Luego de la experiencia en la cárcel, e igual que muchos otros, Bosch ingresó al Partido Dominicano. Como miembro de dicho partido participó en muchas actividades del único partido político permitido para actuar en la dictadura. Con el ingreso al Partido Dominicano llegó la posibilidad de tener un trabajo en el Gobierno y fue nombrado en la Oficina de Estadística. En el artículo pasado vimos que incluso le planteó a Trujillo la posibilidad de ser designado en una función diplomática fuera del país. Dentro del corazón de Bosch latía la secreta ansia de salir del país, sentía los efectos de la tiranía como si estuviera siendo ahogado. Bien sabía que cualquier señal de aversión al Gobierno o intento de escapar al extranjero sería castigada de manera radical.

Dos hechos al final del 1937 aceleraron su deseo de marcharse. Por un lado se enteró de la matanza del mismo año y segundo le informaron confidencialmente que Trujillo pensaba nombrarlo como diputado. Eso lo analizaremos luego. Pero es en ese contexto que al iniciarse el año 1938, y de cara a las elecciones donde Trujillo buscaba una segunda reelección, Bosch pronuncia en Boca Chica un discurso en favor de Trujillo y solicita el voto de sus oyentes para su reelección. El Listín Diario del 5 de enero del 1938 en su primera plana publica el discurso, bajo el título de Conceptuoso discurso pronunciado en la manifestación de Andrés. El texto del discurso aparece en el volumen XIX de las Obras Completas.

La auto-presentación es muy curiosa y no creo que fuera común entre los voceros del régimen. “Yo no soy orador, ni he pretendido serlo ni lo seré nunca; por esa razón quedaré en ridículo frente a los que hablen aquí esta tarde…” (v. XIX, p. 3).  Usualmente estas actividades la organizaba el Partido Dominicano y llevaba a oradores de lenguaje florido que apelaban a imágenes literarias ajenas totalmente a la realidad de los campesinos y los pobladores pobres de los pueblos. Los discursos no estaban hechos para convencer a nadie, ya que de entrada todos los oyentes votarían por Trujillo, sino para que a los oídos de Trujillo llegaran las alabanzas exageradas de esos expositores. Bosch por tanto escoge el camino de acercarse a sus oyentes y exalta sus virtudes. “…quiero exponerlo aquí frente a ustedes, que son campesinos cultos, y que si no pueden expresar un concepto culto, tienen sus ideas fijas sobre la vida, sobre lo que conviene y no conviene, sobre lo útil y lo inútil. A ustedes no les alcanzará el valor de la mitología griega, pero conocen como nadie el uso de la planta del bosque, el tiempo de agua por las señales del cielo y la enfermedad de los animales por su manera de andar. Yo también conozco esas cosas, y quiero hablarles en su lenguaje para que me entiendan fácilmente” (v. XIX, p. 3).

La referencia a la mitología griega tocaba la sensibilidad de algunos de los que tuvieron discursos con él y en otros eventos. La oratoria trujillista, de la cual Balaguer es un buen ejemplo, era una apelación constante a figuras clásicas, a textos ajenos a la realidad dominicana, a palabras rebuscadas que nadie entre el público entendía. Bosch por tanto cambia de rumbo, aún en ese ejercicio obligado de lambonismo político para evitar ser encarcelado o incluso eliminado físicamente. Se identifica con esos campesinos, con sus palabras. “Yo también conozco esas cosas”.  Y a la hora de construir parábolas no apelaba a los mitos griegos o la literatura hispánica, sino a la realidad del campesino dominicano, igual que sus cuentos y su novela recientemente publicada.

Afirma Bosch en su discurso “Yo quiero ahora preguntarles qué pensarán de un hombre que tumbe un monte, lo tale, lo habite, are la tierra, la siembre de caña y antes de que esa caña llene, la tumbe para sembrar maíz y antes de que el maíz cuaje lo queme para sembrar tabaco. Ustedes pensarán que ese hombre cuerdo coge su cosecha, y no abandona lo suyo ni aún cuando el granizo, la lluvia o la sequía le echen a perder la siembra; porque si llueve mucho, hace desagüe, y si hay sequía, busca agua para regar” (v. XIX, pp. 3-4). Toda la experiencia de su niñez en La Vega sale a flote en esa imagen tan hermosa. No solo la experiencia, sino la reflexión sobre la inteligencia del campesino dominicano que gestiona sus cultivos, que conoce los ciclos de la naturaleza, que sabe cuando sembrar y cuando cosechar, que sabe cuando desaguar y cuando regar. Por eso se refiere a ellos como “ campesinos cultos”, porque su cultura es diferente de la griega o la del siglo de Oro español, ya que su medio es otro y Bosch enaltece el talante de su pueblo. Sin conocer los otros discursos que se expusieron esa tarde, seguro estoy que este fue el discurso que mejor comprendieron sus oyentes.

Pero esa imagen conducía al propósito del discurso, que al inicio del mismo Bosch afirmó que “…yo tengo mi criterio sobre la hora que vive el país” (v. XIX, p. 3). Y expone la cuestión: “la República Dominicana, esta tierra que es de todos nosotros, desde las fronteras de la Línea y del Sur hasta los confines del Cibao y del Este, es ahora una propiedad grande bien sembrada, desyerbada, bien cercada para que no entren reses ni puercos, bien cuidada por el presidente Trujillo” (v. XIX, p. 4). Una clave interpretativa surge, Bosch considera que toda la tierra del país es “de todos nosotros” y Trujillo es quien la cuida, no el dueño. Por tanto una primera imagen del dictador es la de celador de la propiedad. Continúa Bosch con su argumento: “Supónganse ustedes un conuco sin comején que dañe los troncos, sin bejuco que ahogue el tabaco, sin ratones que se coman el cacao, sin piogán en las batatas, sin ladrones que entren de noche a cogerse los racimos de plátanos: eso es la República, y el que la atiende y el que la mantiene limpia, es el presidente Trujillo” (v. XIX, p. 4). Aparte de celador, es Trujillo quien atiende la propiedad y la mantiene limpia. Bosch se resiste a considerar a Trujillo como dueño, tal como muchos otros se referían a él en otros tantos discursos y artículos. En una obra que publicaría Bosch en 1959 sostendría que Trujillo era un dictador sui generis en el Caribe, ya que había convertido al país en su propiedad, en su empresa, y sostuvo en dicha obra –Trujillo causas de una tiranía sin ejemplo– que si queríamos derrocar a Trujillo había que quebrar su empresa, como efectivamente ocurrió con el embargo decretado por la OEA.

Sin salirse de la imagen campesina Bosch señala que: “Supónganse ustedes un conuco sin comején que dañe los troncos, sin bejuco que ahogue el tabaco, sin ratones que se coman el cacao, sin piogán en las batatas, sin ladrones que entren de noche a cogerse los racimos de plátanos: eso es la República, y el que la atiende y el que la mantiene limpia, es el presidente Trujillo. Pero esa propiedad no ha dado cosechas todavía” (v. XIX, p. 4). Y ese el motivo para favorecer la reelección de Trujillo, buscar la cosecha que todavía no ha ocurrido. Pero Bosch añade un factor y es que supuestamente Trujillo no quiere seguir gobernando. Argumento profundamente adocenador en términos político y que muchas veces se ha repetido en la historia política dominicana. El dictador o político “se sacrifica” por servir a los suyos, ocultando la real ambición del poder de quien pretende reelegirse. Lo hemos visto tantas veces recientemente y no dudo que surgirá nuevamente en las elecciones del 2020.

La conclusión del argumento es brutal en la sumisión que demanda. “El presidente Trujillo va a cumplir en agosto de este año su período de gobierno y quiere descansar. Pero ustedes, que son los que verdaderamente saben lo que valen la tranquilidad y la garantía que él ha dado a la República, porque pueden trabajar y mantener a sus hijos sin que los abusadores los maltraten, no aceptan esa idea de que se vaya. Todos sabemos que ustedes están dispuestos a cualquier sacrificio antes que dejarlo ir” (v. XIX, p. 4). El “sacrificio” era continuar la dictadura, brutal y criminal que padecíamos y que Bosch conocía profundamente, tanto por haber vivido la inhumana prisión de Nigua, como la información que tenía de la masacre de acaba de ocurrir en la frontera. Para quienes admiramos a Bosch este texto es muy doloroso, pero puede justificarse de muchas maneras, pero siguen siendo palabras dichas y escritas en ese momento, cuando ya tenía planeada su huida de la dictadura. Como he dicho antes a Bosch no se le puede admirar construyendo una hagiografía, hay que recoger todo lo que hizo y dijo, y estoy absolutamente seguro que lo positivo es mucho mayor, con creces, que episodios negativos como este.

Apelo tímidamente a una referencia que introduce Bosch en ese discurso, y de la que estuvo convencido toda su vida, como luego lo demostraré. “Pero yo quiero decirles una cosa que tal vez ustedes no sepan con seguridad; y es esta: en la República Dominicana sólo es posible aquello que los campesinos quieran, porque ellos son la mayoría” (v. XIX, p. 4). Será esa mayoría campesina la que lo llevará a la presidencia al finalizar el 1962.