En el artículo precedente citábamos a Juan Bosch y como él esboza el enfrentamiento entre liberales y conservadores a la hora de la independencia definiendo cada grupo. “Podemos decir, sin temor a exagerar, que el primer partido político que conoció el país fue el de los trinitarios. Desde luego, no era un partido organizado, pero tenía una doctrina, aunque nunca fue expuesta de manera ordenada; tenía un líder nacional —Juan Pablo Duarte—, respetado por un grupo de líderes trinitarios, y representaba los intereses y las ideas de un sector social, que era la pequeña burguesía. En los tiempos de la formación de la Trinitaria la pequeña burguesía dominicana no estaba definida en tanto conjunto de capas pequeñoburguesas; era una suma de todas esas capas, y por eso hallamos en la Trinitaria lo mismo a Duarte, miembro de lo que entonces era la alta pequeña burguesía comercial de la Capital, que a Francisco del Rosario Sánchez, miembro de la baja pequeña burguesía capitaleña. Política, económica y socialmente, el ideal de los trinitarios era establecer en Santo Domingo una sociedad burguesa, y por tanto republicana, democrática y representativa. Al fundarse la Trinitaria, ésas eran las ideas políticas, económicas y sociales más avanzadas del mundo. Como la pequeña burguesía trinitaria era partidaria de los métodos de gobierno basados en la ley, y la ley a que ellos aspiraban se fundamentaba en el respeto a la vida, a la libertad, y a los clásicos derechos de la burguesía europea, los trinitarios fueron llamados generalmente liberales” (Bosch, vol. X, p. 281).

Los conservadores los define Bosch de la siguiente manera: “Para oponerse a los liberales de la Trinitaria se formó de manera espontánea el partido de los conservadores, cuyo líder, mientras vivió, fue Pedro Santana. Los conservadores, como los trinitarios, basaban sus métodos de gobierno en la ley, pero en una ley que no reconocía el derecho a la vida ni a ninguna libertad cuando se trataba de personas acusadas de poner en peligro el poder de los hateros. Los conservadores, como los trinitarios, representaban el interés y las ideas de un sector social, que era el sector de los hateros. Mientras la pequeña burguesía trinitaria luchaba por establecer en el país una sociedad burguesa, los hateros luchaban por mantener el sistema que venía desde los tiempos coloniales, y por eso merecían el calificativo de conservadores, porque pretendían conservar vivas todas las instituciones del pasado. Lo mismo que sucedía con el Partido Trinitario, el de los hateros no tenía organización ni una doctrina expuesta por escrito; pero la organización existía de hecho, y estaba formada alrededor de Pedro Santana y de sus lugartenientes políticos y militares, y la doctrina surgía claramente de los actos y las medidas de gobierno que ellos aplicaron” (Bosch, vol. X, p. 282).

La primera Constitución dominicana que se proclamó el 6 de noviembre de 1844, con una estructura cargada de elementos liberales y republicanos, pero el último, el artículo 210, borraba literalmente todos los anteriores y mostraba el talante de los conservadores al mando de la naciente república: “Durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede libremente organizar el ejército y la armada, movilizar las guardias nacionales y tomar todas las medidas que crea oportunas para la defensa y la seguridad de la Nación; pudiendo en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan, sin estar sujeto a responsabilidad alguna”. El despotismo de ese artículo fue fiel reflejo de que el Estado Dominicano naciente estaba en manos de los hateros, y que en el primer año de vida de la República persiguieron y deportaron a los trinitarios, incluido el fusilamiento de María Trinidad Sánchez en el primer aniversario de la independencia. Los gestores de la independencia nacional, los trinitarios, fueron rápidamente sacados del poder. Tomás Bobadilla, partidario de un protectorado en lugar de la independencia fue el primer presidente dominicano de la llamada Junta Central Gubernativa, pero el 9 de abril del 1844 los trinitarios dieron un golpe de Estado y colocaron a Sánchez como presidente, pero eso duró poco y Santana dio un contra golpe de Estado que lo convirtió en el Presidente de la naciente nación.

El periodo que conocemos como Primera República duró desde el 1844 hasta 1861, dominado por los hateros con Pedro Santana en la presidencia o como poder detrás de la misma, y concluyó cuando el mismo Santana proclamó la Anexión a España el 18 de marzo de 1861. Dicha anexión fue la agenda política que siempre mantuvieron los hateros, que no creían en una República Dominicana independiente. A la vez fue la última vez que los hateros tuvieron el control absoluto del poder en nuestro territorio. La Restauración y el poder posterior a la misma, estuvo en manos de la pequeña burguesía. Con la Restauración se cerró el ciclo histórico de los hateros que comenzó a mediados del siglo XVI.

En pleno siglo XIX tenemos al primer pensador dominicano de alto valor para la compresión de nuestra sociedad. Su nombre Pedro Francisco Bonó. Nacido en 1928, en la primera década de la llamada ocupación haitiana, tenía 16 años cuando ocurrió la independencia del 1844 y vivió de cerca todo el proceso político y social dominicano hasta su muerte en 1906, a la edad de 78 años, muy longevo si tomamos en cuenta que la mayor parte de los hombres y mujeres de su tiempo apenas llegaban a su quinta década de vida. La mayor parte de su vida la pasó entre Puerto Plata, Santiago y San Francisco de Macorís. De varias fuentes tomó los hechos más notables de su vida pública: Fue fiscal en Santiago (1851), diputado al Congreso (1854), procurador fiscal del Tribunal de Justicia Mayor (1855) y senador (1856); abogado defensor público (1856-1857); responsable de la Comisión de Interior y Policía en el Gobierno revolucionario de julio de 1857; diputado al Congreso Constituyente de Moca (1857-1858). Salió exiliado hacia los Estados Unidos en 1858 a consecuencia del retorno de Santana al poder, quien suprimió nuestra soberanía en 1861. En el Gobierno restaurador (1863-1865) Bonó fue ministro de Guerra, Relaciones Exteriores y provisionalmente ocupó la cartera de Hacienda; renunció tras el golpe de Estado contra Salcedo (1864). Fue ministro de Justicia e Instrucción Pública y encargado de Relaciones Exteriores (1867) en el Gobierno de José María Cabral y Luna; renunció en diciembre de ese año tras un ejemplar y patriótico desempeño. Un caso muy aislado de hombre público capaz y honrado, en su tiempo, y hasta en el presente. Es importante destacar que “Gregorio Luperón y otros líderes del nacionalista partido azul le ofrecieron la candidatura a la presidencia de la República, que rechazó en cuatro oportunidades entre 1881 y 1886”. Convencido desde joven de la soberanía plena de la República Dominicana y defensor de la democracia.

Duarte y Bonó son notables excepciones en el complejo proceso de formación de nuestra sociedad apoyada en un Estado independiente. Avanzaremos sobre ambos en las próximas entregas.