A varios amigos les he comentado que estudiar los textos de Bosch en los años 40, mientras vivía en Cuba, es una excelente introducción a la historia del siglo XX de nuestra América Latina. Son artículos independientes, no como su obra monumental El Caribe Frontera Imperial donde brinda una visión de conjunto de los 500 años (470 para ser precisos con el libro) de construcción de nuestros pueblos a partir de la lucha de clases. Bosch no llegó a esa obra simplemente por su retiro en Benidorm luego de las elecciones del 1966, llevaba décadas analizando cada sociedad, cada pueblo, cada forma de Estado, cada guerra y conflicto en nuestro continente. Hoy trataremos a Ecuador.

Seguimos en 1944, año muy productivo para Bosch, significativo por ser el centenario de nuestra Independencia del 1844 y por la presea literaria del premio Hatuey. Sin mencionar todos los aspectos políticos que ya hemos señalado anteriormente. Dos textos publica sobre Ecuador nuestro autor, el 1 y el 3 de junio, con unidad en sus contenidos. El Ecuador, aparte de estar en el mismo centro del planeta tierra y lucir como una cuña inserta en la zona occidental de América del Sur, tiene una historia fascinante, Bosch se detiene en los hechos que estaban ocurriendo en ese momento y sobre todo en un personaje que gravitó sobre dicho pueblo gran parte del siglo XX, me refiero a José María Velasco Ibarra (1893-1979). Su impronta fue tan importante que políticamente se habla del velasquismo, al igual que se habla del boschismo, el castrismo o el trujillismo.

Velasco ocupó la presidencia del Ecuador en 5 ocasiones, semejante a Buenaventura Baez en nuestro país. Esos periodos de Velasco fueron los siguientes: 1934-1935, 1944-1947, 1952-1956, 1960-1961 y 1968-1972. Si la primera vez fue en 1934 y la última concluyó en 1972, se destaca que en diversos momentos y de diversas formas fue presidente de Ecuador a lo largo de 38 años. En el caso de Balaguer, que la ocupó 6 veces, cuyo primer acceso a la posición de presidente la alcanzó en 1960 y la última la concluyó en 1996, queda dos años por detrás de Velasco. El presidente ecuatoriano ganó elecciones, fue derrocado en varias ocasiones y gobernó al final de su último periodo sin mandato popular, como dictador. Precisamente en su último mandato llegó a recibir a Fidel Castro en Ecuador y existen autores que demuestran que fue derrocado por un operativo de la CIA para poner en el poder a un militar afín a los intereses de los Estados Unidos.

Bosch al escribir en 1944 no podía saber todo lo que hoy sabemos. Para el tiempo en que publica los dos artículos titulados La revolución ecuatoriana y Los problemas del Ecuador, Velasco únicamente había sido presidente en el periodo de 1934 al 1935, cuando ganó con amplio margen las elecciones y fue obligado a renunciar por los militares. Los artículos de Bosch se publican entre el golpe de Estado que ocurre entre el 28 y 29 de mayo de 1944 (se le conoce como la Revolución de La Gloriosa) que forja una alianza entre varios partidos políticos y la proclamación de Velasco como presidente el 10 de agosto por la Asamblea Constituyente. Desde los conservadores hasta los comunistas participaron en esa acción política que colocó a Velasco en la presidencia del Ecuador por segunda vez.  El 23 de agosto de 1947 fue derrocado nuevamente por los militares.

En el primer artículo Bosch explica el contexto en que ocurre La Gloriosa. “El Dr. Carlos Arroyo del Río fue presidente del Ecuador hasta el 29 de mayo de 1944. Tenía cuatro años gobernando y había convocado a elecciones para mañana, viernes 2 de junio. Abandonó el poder asustado ante el brote revolucionario de Guayaquil, a pesar de que la revolución hubiera tardado acaso meses en trepar desde la costa del Pacífico hasta las laderas del Pinchincha, en la falda de los Andes, donde se halla la capital de la República, la fina y antigua y hermosa Quito, cuyas viejas casas oyeron el primer grito de independencia dado en América. Tras haber gobernado el país de una manera sórdida y dictatorial, el demagogo guayaquileño se portó como si las mujeres ecuatorianas lo hubieran hecho, pues en la tierra de Marieta Veintimilla, la “mayasquera” hermosa y

bravía, hay tradición de lucha, se sabe combatir y morir por los ideales” (Vol. XXXIV, p. 339). Hermosa referencia al valor y capacidad de combate de las mujeres ecuatorianas, al señalar que Carlos Arroyo del Rio reaccionó huyendo como si sus adversarios fueran las mujeres del Ecuador.   Marietta de Veintemilla Marconi (1855-1907) ocupa un puesto destacado en la historia ecuatoriana entre los siglos XIX y XX, por su rol como Primera Dama en la presidencia de su tío que la llevó a ocupar el solio presidencial cuando se ausentaba su pariente, quien era dado a la vida licenciosa y por tanto dejaba en manos de su sobrina el gobierno, hasta la lucha por los derechos de la mujer y el urbanismo de la ciudad de Quito.

Derrocado Arroyo del Rio una coalición de prácticamente todos los partidos políticos tomó el poder y designaron a Velasco Ibarra como presidente. De la opresión de Arroyo explica Bosch el ascenso al poder de Velasco. “Su opresión (la de Arroyo del Rio) ha agigantado la figura del Dr. José María Velasco Ibarra, un líder popular como pocas veces lo han dado estos pueblos americanos. Por una ironía del destino, Velasco Ibarra era de extracción conservadora, así como Arroyo del Río era de extracción liberal. Pero cuando llegaron al poder el primero giró hacia el liberalismo y el segundo hacia el conservadorismo; aquél hizo un gobierno de izquierdas, que apenas duró un año —de1934 a 1935— y que se recuerda como una segunda edición de la obra de Eloy Alfaro; Arroyo del Río mantuvo uno de extrema derecha, comprándose a diario el odio de las masas” (Vol. XXXIV, p. 340).

José Eloy Alfaro Delgado había sido presidente del Ecuador en dos ocasiones, al finalizar el siglo XIX e inicios del XX, y reconocida su obra de gobierno como de factura liberal. Bosch lo explica así. “Velasco Ibarra es el heredero legítimo de Eloy Alfaro, el fundador del Partido Liberal ecuatoriano (…) Alfaro se había lanzado a la pelea por los derechos de su pueblo desde que cumpliera 22 años, cuando dispuso del caudal de su padre para financiar una revolución contra García Moreno, el fundador del Partido Conservador. García Moreno, cerebro de estadista y corazón de tigre, que gobernaba con la Iglesia Católica y con la mentalidad de un inquisidor, fue asesinado el 6 de agosto de 1875. Tras su muerte, en el Ecuador no habría más caudillos que Eloy Alfaro, caído hace ahora 32 años, y Velasco Ibarra, en este momento a pique de ser electo presidente de la República” (Vol. XXXIV, p. 340). La expresión “a pique” como la usa Bosch equivale “a punto”. Bosch al iniciar el mes de junio, desde La Habana, entiende que Velasco Ibarra está a punto de ser presidente de su país, ya que la revolución que derrocó a Arroyo del Rio había ocurrido menos de una semana antes de que publicara este análisis.

Juan Bosch no se agota en la explicación anecdótica de lo que acontecía en Ecuador y mucho menos “pronosticar” el futuro, como gustan muchos de los analistas baratos, en su tiempo y el actual. Bosch ahonda en las condiciones reales detrás de los acontecimientos. “Las fuerzas que hacen y deshacen la historia ecuatoriana son, primordialmente dos: el poder económico-comercial liberal de la costa, y la voluntad semifeudal y reaccionaria de la sierra. En la sierra se apoyó García Moreno para establecer un Estado inquisitorial; en la costa se apoyó Eloy Alfaro para fundar, sobre las ruinas de aquel, un Estado liberal. Pero Quito, la Capital, está en la sierra, donde la falta de caminos ha imposibilitado que la industrialización moderna quebrara el antiguo ritmo social y lo suplantara por una mecánica más veloz y más amplia. La sombra de García Moreno ha seguido, por

largos años, velando por la obra que dejó a medias; la sombra de García Moreno estaba presente allí, en la hermosa ciudad del Pichincha, el aciago día en que un grupo acaudillado por dos frailes entró en el presidio y asesinó a Eloy Alfaro y a sus compañeros; estaba presente cuando decapitaron el cuerpo inerte del grande hombre, pasearon su cabeza por las calles de la ciudad y dieron fuego como en los días de la Inquisición, a su cuerpo y al de los que le acompañaron en esa jornada de odio y sangre” (Vol. XXXIV, p. 340-341). Si alguien todavía supone que Bosch llegó al análisis económico de los hechos históricos cuando se declaró marxista, este texto lo niega. Su aguda crítica contra el papel de la Iglesia Católica en la defensa del conservadurismo –con el hecho de que fueron dos frailes quienes dirigieron el crimen contra el indefenso Eloy Alfaro confinado al presidio- seguirá en muchos de sus análisis. En el próximo Veritas liberabit vos continuaremos con el Ecuador y Velasco Ibarra.