Si Juan Bosch viviese en estos tiempos caracterizaría la existencia del Partido de la Liberación Dominicana como una calamidad pública, en su significado amplio de “desgracia, adversidad o infortunio colectivos”.
Esa calamidad se sintetiza en la desgracia de que ese partido cumplirá pronto 20 años de ejercicio gubernamental casi ininterrumpido, sin ser capaz de dar inicio al desarrollo integral del país, apalancándose en el crecimiento económico generado durante más de 50 años por los sectores productivos y la inversión extranjera.
El PLD nos acarrea el infortunio que representa el descalabro de elementales servicios públicos como seguridad ciudadana, educación, salud y seguridad social de calidad, agua potable y corriente en los hogares y saneamiento ambiental, definidos como derechos sociales adquiridos por los pueblos en la “aldea global” que es ya el Planeta.
Calamidad pública porque han hecho del erario una piñata que se manifiesta en el gigantismo e infuncionalidad del Estado, por el dispendio del gasto público y la acumulación de niveles de endeudamiento, y déficit fiscales que mantienen la salud económica de la Nación al borde de la vulnerabilidad.
Calamidad pública porque ese boschismo al revés, como lo califica el intelectual Daniel Beltré López, ha entronizado la desinstitucionalización, el irrespeto a la Constitución y las leyes causantes del desmadre de la corrupción, la impunidad y una distorsión de valores que alimenta el desbordamiento de la delincuencia, la violencia, el irrespeto y el desorden que campean en cada rincón del país.
El padre de todos los fracasos de la calamidad pública que es el PLD, se asienta precisamente en la desinstitucionalización que han sembrado, y que tiene su base y sostén en la inexistencia de la separación e independencia de los poderes del estado.
La calamidad pública se completa con la adversidad que quieren dejarnos al obstaculizar la creación de un marco político y electoral que siente las bases para que empecemos a emerger como una democracia moderna y un estado social de derecho, lo que sólo podemos crear cuando tengamos elecciones libres, equitativas y transparentes, como manda la Constitución.
Por eso hoy el presidente Danilo Medina y el ex presidente Leonel Fernández han trancado la aprobación de buenas leyes de Partidos, y probablemente también la del Régimen Electoral, para que continúen vigentes el fraude, el clientelismo, el uso de los fondos públicos y la inequidad, que amamantan la descomposición política y social, y erosionan la economía.
Al tabular esos datos de la realidad, y apelar a lo que Andrés L. Mateo llama su pedagogía social, Bosch no tendría de otra que caracterizar como calamidad pública la generada al país por el PLD, ese engendro de partido que creó y por cuyas acciones estará arrepentido por los siglos de los siglos…
¿Van las “fuerzas vivas” de la nación y los partidos de oposición a permitirle al PLD hacer zozobrar el marco político y electoral tan urgente y necesario para inicio del desarrollo integral del país, aún pendiente? Está por verse.