El 27 de febrero del 1938 Juan Bosch escribe a Rafael Leonidas Trujillo Molina desde esta dirección: Luna 50-3ro., San Juan, Pto. Rico. Había salido de Santo Domingo en los primeros días de enero de ese año, por lo que llevaba menos de dos meses en la tierra boricua. Esta carta tiene un gran valor para entender como pensaba Bosch a sus 28 años de edad. “Mi destino es ser escritor, y en ese campo, nada podía ya darme el país, y no sería eso sólo causa bastante a hacerme dejar el lugar de mis afectos, sino que, además de no poder seguir siendo escritor, tenía forzosamente que ser político, y yo no estoy dispuesto a tolerar que la política desvíe mis propósitos o ahogue mis convicciones y principios” (v. XXXVII, p. 321). Bosch considera que está en una encrucijada, escoger entre ser escritor o ser político. Su propósito es ser escritor y seguir viviendo en República Dominicana, aparte de no aportarle nada más en su vocación, lo obligaría a ser político, lo cual ahogaría sus convicciones y principios. Si por un lado su autopercepción como escritor está a tan alto nivel que no necesita otros ambientes más desarrollados que el país, por otro lado su perspectiva de la política es medularmente negativa.

¿Por qué percibe así la política?  “A menos que desee uno encarar una situación violenta para sí y los suyos, hay que ser político en la República Dominicana. Es inconcebible que uno quiera mantenerse alejado de esa especie de locura colectiva que embarga el alma de mi pueblo y le oscurece la razón: el negro, el blanco, el bruto, el inteligente, el feo, el buen mozo; todos se lanzan al logro de posiciones y de ventajas por el camino político” (v. XXXVII, p. 321). Bosch rechaza la política en cuanto es practicada en el país. Su novela La Mañosa reflejaba claramente esa “locura colectiva” y con el ascenso de Trujillo le deparaba a quienes no se aliaran con él “una situación violenta para sí y los suyos”.  Bosch no soporta vivir en una sociedad como esa y por eso se marcha a Puerto Rico. Pero él está claro que esa no es la verdadera política. “¿Cómo es posible que no se comprenda que la política no es arte al alcance de todo el mundo? La marcha de la sociedad, la rigen los políticos; ellos deben ser seis, siete; así es en todos los países y así ha sido siempre; nosotros invocamos los principios universales y exigimos que las mujeres, los niños y hasta las bestias actúen en política” (v. XXXVII, pp. 321-322). Trujillo, heredando la misma mentalidad del caudillismo precedente, obligaba a todos a participar o padecer el ostracismo, la carcel o la muerte. En ese momento Bosch considera que la actividad política tiene tal grado de especialización social que sólo unos pocos debe ejercerla, semejante criterio estará presente cuando funde el PLD muchas décadas después. Su concepción de la política es de alto nivel y lo afirma en esta carta al dictador. “Yo no concibo la política al servicio del estómago, sino al de un alto ideal de humanidad” (v. XXXVII, p. 322). Bosch y Trujillo tienen ideas muy opuestas de lo que es la política.

Para explicar mejor tal situación que vivía el país se presenta a sí mismo como ejemplo. “Yo, que repudiaba y repudio tal proceder, vivía perennemente expuesto a ser carne de chisme, de ambiciones y de intrigas. (…) Empeñado en no crearles a los míos una situación amarga, y en interés de adaptarme a la realidad de mi país, yo hice esfuerzos con mi mayor buena fe y, nuevo Galileo, me sometí varias veces a las exigencias del momento” (v. XXXVII, p. 322). Lejos relativamente de las garras de la dictadura puede exponer el repudio que sentía a esa manera de organizar la sociedad y que lo acompañará toda su vida. Sobre toda la vida de Bosch se abatirán una y otra vez los chismes y las intrigas. Basta recordar la perversa maniobra que políticos y comunicadores le prepararon en las elecciones del 1990 para extraerle una afirmación de que no creia en Dios.  Sobre los responsables cae el repudio de quienes sabemos sus identidades. Pero fue un huracán de chismes lo que se generó en el 1962 y 1963 contra su persona para concluir con un Golpe de Estado que le costó a la sociedad dominicana miles de muerto entre 1963 y 1978, y, como he dicho antes, ninguno de los responsables ha pedido perdón al pueblo que votó mayoritariamente por Bosch en las primeras elecciones democráticas del país.

Bosch reconoce la vulnerabilidad de su posición en el seno de la dictadura. “…yo hice esfuerzos con mi mayor buena fe y (…) me sometí varias veces a las exigencias del momento”. Escribió a Trujillo pidiendo ayuda para publicar sus escritos, se inscribió en el Partido Dominicano y hasta pronunció discursos respaldando la reelección del tirano. Previo a todo eso padeció persecución y cárcel. Y tenía bien claro cual sería su futuro si seguía en el país sometido a Trujillo. “…esos sometimientos no hacían sino crear en mí un estado de ánimo peligroso para el porvenir de mi familia y, desde luego, para el mío. Destruía mi carrera y perdía a mis propios ojos todo el respeto que yo mismo me debía. Sabía, además, que mientras viviera en la República Dominicana no podía evitar eso, porque tratar de hacerlo era ser enlistado como enemigo, y yo sé por experiencia personal adónde conduce tal designación. De ahí que haya salido de mi país” (v. XXXVII, p. 322). Creo que sólo dos cartas, las que conozco, expresaron a Trujillo con tal grado de honestidad, el sufrimiento personal que generaba su dictadura en hombres con integridad. Esta de Bosch del 27 de febrero del 1938 y la de Américo Lugo del 13 de febrero del 1936. Bosch confiesa lo más hondo de lo que vivía: “Destruía mi carrera y perdía a mis propios ojos todo el respeto que yo mismo me debía”. Sin saber, ni poder, cambiar la situación del país, la única opción era escapar de ese infierno. Dos cosas están claras, no sólo es una carta que expresa la intimidad de lo que se vivía internamente en el alma de Bosch, sino también la naturaleza criminal del régimen: “Sabía, además, que mientras viviera en la República Dominicana no podía evitar eso, porque tratar de hacerlo era ser enlistado como enemigo, y yo sé por experiencia personal adónde conduce tal designación”.

Viendo hacia el futuro Bosch pondera lo que será su destino luego de tomar la decisión de salir del país y sobre todo de explicarle claramente a Trujillo los motivos de su decisión. “Yo sé que he salido de mi tierra para no volver en muchos años, porque considero que la actual situación dominicana será de término largo y porque sé que fuera de un cargo público yo no tendría ahora medios de vida en mi país, y no podría estar en un cargo público absteniéndome de hacer política” (v. XXXVII, p. 322). Regresar hubiese sido su asesinato de manera inmediata o luego de padecer el horror de  Nigua. En este punto Bosch reflexiona sobre como tomaría esta carta su destinatario. “Tal vez Ud. reaccione contra estas declaraciones considerándome traidor. Yo le contestaría en ese caso que la primera lealtad se la debe uno a su destino, a sus convicciones y a su tranquilidad; y mi destino, mis convicciones y mi tranquilidad no son plantas que puedan florecer por el momento en el ambiente dominicano” (v. XXXVII, pp. 322-323).

Esa declaración de Bosch sobre la “primera lealtad” será la marca firme de toda su vida y salvo los momentos en que bajo la dictadura tuvo que tragarse su dignidad para evitar la aniquilación personal y de su familia, el resto de su existencia será la señal que toda persona sensata y honesta reconoce en él, siempre fue un hombre íntegro. Justo cuando escribo estas líneas leo con pasión una especie de memorias de Narciso Isa Conde titulado Secretos, vivencias…de lucha, vida y amor, y en la página 256, reproduciendo una carta que le envió a Bosch en ocasión de su octogésimo-sexto cumpleaños, le indica luego de felicitarle “..son una expresión sincera de reconocimiento a su dignidad personal, a su talento literario y a su honesta trayectoria”. Suscribo totalmente esa valoración de Isa Conde. En el mismo texto Bosch se refiere a Narciso en estos términos: “…ese muchacho es muy honesto, muy sincero…entre los dirigentes de izquierda es de los más serios y coherentes” (p. 258) También subscribo ese juicio de Bosch sobre Narciso Isa Conde.

La carta concluye con una promesa a Trujillo que Bosch rompería en pocos meses. “…tenga Ud. la seguridad de que, a menos que me vea en el caso forzoso de tener que defenderme, yo no utilizaría mi pluma en comentar la política dominicana. Le repito que la causa de mi salida es el firme propósito de no actuar en política personalista” (v. XXXVII, p. 323). La lectura de Hostos en Puerto Rico para preparar sus Obras Completas, el encuentro con Cotubanamá Henríquez y su partida a Cuba en enero del 1939, llevaría rápidamente a Bosch a convertirse en un político pleno en lucha contra la dictadura de Trujillo y a ser identificado por éste como uno de sus principales enemigos en el exilio. De esa promesa rota una parte se salva, nunca, pero nunca, Juan Bosch hizo política personalista. Siempre estuvo opuesto al quehacer político corrupto y para beneficio personal, como ocurrió en el PRD, del cual salió asqueado, y como ocurre hoy en el PLD.