Hace dos semanas tuve el inmenso honor de presentar a Laura Chinchilla Miranda en una actividad que celebramos en la PUCMM en torno a la cuestión de migración, con el salón lleno de extremo a extremo. La Sra. Chinchilla fue presidenta de Costa Rica del 2010 al 2014 por el Partido Liberación Nacional, organización partidaria fundada en octubre del 1951 como resultado del triunfo de la Revolución del 1948, bajo el liderazgo de José Figueres Ferrer. Esa revolución fundó un nuevo modelo de Estado en América Latina, que junto a la Revolución Mexicana de 1910 y la Revolución Cubana de 1959. son las 3 hazañas políticas más relevantes en nuestro continente en el siglo XX. La de Costa Rica se distingue por ser la revolución más democrática y la que apostó desde su nacimiento por la abolición del ejercito. Estableció el sufragio femenino y canceló la segregación racial contra los afroamericanos. Y menciono únicamente esos logros para aquilatar la relevancia política y social de dicha revolución.

En dicha Revolución del 1948 se emplearon armas que habían sido adquiridas para la expedición de Cayo Confite y dominicanos como Miguel Ángel Ramírez Alcantara fueron de sus principales líderes militares. En torno a esa revolución se forjó el mito de la Legión del Caribe que todavía hoy día provoca debates entre historiadores. Costa Rica también tiene una gran relevancia en la vida de Juan Bosch porque fue en dicha nación que recibió la noticia del tiranicidio de Trujillo, impartiendo clases en un instituto patrocinado por Ferrer. Que al llegar a República Dominicana en octubre del 1961 comenzaran a llamarlo “profesor” era fruto de que sus alumnos dominicanos de esa escuela de formación política así se referían a él. Una anecdota que nos contó la Sra. Chinchilla es que cuando era estudiante universitaria, al inicio de la década de los 80, fue invitada por un compañero de estudio a su boda aquí en el pais y tuvo la oportunidad de conocer y hablar por un buen rato con Juan Bosch.

Convencido estoy de que cuando Bosch ganó la presidencia de la República en 1962, sin negar que tenía como referente los 8 años de gobierno del PRC-Auténtico, su ideal supremo era la democracia de Costa Rica, junto a sus grandes logros sociales y económicos.

El 19 de septiembre de 1944 publica Bosch un artículo titulado La unión de Centroamérica, en la pagína 14 de la Información, en La Habana. El argumento central de partida es que la región centroamericana durante el periodo colonial y al iniciar el proceso de su independencia, era un territorio unido que luego se fragmentó en varias repúblicas y que su lucha, en 1944 y en la actualidad, era volver a ser una unidad. “Desde el día 15 de este mes entró en su 124º aniversario de

vida independiente esa hermosa, rica y hechicera porción del Hemisferio que se llama América Central. Antes del 15 de septiembre de 1821, lo que ahora son cinco repúblicas separadas era el territorio gobernado por la Capitanía General de Guatemala, predio de don Pedro de Alvarado, aquel duro y escaso y solo conquistador que salvó la vida pegando un salto asombroso en el trecho roto de puente que todavía se conoce, en México, con el nombre de “salto de Alvarado” (v. XXXIV, p. 523). Esa unidad bajo el dominio colonial español no sobrevivió a la independencia. “Pero no bien libre, y gracias a las ambiciones de unos cuantos señores y al arraigo del criterio feudalista en las posesiones españolas, lo que se hizo independiente con el nombre de República Mayor de Centroamérica, quedó roto en cinco países distintos: Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala. La división perdura todavía (1944), a pesar de Morazán y de su obra unificadora”   (v. XXXIV, pp. 523-524).

Bosch se refiere a Francisco Morazán, indudablemente el referente más relevante de la unidad de una Centroamérica independiente, en estos términos: “Francisco Morazán, hijo de corso, había nacido en Tegucigalpa -Teguzalpa, es decir, Cerro de Plata, llamaban a la región los indígenas-, llamada a ser capital de Honduras; y era estudiante en la Escuela de Sargentos de la ciudad cuando ocurrió la división. “Han roto la República Mayor; yo voy a unirla”, dijo el mozo. Y la unió. Tenía 21 años al iniciar su increíble carrera militar y política encaminada a la unificación del istmo. Fue un caso admirable de genio de las armas y las leyes. Los antiguos generales quedaban deshechos cuando se medían con Francisco Morazán; los viejos políticos no pudieron enfrentarse a su concepción liberal del fenómeno centroamericano. Él separó la Iglesia del Estado, estableció el divorcio, fundó la escuela, organizó la vida civil de la otra vez gran nación. En 1836, sin embargo, tuvo que abandonar el poder; y la República Mayor volvió a quedar rota. Todavía lo está” (v. XXXIV, p. 524).

En la actualidad uno de los esfuerzos políticos más firmes en el camino de la integración de América Central es el Sistema de la Integración Centroamericana, que además de unir a los cinco paises que se formaron al romperse la República Mayor de Centroamérica, sumó a Belize, Panama y como caso curioso a la República Dominicana, que siendo un país caribeño, tiene mucha semejanza política, social y económica con las naciones centroamericanas, sobre todo con Panamá, Costa Rica y Nicaragua. El SICA surge con la firma del Protocolo de Tegucigalpa de 1991 tras décadas de dictaduras, golpes de Estado, invasiones de Estados Unidos y guerras de guerrillas. Este sistema de integración cuenta con varios órganos de toma de decisiones y ejecucion: la Reunión de Presidentes, el Consejo de Ministros, el Comité Ejecutivo, la Secretaría General, el Parlamento Centroamericano (PARLACEN), y la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ). Indudablemente, visto a los ojos de Bosch en 1944, mucho hemos avanzando, incluso a pesar de todos los conflictos vividos en todo el siglo XX.

La capacidad visionaria de Bosch nos reta con su juicio de lo necesario de la unidad de los pueblos del istmo y la antillas. “La unión de Centroamérica les hace falta a los americanos; será beneficiosa para los antillanos; abrirá el camino para tantas esperanzas de unidad continental como alientan por ahí, en millones de compatriotas continentales. El día que se haga será para muchos de nosotros como el de un nuevo nacimiento de la América grande que soñaron nuestros padres y que estamos soñando los americanos de hoy” (v. XXXIV, p. 525).