El 27 de febrero del 1944 se celebró el centenario de la Independencia Dominicana. En el país se multiplicaron los actos y homenajes por tan importante fecha, especialmente cargados de loas a Trujillo por ser perversamente considerado como el nuevo padre de la patria. En el exterior los opositores a la tiranía también dedicaron tiempo a celebrar la fecha e integrar en la misma críticas al sátrapa, enumerar sus crímenes y publicitar la miseria económica y política en que vivían la inmensa mayoría de los dominicanos y dominicanas. Juan Bosch no fue la excepción, en ese año asumió una columna en Información que le permitió elaborar decenas de artículos sobre temas políticos diversos, además publicó breves ensayos en Quisqueya Libre, Bohemia, Carteles y Gaceta del Caribe. Fue un año en que su producción no-literaria superó ampliamente la publicación de sus cuentos. En la medida que Bosch escribe más sobre sus posturas políticas, sociales e históricas, mejor vamos aquilatando su condición de cientista social y percibimos más articulados sus planteamientos sobre la democracia y las dictaduras del Caribe, además de su visión mundial sobre la política. Cien años era un buen tiempo para evaluar el curso de nuestra sociedad.

En la página 15 de Información, publicado en La Habana, el 24 de febrero del 1944, Bosch explica al público cubano su percepción de lo que significó la creación del Estado dominicano. “El día 27 de este mes cumple su primer siglo de vida la República Dominicana. Su gestación, su nacimiento y su perdurabilidad a lo largo de cien años son los tres puntos salientes de la mayor aventura americana. Pues ni cuando empezó a actuar por sí mismo en 1808, ni cuando guardó de nuevo las armas con que la defendió por más de un decenio; en ningún momento, durante su dramática etapa formativa, pudo el pueblo dominicano abrigar, en buena lógica, razones para creer que pudiera pervivir. Lo hizo, sin embargo. Lo hizo gracias a que tuvo una fe inconcebible en sí mismo y unos líderes extraordinarios, de heroísmo ejemplar y abnegación conmovedora. Lo que esos líderes y su pueblo construyeron está en pie y cumple ahora cien años. Si su obra no hubiera perdurado podríamos dudar de cuanto hicieron. Porque lo que hicieron fue, en verdad, increíble” (Vol. XXXIV, p. 283).

Nuestro autor señala que la epopeya de fundar el Estado dominicano no tiene parangón en América, fue un proceso complejo y difícil, hecho por una población escasa, en un territorio fragmentado por grandes obstáculos naturales, con escasa educación y con intereses enfrentados entre los gestores. Comenzó con la lucha contra los franceses, la llamada reconquista, que resultó un absurdo porque mientras peleábamos aquí por volver a ser españoles, España era dominada por Francia y el resto de América Latina peleaba por independizarse de España siguiendo los patrones ideológicos franceses. Literalmente íbamos en reversa. El mismo Bosch lo señala. “La historia dominicana no se parece a la de ningún otro país del Nuevo Mundo. Cuando en América se inicia la lucha contra España, Santo Domingo libra una guerra para ser otra vez colonia española…” (Vol. XXXIV, p. 284). Pero la creación del Estado dominicano en 1844 también tiene aspectos muy curiosos. “…mientras todos los pueblos de habla hispana del Hemisferio establecen sus repúblicas guerreando contra España, Santo Domingo la funda combatiendo contra otro país americano. Sólo los dominicanos erigen su república el propio día en que se sublevan y sólo ellos, en América, la defienden durante once años batiéndose en la frontera” (Vol. XXXIV, p. 284). Fácil fue proclamar la independencia, según los relatos, sólo se disparó un tiro, pero costó mucha sangre y esfuerzo defenderla en la frontera durante una década, frente a un adversario más numeroso y mejor equipado militarmente. Al final el Estado haitiano comprendió que nunca más podría integrar la parte este de la isla a su dominio y pocos años después colaboró con los patriotas dominicanos en su lucha contra España.

Bosch señala también otro hecho singular en nuestro proceso de formación como entidad política. “Entre todos los países del Nuevo Mundo él es el único que se adhiere a Colombia espontáneamente, sin que el Libertador Simón Bolívar hubiera intervenido en ello e incluso sin que él lo supiera. Para colmo de sucesos extraños, la República Dominicana nace como producto del trabajo de una organización celular secreta, sin que la masonería, ligada a todos los movimientos emancipadores americanos, tuviera parte en el suyo” (Vol. XXXIV, p. 284). Lo de Bolívar me consta, lo de que la masonería no intervino lo dudo, ya que la simbología del escudo dominicano tiene elementos típicos de la misma: como la biblia abierta, que para el siglo XIX no era un símbolo empleado por el catolicismo, pero sí presente en el centro de las tenidas de los masones. Y el modelo secretista de La Trinitaria es masónico medularmente.

Para los lectores cubanos, conocedores de su propia historia, y que se consideraban muy semejantes a los dominicanos, al igual que los puertorriqueños, esta explicación del proceso histórico dominicano debió resultarles muy curiosa. Pero si lo narrado por Bosch hasta este punto resultaba extraño, lo siguiente si destaca la singularidad del proceso dominicano. “Esa historia distinta tiene un origen: la existencia de dos pueblos diferentes en la isla cuya porción oriental sirve de asiento a los dominicanos. La República de Haití, establecida en el Occidente, determina el curso de los acontecimientos en la que fue la primera colonia europea en el Nuevo Mundo; y empieza a determinarlos desde que Haití, establecimiento francés, inicia su sangrienta revolución libertadora” (Vol. XXXIV, p. 284). Es un hecho, la revolución haitiana representó para la sociedad dominicana en formación el acelerador histórico necesario para que la identidad propia ganara espacio y conciencia. Si no hubiese sido así la “España Boba” se prolongaría en el tiempo, generando una bizarra identidad española carente de fundamento. Gracias a Haiti y enfrentándonos a ellos, es que lo dominicano se articula con tanta fuerza que logra forjar el Estado dominicano en 1844 y se preparó, sin saberlo, para luchar contra el verdadero adversario que fue el imperialismo español entre el 1863 y el 1865, superando en parte el atraso respecto a hispanoamérica que había efectuado esa epopeya 4 décadas atrás. Por eso para un servidor la verdadera independencia dominicana, la que nos colocó a la altura del resto del continente en el tiempo histórico, fue la guerra contra España, la llamada Restauración, tanto por su base popular, como por la definición de ser iberoamericanos que en todo el continente ocurrió como enfrentamiento a lo español.

Viendo en perspectiva todos los acontecimientos de nuestra primera mitad del siglo XIX Bosch se hace la pregunta más importante. “¿Quién, en sus cabales, se hubiera atrevido a esperar de tan pobre país una acción capaz de enmendar el curso de los acontecimientos?” (Vol. XXXIV, p. 286). La falta de una historia comparada del siglo XIX dominicano frente al mismo tiempo en Suramérica, América Central y México, nos impide entender la complejidad de nuestro proceso y destacar lo extraordinario de los sucesos y los liderazgos que generó. Nos agotamos muchas veces en la mediocre visión de centrar nuestra formación como Estado exclusivamente frente a la lucha contra el Estado haitiano, desde el 1821 hasta el 1856. Incluso carecemos usualmente de una explicación objetiva de las razones por la que el Estado haitiano no pudo reconquistarnos, exaltando un chauvinismo estéril. El trujillismo y su versión racista sobre el pueblo haitiano produjo explicaciones absurdas de una superioridad del pueblo dominicano sobre el haitiano. Falta estudiar mejor a Haití y sus conflictos internos para entender los motivos por los que ese Estado vecino nunca logró recuperar sus provincias occidentales.

En las siguientes entregas seguiré analizando los artículos de Bosch en el año del centenario que son el primer bosquejo de su interpretación sobre la historia dominicana. Faltaba poco mas de 25 años para sus obras monumentales de Composición Social Dominicana y El Caribe Frontera Imperial. Estas obras no surgieron de la nada, y mucho menos fue una simple reacción a sus lecturas de Marx, Bosch dedicó décadas al estudio de la historia dominicana y de El Caribe que vamos descubriendo en sus textos de la década de los 40 en Cuba.