Retrocedamos al siglo XVII para descubrir quienes fueron los que se beneficiaron con las decisiones (monopolio del azúcar y las Devastaciones) que arruinaron a nuestra isla, ya que siempre hay un ganador, aunque la mayoría pierda. Para entender ese hecho que marcó el resto de la historia de los pueblos que hoy ocupan la isla de Santo Domingo, es necesario remontarse al siglo anterior, el XVI. Bosch explica la situación de la isla a mediados del siglo XVI que provocó el empobrecimiento de la parte oriental luego de las devastaciones. “Sucedió, sin embargo, que la falta de mercado exterior para el azúcar, y el ningún aumento —o diríamos mejor, la disminución— del mercado interior, causado por el hecho de que los habitantes españoles de la Isla se iban a otras partes de América, paralizó el desarrollo de la industria azucarera y fue provocando luego su extinción.” (Bosch, v. X, pp. 44-45). La demanda del azúcar seguía en Europa, pero España, que controlaba todas las exportaciones desde América, sacó a Santo Domingo del negocio. Sin ese medio de vida muchos pobladores marcharon a otras colonias en América.

Otros productos sustituyeron al azúcar, con o sin permiso de la metrópolis. “Y al mismo tiempo que ese estado de cosas iba produciéndose, comenzaba a aumentar en Europa la demanda de pieles de reses. Europa pedía cueros para fabricar sillas, sombreros, mamparas, zapatos, botas, fondos de cama, arneses de caballos, fundas de espadas, escudos, arcones, forros de libros. Así, la enorme demanda europea de cueros coincidió con la existencia de una enorme cantidad de reses en la Española. El mercado que le faltaba al azúcar comenzaba a sobrarles a las pieles. El obispo Bastidas, que era a la vez condueño de un ingenio y dueño de once hatos con veinticinco mil reses podía estar tranquilo porque lo que dejaría de ganar en el ingenio lo ganaría en las vacas; pero los que tenían todas sus esperanzas puestas en el negocio del azúcar no podían sentirse bien. Lo que valían los ingenios iba a desvalorizarse mientras que los ganados del obispo Bastidas, que valían sólo 25,000 pesos —a peso por cabeza, según sabemos—, iban a valer el doble, luego el triple, luego una fortuna” (Bosch, v. X, pp. 44-45). La riqueza andaba en 4 patas por todas las lomas y valles de la isla, únicamente había que ir a buscarla, y en la medida que se sacrificaban las reses salvajes más cerca de los poblados y el esfuerzo buscarlas en lugares remotos, quienes tenían ganado vieron incrementar el valor de las mismas gracias a sus pellejos. El respaldo de Bastidas a las devastaciones tenía motivaciones muy hondas y no eran religiosas.

Del oro, siguiendo el argumento de Bosch, se pasó al azúcar, y del azúcar a las pieles, valga decir el Hato ganadero, que era un negocio curioso, ya que las reses se criaban salvajes en las lomas y llanuras, y unos peones (llamados monteros) andaban de loma en loma vigilando las reses, atendiendo a las preñadas y marcando las de su dueño con el hechizo del hato. Cuando se acercaba el momento de vender pieles, se reunían las reses, se les sacrificaba y procedían a despellejarlas y curar sus pieles, desperdiciando la mayor parte de la carne que se descomponía en el terreno por no tener técnicas para su conservación como la hacían en Europa. Ese negocio estaba dirigido totalmente a la exportación, ya que el mercado local en todos los órdenes era muy pequeño y reduciéndose cada año más.

El Hato duró en nuestra historia como modelo económico predominante desde mediados del siglo XVI hasta la Restauración en 1865. En el siglo XIX los tabaqueros del Cibao compitieron en importancia económica con los hateros, pero eso lo examinaremos luego, y un hecho curioso en nuestra historia, si el hato surgió con la caída del azúcar a mediados del siglo XVI, cuando el hato disminuyó en importancia al final del siglo XIX, surgió de nuevo la producción azucarera, pero no por la extinción del hato, sino por la guerra de independencia cubana, cuestión que abordaremos en su momento. Los hateros fueron tan poderosos que sacaron a los franceses en 1809, estuvieron detrás de la llamada Independencia Efímera de 1821, y pasaron a controlar la naciente república en 1844, a pesar de que fueron los jóvenes de clase media los que impulsaron la Independencia. La anexión a España en 1861 fue el intento desesperado de los hateros para no perder su control sobre la sociedad dominicana, compitiendo con los tabaqueros del Cibao. La referencia al Obispo Bastidas que hace Bosch es importante, ya que algunos eclesiásticos aceptaban como destino América en el periodo colonial, no por vocación evangélica, sino por la codicia de hacerse ricos. Por supuesto no eran todos.

Las devastaciones beneficiaron a varios y perjudicó a la mayoría de los habitantes de esta isla. El desarraigo de las poblaciones del lado occidental hacia la parte este de la isla y cerca de Santo Domingo tuvo efectos que todavía padecemos, no es por azar que Bayaguana y Monte Plata siga siendo de las zonas más pobres de nuestro país a pesar de la fertilidad de su suelo y la cercanía a la capital. El hilo conductor entre inicios del siglo XVII y el siglo XXI debe ser tejido históricamente hablando para entender lo que ha sucedido con esta zona del país que fue fundada a la fuerza.

Las devastaciones son el antecedente inmediato y causa eficiente de la creación de la colonia francesa de Saint Domingue. La búsqueda de los intereses de las metrópolis dominantes termina provocando graves daños a las sociedades sometidas y vulnera su prosperidad. Curioso que todavía al iniciar este siglo quienes asumen el liderazgo del perverso sentimiento anti-haitiano son a la vez los más entreguistas frente al poderío estadounidense. Les falta estudios de historia o les sobra racismo. O, en último caso, son eficientes manipuladores de la conciencia nacional para imponer un modelo de sociedad autoritario y sumisos a las directrices norteamericanas.