Únicamente en dos ocasiones Juan Bosch se involucró en una acción violenta para derrocar dictaduras. La primera en 1947 contra Trujillo, la segunda en 1965 contra el Triunvirato. En ambos casos Bosch ponderó a fondo las posibilidades de éxito de dichas acciones en contraposición a la gran cantidad de muertes que provocaría, esto último un asunto que siempre le afectaba por su profunda visión humanística y valores morales. Ninguna de las dos acciones tuvo éxito, la primera porque fue detenida por aliados de Trujillo en las Fuerzas Armadas Cubanas por mandato del Departamento de Estado de los Estados Unidos, la segunda por la invasión de los Estados Unidos a nuestro país una vez descubrieron que la revolución constitucionalista iba a triunfar. En ambos casos el objetivo de Bosch era implementar la democracia en República Dominicana.

“…yo era un demócrata. Por supuesto, un demócrata que no era capaz ni remotamente de pensar, ni de admitir la idea de que siendo gobernante de un país pudiera yo hacer negocios, o coger dinero, o tener propiedades, o tener esa vida depravada de tantos líderes democráticos latinoamericanos o de otros países del Tercer Mundo. Yo creía en la democracia representativa; lo que me puso a dudar de esa democracia fue la intervención militar norteamericana de 1965, y recuerdo que en esa ocasión, creo que con motivo del 1º de mayo de ese año, Fidel Castro pronunció un discurso aquí en La Habana, en el que dijo: “[…] ¿Acaso Juan Bosch es, o ha sido alguna vez, comunista? ¡Nunca! El señor Juan Bosch no tiene que aclarar que él no es comunista, porque nadie ha tenido nunca a Juan Bosch por comunista. […] pero nosotros sabemos que Juan Bosch nunca ha sido, y posiblemente nunca será, comunista. Decimos esto, posiblemente, porque quién sabe si después de todo lo que le han hecho algún día empieza a pensar de una manera distinta de la que piensa hoy”. Fidel fue la única persona capaz de pensar así en América, porque ni siquiera los comunistas que me conocían, y con quienes mantuve muy buena relación toda la vida, por ejemplo, Juan Marinello, Nicolás Guillén, Blas Roca, Lázaro Peña, César Escalante, Salvador García Agüero, no dijeron eso; pero Fidel lo dijo. Fidel me conocía, habíamos estado en Cayo Confites juntos”. (Vol. XXXIX, pp. 185-186). Fidel Castro, que es el vínculo entre estas dos grandes gestas militares de Bosch, una por su participación, otra por su discurso, tuvo razón, ya que luego del 1965 Don Juan descubrió que no era posible la democracia en la República Dominicana con el apoyo, ni en contra, de los Estados Unidos. Tenía que buscar otra vía política para lograr la libertad y bienestar de la sociedad dominicana.

La Expedición de Cayo Confites, que comenzamos ahora a analizar en esta serie sobre Bosch, no fue una guerrilla, a la manera como lo fue la de Caamaño en 1973. “…yo salí una vez para el país en una expedición armada, que fue la de Cayo Confite, pero lo que venía en esa expedición no era una guerrilla; era una invasión en regla, con más de 500 hombres bien entrenados, con artillería y morteros y con aviones y varios buques. Pero el fracaso de esa expedición me hizo meditar mucho y luego me negué a participar en cualquier movimiento armado que viniera del extranjero hacia el país y dentro del Partido (en el PRD y luego en el PLD) mantuve esa posición contra viento y marea” (Vol. XXIII, p. 121). Esa decisión la mantuvo siempre, tanto con la expedición del 14 de Junio, como con la de Caamaño. La Revolución de Abril del 1965 fue diferente, porque se trató de un levantamiento cívico y militar contra la dictadura gobernante en el país.

Cayo Confites tiene una historia previa y una posterior sumamente importante. Un nombre clave fue Juan Rodríguez, quien puso su voluntad antitrujillista y sus recursos personales para la expedición. Bosch evoca la actitud de Rodríguez sobre él. “Cuando llegó la hora de organizar Cayo Confites, Juan Rodríguez dijo que había que contar conmigo, porque yo era un hombre importante que tenía buenas relaciones en Cuba y otros países, y además contaba con cuatro aviones… Se formó la junta directiva, integrada por Ángel Morales, Leovigildo Cuello, Jimenes-Grullón, Juan Rodríguez y yo… La junta militar estuvo compuesta por Juan Rodríguez, como comandante en jefe, y por mí, como miembro… Comenzó el reclutamiento de gente, exiliados dominicanos, cubanos, norteamericanos, venezolanos, nicaragüenses…” (Vol. XXXVIII, p. 343). Bosch estuvo en el mando político y militar de la expedición desde su origen. Juan Rodríguez tenía el tino necesario para darse cuenta de que entre los líderes del exilio en Cuba Bosch era el que estaba más profundamente conectado con el PRC-Auténtico y trabajaba en el Gobierno al lado de Prío Socarrás y Grau San Martín. Cuestión que ya he tratado en otras entregas de esta serie. El momento era oportuno porque recién acababa la Segunda Guerra Mundial e inicialmente el gobierno de Estados Unidos no veía con buenos ojos a las dictaduras latinoamericanas, pero esa situación cambió radicalmente en poco tiempo con el inicio de la Guerra Fría.

En la misma entrevista que acabo de citar, Bosch da más detalles de la preparación de la expedición. “El punto de reclutamiento era el hotel San Luis, en La Habana, para de ahí pasar a Holguín, luego a El Ramón y, finalmente, al centro de concentración y entrenamiento: un islote desierto de la costa nororiental llamado Cayo Confites. Eran mucho más de quinientos; tal vez el número de expedicionarios sobrepasaba el millar, organizados en unidades de combate, con los nombres de Máximo Gómez, al mando del cubano Rolando Masferrer; el batallón General Cabral, comandado por Miguel Ángel Ramírez Alcántara, y el batallón Guiteras, que dirigía Eufemio Fernández” (Vol. XXXVIII, pp. 343-344). Esta entrevista la realizó el brillante periodista Ramón Colombo, quien publicó el conjunto de las entrevistas que efectuó a Bosch en un libro titulado Bosch, la palabra y el eco, Santo Domingo, Secretaría de Estado de Cultura, 2009, pero las citas las tomo de las Obras Completas de Juan Bosch. El involucramiento del gobierno cubano, con su presidente Grau San Martín, era integral en la preparación de la expedición y eso lo sabía Trujillo desde el inicio gracias a sus aliados en la isla mayor de las Antillas.

Problemas los hubo desde el inicio. “…hasta Cayo Confites llegaron noticias frescas de La Habana: los grupos terroristas de Emilio Trout y Mario Salavarría habían tenido un enfrentamiento a tiros. Rolando Masferrer planteó olvidarse de Trujillo e irse a La Habana, con la gente de Cayo Confites, “a tomar el poder” (Vol. XXXVIII, p. 344). La lucha política en el seno de Cuba contaminaba la expedición, solo basta ver como uno de los comandantes estaba más interesado en la refriega gansteril de la vida política de Cuba en esos momentos que en el esfuerzo por derrocar a Trujillo. Y Bosch cuenta lo que resulta ser una de las anécdotas más curiosas de ese proyecto. “Convoqué inmediatamente una junta de jefes militares e insistí en rechazar las pretensiones de Masferrer y aplicar un plan que previamente había propuesto a Juan Rodríguez. Se trataba de escoger 50 o 60 hombres que parecieran norteamericanos; ponerles uniformes y cascos norteamericanos y emprender viaje rumbo a Islas Turcas, en un barco con insignias norteamericanas. De allí bajar a Fort Liberté, en Haití; desfilar con bandera norteamericana, cruzar la frontera dominicana y meternos en el Cabo Francés” (Vol. XXXVIII, p. 344). En la próxima entrega continuaremos con ese plan y su destino.