En mi obra “El golpe de Estado” se revelan los esfuerzos fallidos pero persistente del gobierno de facto que le reemplazó para presentar a Bosch como un político corrupto y  justificar por ello la asonada ante la comunidad internacional y ofrecerle asimismo al país un pretexto que sirviera de excusa al quebramiento del orden constitucional.

El relato que sigue muestra cómo lo intentaron: “En las semanas siguientes al golpe, el Triunvirato hizo ingentes esfuerzos por presentar al efímero régimen de Bosch como corrupto. Fue uno de sus grandes fracasos. La reputación del expresidente era la de un hombre austero, decidido a vivir del producto exclusivo de su trabajo. Las insinuaciones de corrupción encontraron poco eco en la prensa internacional. Muchos diarios del exterior, por el contrario, dedicaron amplios espacios para resaltar la sencillez con que Bosch y su esposa vivían,

“El 30 de septiembre, mientras Bosch navegaba hacia el exilio, el Miami Herald publicó un despacho de su enviado especial Art Burt que decía: “La breve y rara leyenda del presidente Juan Bosch terminó con la reclamación de los muebles de su casa por una tienda y una cuenta bancaria de $ 101.04 que dejó para pagar a sus acreedores”. Según Burt, como Bosch adquiriera los muebles a crédito “dejó instrucciones” en el sentido de que fueran devueltos a la tienda. Su balance bancario fue dejado para sus acreedores.

“El Triunvirato no se dio por vencido. Gastaría muchos recursos y tiempos en una tentativa inútil por cambiar esta imagen de probidad que la gente tenía de quien había sido por siete meses su presidente”.

Esta parte de la historia de su vida es ignorada por muchos de sus seguidores. Y todavía cuesta conciliar este Bosch con la imagen de un político temeroso de las obligaciones del poder que sus adversarios todavía 54 años después del golpe blanden en su contra.