La República del Ecuador luce pequeña al compararse con colosos sudamericanos como Brasil o Argentina, pero es un gigante si la medida es con nosotros, ya que tiene 283,561 kilómetros cuadrados de superficie. Es casi 6 veces el tamaño de nuestro país. Su cumbre más alta es el volcán Chimborazo que tiene poco más de 6 kilómetros de altura, el doble de nuestro Pico Duarte. Ambos Estados tienen como “Dios, Patria y Libertad”. En 1944, desde La Habana, Cuba, Juan Bosch escribe sobre los hechos que ocurrían en Ecuador luego de la llamada Revolución de La Gloriosa o del 28 de Mayo. Los artículos fueron: La revolución ecuatoriana y Los problemas del Ecuador, el primero publicado el 1 de junio y el segundo el 3 de junio, es decir, cuando Bosch escribe el primero se está refiriendo a un hecho ocurrido 3 días antes, a miles de kilómetros de distancia donde se encontraba. Una cosa tiene clara Bosch desde su primer artículo, el resultado de ese levantamiento conduciría a José María Velasco Ibarra (1893-1979) a un segundo mandato presidencial, luego de que fuera derrocado en 1935, y así ocurrió.

Bosch destaca que Velasco a pesar de ser conservador en su filiación partidaria, ejerció su primera presidencia (la única que Bosch podía conocer el 1 de junio del 1944) como liberal. “…los ecuatorianos, tan indomables luchadores por su progreso y su libertad, acabaran llevando al poder a un conservador honesto. Era éste José María Velasco Ibarra. Las elecciones en que fue electo se recuerdan como las más libres que se dieron en el país. Velasco Ibarra resultó presidente por una mayoría abrumadora. Antes de tomar posesión de su cargo, el profesor Velasco Ibarra viajó por muchos países de América. Al volver a su patria en 1934, llevaba una mentalidad nueva y un conocimiento serio de cómo habían de ser resueltos los problemas sociales, económicos y políticos del Ecuador” (Vol. XXXIV, p. 341). 29 años después del ascenso de Velasco y 19 después de escribir un artículo sobre ese hecho, Bosch sería elegido por una mayoría abrumadora de dominicanos y dominicanas para ocupar la presidencia de la República Dominicana desde el 27 de febrero del 1963 hasta el 26 de febrero del 1967. Semejante a Velasco Ibarra viajó por varios países previo a su juramentación e inició acuerdos y colaboraciones de gobiernos amigos para el desarrollo de su pueblo.

En el segundo artículo Bosch analiza el gobierno de Velasco Ibarra entre 1934 y 1935, para iluminar al lector de lo que implicaba un segundo gobierno velasquista. Los problemas internos del Ecuador eran antiguos y graves. “Cuando Velasco Ibarra fue al poder en 1934, los problemas del Ecuador eran, con ligeras variantes, los mismos que (…) cincuenta años atrás; aislamiento de las diversas regiones del país y, por tanto, diferencias sensibles en el desarrollo económico-social de las varias zonas nacionales; corrupción política en los cuadros dirigentes de la vida civil y militar; sometimiento de las masas indígenas, de los obreros y los campesinos, a un régimen de miseria, explotación e ignorancia, y de los cuerpos gobernantes al poderío económico de banqueros, empresarios y productores”. (Vol. XXXIV, p. 343). A grandes rasgos esa es la situación de muchos pueblos latinoamericanos, incluido el dominicano: marginación, corrupción y explotación. Males que mantienen atrasados nuestros pueblos y que son la preocupación de aquellos partidos y líderes políticos que se definen como liberales, progresistas, de izquierda o socialistas. Pero muchos que se identifican con una de esas etiquetas han gobernado con políticas que hunden más a su pueblo en la miseria. Por el contrario, y es el caso de Velasco, aparece a veces un gobernante identificado como conservador o de derechas que asume políticas públicas propias de la agenda liberal. “Velasco Ibarra fue a la presidencia apoyado por los conservadores, de cuyo partido era líder; pero tan pronto como se enfrentó, con visión patriótica y corazón sin miedo, a los problemas que debía resolver en beneficio de su patria, tuvo que herir los intereses conservadores, representados por las grandes empresas petroleras y los intereses cacaoteros de la Costa, por la Iglesia, por los señores feudales de la sierra. Los conservadores se volvieron, pues, contra su líder. Los liberales y todos sus afines de las izquierdas, que combatían a Velasco Ibarra por su origen conservador, no acertaron a ver que el Presidente había pasado a ser, de hecho, uno de los suyos y siguieron atacándole. El resultado fue que Velasco Ibarra se encontró, antes de haber cumplido un año en el poder, con la enemistad feroz de los cuadros dirigentes de todos los partidos” (Vol. XXXIV, pp. 343-344). En un libro que escribiría Bosch en Puerto Rico en 1964 para explicar su gobierno y Golpe de Estado, titulado Crisis de la democracia de América en la República Dominicana, analizará como parte de la izquierda dominicana no entendió lo progresista de su gobierno y fue hostil al mismo, pero al ocurrir el Golpe de Estado marchó hacia las montañas en un intento guerrillero con más corazón que cálculo y terminó en una horrible matanza. Y es importante destacar que siempre el discurso de Bosch y sus acciones como presidente fue progresista, nunca conservador.

Militares y políticos corruptos, además de los intereses económicos de los sectores explotadores impulsaron un Golpe de Estado contra Velasco Ibarra, y lo ejecutaron. “Velasco Ibarra tuvo que salir del país. El Dr. Carlos Arroyo del Río, abogado guayaquileño, servidor de los intereses plutocráticos de la costa, liberal, gran orador, demagogo peligroso, pasó a ser el centro de la reacción antivelasquita”. (Vol. XXXIV, p. 344). El Ecuador pagó caro ese Golpe de Estado. El gobierno de Arroyo del Rio fue un revés profundo en las esperanzas del pueblo de salir de la miseria. Pero esos dos años de Velasco Ibarra sembró en el imaginario y la voluntad de la mayoría más pobre que era posible otra forma de gobernar, un gobierno que impulsara políticas públicas al servicio de los marginados para avanzar en la equidad y el progreso. “…mucho cambió la mentalidad del pueblo ecuatoriano, que comprendió, sufriendo, cuán liberal era Velasco Ibarra a despecho de haber surgido a la vida política como conservador. La popularidad del líder derrocado fue expandiéndose día tras día, los motines velasquitas empezaron a estallar en la propia Quito, el caudillo exiliado se erigió en la esperanza de indios, de obreros, de campesinos, de intelectuales honestos” (Vol. XXXIV, p. 344). Desde el exilio Velasco Ibarra dirigió la movilización de masas contra el gobierno de Arroyo del Rio y logró articular un frente que incluia a todos los partidos políticos del Ecuador. Y se logró derrocarlo el 28 de mayo del 1944. Fue una década de combate contra un gobierno contrario al beneficio del pueblo. La valoración de Bosch de ese hecho es intensa en sus expresiones. “¡Lo menos que se merecía Arroyo del Río, por retrógrado e imbécil, era que lo echaran del poder, como lo han hecho, ignominiosamente! Quería hacer creer que en el Ecuador había suficiente libertad para que se celebraran elecciones y no tenía el valor necesario ni para enfrentar la decisión del Pueblo ni para declararse, abiertamente, lo que era en verdad: un dictadorzuelo de mala ley” (Vol. XXXIV, p. 345). Mientras los ecuatorianos necesitaron una década para derrocar el liderazgo del Golpe de Estado del 1934, a los dominicanos les tomó 18 meses derrocar a los golpistas en abril del 1965, pero la intervención del gobierno de los Estados Unidos frustró ese hecho heroico y patriótico de nuestro pueblo para retornar a la democracia.

La lucidez de Juan Bosch sobre los problemas que enfrentaban los pueblos latinoamericanos son muy anteriores a su elección como presidente de la República Dominicana. Suponerlo ingenuo frente a la coalición de los opositores a su gobierno progresista se desmonta al leer sus análisis sobre situaciones semejantes en América Latina casi 20 años antes de su gobierno. Bosch destaca la naturaleza de quienes son enemigos del pueblo empobrecido. “Si en América hay un pueblo que merezca ser gobernado justamente, ése es el ecuatoriano. Sometido desde el origen de su república (…) gobernado por camarillas civiles y militares corruptas, vendidas al mejor postor; entorpecido por una Iglesia fanática, que se acostumbró a los Autos de Fe en los días de la Colonia, ese pueblo ha luchado sin descanso, por más de 130 años, en pos de su libertad, de justicia social, de paz moral alimentada en los derechos de todos” (Vol. XXXIV, p. 345). Esta capacidad de Bosch de explicar y denunciar los retos que enfrentan los pueblos latinoamericanos y sus líderes progresistas para destronar del poder a los sectores que les explotan y les mantienen en el atraso adelanta en 25 años la perspectiva que muchos tienen de un Juan Bosch crítico sobre las estructuras económicas y políticas de explotación. Mucho antes de leer a Marx -o quizás ya los leía- Bosch comprendía a fondo las relaciones de explotación en nuestro continente latinoamericano.