Del 9 al 18 de mayo del 1944 se celebró en la ciudad de New York la Conferencia Interamericana de Comisiones de Fomento (Conference of Commissions of Inter-American Development). Esta Conferencia fue convocada por la Inter-American Development Commission, cuyo jefe era Nelson A. Rockefeller. Los delegados dominicanos fueron Ernesto B. Freites, José Ramón Rodriguez y José M. Sanz. La IDC fue establecida en 1940 como mecanismo de consulta y colaboración entre las repúblicas del continente americano en materia de asuntos económicos y financieros que pudieran ser afectados por la Segunda Guerra Mundial. En el tercer párrafo de su acta final señala que las naciones americanas deben coordinarse para el uso de sus recursos naturales en función de una mayor industrialización.
Cuando esa reunión terminó todavía faltaban dos semanas para que Estados Unidos encabezara el desembarco en Normandía que crearía el frente occidental contra la Alemania Nazi, pero había pasado ya un año y cuatro meses de que el ejército soviético había derrotado a los alemanes en San Petersburgo (Leningrado) y avanzaba indetenible camino de Berlín. Desde el ataque japonés a Pearl Harbor (diciembre de 1941) Estados Unidos presionó por diversos medios a todos los países del continente americano de que declararan la guerra al Eje. Meses antes, en julio de 1941, se celebró en La Habana, Cuba, la II Reunión de Cancilleres de las Repúblicas Americanas donde se acordó que “…la agresión contra la soberanía de cualquier estado americano sería considerada como un acto de agresión contra todos”. A partir de Pearl Harbor, en cumplimiento de ese acuerdo, Cuba, República Dominicana, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití y Honduras declararon la guerra al Eje. El resto lo hicieron después, algunos en 1945. El conflicto fundamental de algunos Estados latinoamericanos era entre la neutralidad o la declaración de Guerra al Eje, especialmente cuando parecía que Alemania podía salir victoriosa.
Una de las fórmulas que implementó Estados Unidos para ganar el favor de América Latina a su causa fue ofrecer créditos y apoyo al desarrollo económico de América Latina. La Conferencia de New York fue un buen ejemplo. Bosch señala: “Parece que la idea dominante en la Conferencia Interamericana de Fomento, reunida ahora en New York, es la de la próxima industrialización de la parte Sur del hemisferio. El desarrollo industrial de América Latina conviene, según los líderes de la economía estadounidense, a los fines de ambas porciones del Nuevo Mundo y a los de todo el planeta. Resulta doloroso comprobar que se ha necesitado de una guerra monstruosa, como la presente, para que los hombres de empresa norteamericanos hayan abierto los ojos sobre las perspectivas que una América Latina industrializada presenta al porvenir de la humanidad. La lección de la historia fue muda para los controladores de la riqueza mundial, a pesar de que tal lección tiene siglos y es contundente” (Vol. XXXIV, p. 315) Esto lo publicó el 18 de mayo de 1944, faltando un día para que terminara esa Conferencia, en un artículo titulado Industrialización del continente. América, la reserva del mundo. Bosch señala lo dramático que resulta que Estados Unidos se fije en el desarrollo de América Latina por su desesperación frente al reto de la guerra. Como él señala, no aprendieron la lección que la historia les enseñaba a quienes controlan la riqueza del mundo. Lección que por lo visto siguen sin aprender, porque una vez terminó la Segunda Guerra Mundial volvieron a su política anterior de explotación de las naciones al sur del Rio Grande y el respaldo a las dictaduras criminales, siempre que defendieran sus intereses de expoliación económica en nuestros países.
La lección que señala Bosch será objeto de un libro monumental que él publicó en 1970 con el título de El Caribe Frontera Imperial. Al título se le añadió De Cristóbal Colón a Fidel Castro. Esa parte del título llevó a una suerte de pequeña guerra en nuestro país al aparecer la obra de Eric Williams con el título de From Columbus to Castro: The History of the Caribbean 1492-1969. Intelectuales de fotocopias criollos, con resentimientos políticos hacia Bosch, proclamaron que el libro de Bosch era un plagio del de Williams, sin haber leído ninguno de los dos. Cuando uno lee ambos, un servidor los ha estudiado a fondo, descubre que son dos obras creadas con diferentes propósitos y enfoques muy diferentes, aunque ambos cubren el mismo tema. Hace unos años un gran historiador dominicano me señaló que la parte del título semejante de la obra de Bosch con la de Williams fue fruto del editor de Bosch para generar más interés entre los lectores, y que ni Bosch, ni el editor, sabían del título de la obra de Williams.
En su artículo de 1944 Bosch señala la importancia de entender nuestra historia para quienes quieren imponerse política o económicamente sobre nuestros pueblos. “…a los ojos de cuantos hayan recorrido, siquiera superficialmente, la crónica de los acontecimientos mundiales, está claro que el descubrimiento de América —y nos referimos escuetamente al de la América Latina, ya que la porción septentrional del hemisferio no entró en el torrente de la economía universal sino mucho más tarde— significó un aumento fantástico en la riqueza del mundo occidental. Insurgiendo, brutalmente, por entre la organización de la sociedad europea, el descubrimiento trastornó cuantas concepciones del Universo habían privado hasta entonces: la geografía, la etnología, la cosmografía, la botánica, y todas las artes derivadas de las ciencias organizadas y de los conocimientos empíricos —excepto las matemáticas, si acaso, y sus artes derivadas—, sufrieron una dislocación equivalente a la que sufría el mundo, en el cual aparecía de pronto una porción ignorada y vasta, como hubieran podido aparecer en los cuerpos de los hombres piernas y brazos nuevos. En cuanto a la economía, el enriquecimiento que suponían los metales y los nuevos productos de consumo llevados de América fue de tal magnitud que dislocó las relaciones y los valores, de la misma manera que un volcán súbitamente nacido en una llanura disloca toda la región en que ha aparecido, desplaza la producción, trastorna el tradicional orden geográfico u orográfico” (Vol. XXXIV, pp. 315-316)
La situación de nuestro sub-continente, en 1944 y ahora, no se compadece de su importancia en todos los órdenes a escala planetaria. Que todavía hoy se refiera a nosotros como “el patio trasero”, que el pueblo cubano lleve décadas bloqueado o que el Presidente de los Estados Unidos pretenda hacer un muro que separe a América Latina de su país, son hechos vergonzosos y reafirman un mentalidad racista y xenófoba de una gran parte de la clase gobernante estadounidense sobre nuestros pueblos. El rosario siniestro de Golpes de Estados patrocinados por el Departamento de Estado de Estados Unidos malogró nuestros esfuerzos por la democracia, las políticas económicas de extracción barata de multinacionales norteamericanas, y de otras latitudes, y el tratamiento a nuestros gobernantes y dirigentes como menores de edad frente al poder imperial, está en la memoria de los jóvenes y minorías de nuestros pueblos. La esperanza de que en algún momento podamos vernos como iguales y tratarnos como socios en el desarrollo, la democracia y la justicia sigue siendo una gran apuesta de estadounidenses y latinoamericanos de buena voluntad. Por eso reafirmo lo expresado por Bosch en su momento. “..ha sido menester que se diera una guerra como la actual (la Segunda Guerra Mundial) para que se comprendiera cuánto ha estado perdiendo el mundo a causa de la mezquina política que se siguió con nosotros (…) los norteamericanos comprenden que sin una América Latina desarrollada a toda capacidad ellos no podrán subsistir” (Vol. XXXIV, p. 317). Pero esa política mezquina volvió con fuerza una vez terminada la guerra. Fue una esperanza vana de nuestro autor, que la viviría en carne propia en 1963 y 1965.
Su artículo concluye con uno de los párrafos más lúcidos y hermosos que he leído sobre el tema. Refiriéndose a las conclusiones de la Conferencia Interamericana de Comisiones de Fomento afirma con energía. “…si los planes que se estudian no quedan arrinconados al final de la contienda, la América Latina podrá completar el fantástico enriquecimiento de la humanidad que se inició a raíz del descubrimiento. A un mismo tiempo ganaremos nosotros y ganará el mundo. Esta América es, en verdad, la reserva del género humano y de sus tierras saldrá cuanto se requiera para que todos los hombres coman, vistan, disfruten del placer de vivir bien. Todos los hombres, incluyendo a los latinoamericanos” (Vol. XXXIV, p. 317). Lamentablemente esos planes quedaron y siguen quedando arrinconados.