dinero para el premio en metálico, aportado en secreto por Trujillo, fue a parar a las manos del destacado antitrujillista” (v. II, pp. 443-444) Debió ser un trago de hiel para el sátrapa dominicano que el premio financiado por él fuera a parar a manos del principal opositor de su gobierno. Ganado por Bosch en buena lid por su talento literario. Díaz Ordoñez, esbirro del trujillismo en Cuba, intentó “explicar” al gobierno dominicano los motivos que permitieron que el premio llegara a las manos de Bosch e incluso Trujillo mismo terminó planteando que esperaba que la concesión del premio a Bosch generara disgusto entre este y Jimenes Grullón y Ángel Miolán, que aspiraban a ganarlo. (v. II, p. 445).

El representante de Trujillo buscaba subsanar su error frente a su despiadado jefe. “Tras el acto de premiación, Díaz Ordóñez intentó aplacar a Trujillo (…) alegando que «[…] a juzgar por las felicitaciones de numerosos escritores cubanos, hemos ganado importantes amigos […]. Y lo más importante –concluía– abrigo la esperanza de poderle comunicar dentro de poco que la actitud de Bosch ha cambiado»” (v. II, p. 445). Meses después Trujillo desató su irá contra Bosch, que nunca cambió su actitud contra Trujillo, usando a su padre José Bosch acusándolo de permitir en su casa actos inmorales. Pepe Bosch duró poco tiempo en prisión en gran medida por la reacción en la prensa cubana de condena ante tal afrenta. Acosta lo refiere con detalles. (v. II pp. 446-447). Juan Bosch ganaba prestigio en Cuba y a pesar de las acciones de los agentes trujillistas en la isla no pudo ser atacado hasta la caída del gobierno de Prío Socarrás en 1952.

No obstante el hecho consumado de la concesión del premio a Bosch, Trujillo intentó desmeritar su triunfo: “Tras el nuevo y costoso incidente con Bosch, lejos de disminuir, se recrudeció el afán de venganza de Trujillo, rasgo recurrente de su personalidad. Encargó al profesor español José Almoina –un exiliado republicano que fungía como su secretario particular– la revisión de todos los trabajos periodísticos enviados al premio Hatuey, exigiéndole una valoración final sobre la justeza de que se le hubiera concedido a Juan Bosch. La conclusión a que arribó Almoina, después de calificar a «La mayor aventura americana» de «haitianizante», de «carecer de la hondura y profundidad de un ensayo», y reconocerle que, como artículo periodístico, era «bastante completo», es que el premio debió haberle sido otorgado a otro concursante de nombre René Armando Leyva” (Acosta, v.II, p. 448). Luego volveremos sobre el rico aporte de Acosta y hechos ocurridos durante los años 40 en Cuba y República Dominicana que giraron en torno al accionar de Juan Bosch y los militantes del PRD, siempre bajo la mirada de Trujillo, evitando caer en la telaraña que constantemente cosía el déspota dominicano en la sociedad cubana.