El 3 de abril de 1946 Juan Bosch envió una carta al Cónsul dominicano en Curazao dando por terminada la negociación que llevaba 4 meses, desde que en diciembre del 1945 Andrés Julio Espinal se acercó a dos líderes del PRD que estaban de paso en la colonia holandesa y les propuso iniciar un diálogo con la dictadura. Ni Espinal, ni Trujillo, pudieron adivinar en todo el proceso que el verdadero objetivo de esas conversaciones era justificar el paso de Bosch y los dirigentes del PRD por esa isla para articular la lucha antitrujillista y sacar de ese territorio a Pichirilo.
Esas negociaciones generaron en el movimiento antitrujillista del exilio fuertes conflictos que ahondaría la separación entre ellos en el futuro, aunque se unieron en proyectos como el de Cayo Confites al año siguiente. ¿Había en Bosch y sus seguidores real propósito de entenderse pacíficamente con Trujillo para la democratización del país? Lo dudo, los hechos previos, los argumentos y contrargumentos de la negociación y los hechos posteriores indican que en ningún momento se consideró a Trujillo como digno de fiar en una negociación política. ¿Por qué el esfuerzo en tales misivas y conversaciones? La explicación la da Bosch en su texto del 1984. De parte de Trujillo: “…perseguía con el contacto hecho a través del Cónsul Espinal, el fin de desacreditar en el país a la oposición exiliada, haciendo correr la nueva de que se hallaba en negociaciones con ella, y se aprestaba a la vez a defenderse en la proyectada Conferencia de Rio de Janeiro, donde en caso de ser planteado por algunas naciones el caso dominicano hubiera podido, de conseguirlo, presentar pruebas de que el asunto estaba en vías de arreglo mediante el trato directo con los dominicanos desterrados.” (Bosch, 2009, v. IX: 278-279)
De parte de Bosch y del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) el objetivo fue lograr justificar la cantidad de viajes que se hacían entre Cuba y Venezuela, cruzando por Curazao, que era parte de una negociación con Betancourt para recibir una cantidad significativa de armas para la lucha contra Trujillo -cuestión que la final no se logró-, sacar a Pichirilo de Curazao y llevarlo a Venezuela, y formar grupos antitrujillistas en las Antillas holandesas. (Bosch, 2009, v. IX: 271-280) Lo curioso es que ni Bosch, ni el PRD, buscaron ese diálogo, vino a iniciativa del Cónsul Espinal, pero la astucia política se muestra cuando un hecho no buscado es aprovechado para desarrollar un movimiento táctico que contribuya a la estrategia. La entrega de la misiva a los Cancilleres de América Latina fue un logro significativo, ya que presentaba ante los gobiernos del área un movimiento antitrujillista políticamente bien articulado en términos ideológicos y capaz de responder a nuevos escenarios sin abandonar el propósito fundamental: derrocar la tiranía de Trujillo.
Justo el año anterior había terminado la II Guerra Mundial y la política de Estados Unidos hacia los movimientos comunistas se tornó permisiva, una vez que la Unión Soviética era un aliado del triunfo contra el fascismo alemán en Europa. Esta postura del Departamento de Estado de los Estados Unidos se comunicó a sus aliados de América Latina. Pero la misma duraría poco al iniciar la Guerra Fría. Trujillo en ese mismo año de 1946 anunció la apertura a la creación de partidos políticos en el país y la formación de sindicatos obreros no controlados por el gobierno, la negociación de Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) a inicios de ese año era parte de esa política de Trujillo. “Inquieto por las actividades de los exiliados dominicanos y a tono con los débiles aires democráticos que aún soplaban en la América Latina, a pesar de los avances de la Guerra Fría, Trujillo extendió una «cordial invitación» a sus opositores políticos para que, amparados por las garantías que otorgaban «la Constitución y otras leyes adjetivas», se reintegraran a la patria. Un comunicado oficial de la Legación de la República Dominicana en Cuba, fechado el 10 de junio de 1946, reiteró a los interesados la «formal invitación» del Gobierno para que todos los nacionales que se encontraban en el extranjero —sin distinción de sus ideologías políticas— y quisieran regresar al país, lo hicieran bajo las «más completas garantías oficiales» y se dedicaran, en el marco de la Constitución y las leyes vigentes, a «actividades políticas si así lo desearen».” (Vázquez, 2014: p. 46). La cita es tomada de la obra de Vázquez (2014) La expedición de Cayo Confites.
Esta situación era coherente con la oferta de Trujillo al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) a través del cónsul Espinal, pero tal como Bosch y su grupo lo advertía: “Tras un brevísimo período de legalidad, los órganos represivos de la dictadura arremetieron contra aquellas fuerzas de la oposición que habían caído en la trampa, en especial el recién constituido Partido Socialista Popular (comunista) cuyo primer acto público tuvo lugar en septiembre de 1946 y ya en octubre era fuertemente reprimido.” (Vázquez, 2014: 47) Estos esfuerzos de Trujillo por aparentar una cierta liberalidad a regañadientes tuvo situaciones tragicómicas, el mismo Bosch en un artículo publicado en La Habana menciona el caso de un abogado que recibió la visita de un Ministro de Trujillo con una solicitud muy extraña: -Se trata de que el presidente desea que en el país haya un partido comunista, él mismo me ha dicho que usted es el hombre idóneo para encabezarlo. – ¿Yo, señor? preguntó casi a punto de morir de asombro el abogado. En la época de Trujillo la palabra comunismo estaba prohibida, salvo para denostarlo. -Sí, usted. El ‘jefe’ quiere que usted aparezca como director. El partido constará de pocos miembros, amigos de confianza y sacará un periódico que el presidente pagará. Desde luego, nada de propaganda comunista ni de asuntos de huelga o salarios altos. ¡Ni de juego! Pero podrá decir lo que quieran de Stalin y del ‘jefe’, claro. Además, podrá elogiar al ejército rojo. Bosch relata que el abogado se quedó sin resuello pues no entendía ni papa de comunismo, que lo sentía mucho, que total, no aceptó. Entonces fue hecho preso. Hasta esos niveles llegó Trujillo intentado dar muestra de “apertura”.
Pichirilo logró ser llevado a Venezuela, donde estuvo trabajando en una naviera, pero posteriormente se trasladó a Cuba. Betancourt nunca llegó a entregar las armas prometidas en parte por la presión de los Estados Unidos al enterarse de esa propuesta. En Curazao y Aruba operaron grupos clandestinos de apoyo a la lucha antitrujillista, pero siempre con el cuidado de que las autoridades de esas islas no se enteraran. Posteriormente el cónsul Espinal sería enviado a otros destinos y la caída del régimen trujillista lo encontró como representante de República Dominicana en el Líbano. El texto de Espinal continúa analizando la vida política de Bosch en los años 60 en República Dominicana valorando muy negativamente la personalidad y el pensamiento de nuestro autor, como buen trujillista que era el Cónsul.