El 28 de enero del 1938 Juan Bosch escribió una carta desde San Juan de Puerto Rico a su superior en el Departamento de Estadística en Santo Domingo (en ese entonces Ciudad Trujillo) y un mes después, el 27 de febrero del 1938 (aniversario de la Independencia Dominicana) otra a Trujillo. Ambas con el mismo propósito: él no regresaba al país. Los motivos expresados a ambos son semejantes. Su vocación literaria le impedía seguir viviendo en la República Dominicana por la manera en que la política, valga decir la sumisión al dictador, impregnaba todas las actividades sociales y profesionales. Pero también estaba el factor económico. El mismo Bosch lo explica. “En los años 1934, 35, 36, 37, yo no podía mantener a mi familia —ya me había casado y en diciembre de 1936 nació mi hijo León— con lo que podría producir vendiendo 500 libros, sobre todo si se toma en cuenta que para venderlos tenía que hacerlo entre personas con las que tenía algún tipo de relación que vivieran en la Capital, en La Vega y en Santiago, los únicos centros urbanos en los que era conocido” (v. XXXVII, p. 319). Todavía en 1930 la parte urbana del país -si semejante nombre pudiera dársela- escasamente superaba el 10% de la población. Y tal como señala Bosch, salvo Santo Domingo, La Vega y Santiago, encontraríamos algo urbano en San Pedro de Macorís, Puerto Plata y Montecristi, el resto de lo “urbano” eran pueblos polvorientos que servían como centros de intercambio de productos al mundo rural que les rodeaba.
La posibilidad de tener un ingreso regular fruto de una actividad profesional al margen del gobierno era imposible, Trujillo controlaba todos los resortes del poder estatal y de la sociedad y economía. Por tanto, la única forma de tener un trabajo adecuado era involucrándose con el gobierno. “Por esa razón, cuando el padre de Manuel del Cabral, una figura política bien conocida en el país a quien nadie podía acusar de que era un hombre corrompido, me ofreció un empleo de cien pesos (entonces eran dólares) mensuales para que le ayudara en la tarea de hacer un censo de la población del país, acepté su propuesta y estuve viviendo de ese trabajo, que culminó con la ejecución del censo de 1935…” (v. XXXVII, pp. 319-320). Acabado el censo se descubrió la necesidad de una oficina permanente que manejara las estadísticas y actualizaciones de las mismas, y fruto de eso Bosch es nombrado Jefe del Servicio de Información. Así lo explica él: “Mario Fermín Cabral convenció a Trujillo de que había que crear un departamento, el de Estadísticas Nacionales, y en fundarlo y hacerlo funcionar se consumieron el año 1936 y gran parte del 1937. Durante todo ese tiempo mi sueldo era cubierto con fondos del Partido Dominicano, que Mario Fermín Cabral administraba. El día 1º de noviembre de 1937 el propio Mario Fermín Cabral me entregó un sobre de la Presidencia dirigido a mí en el cual había un nombramiento de Jefe del Servicio de Información de la Dirección General de Estadísticas firmado por el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo. Cuando acabé de leerlo don Mario Fermín puso su mano derecha sobre mi hombro izquierdo y dijo: Prepárate, que el jefe te va a nombrar diputado” (v. XXXVII, p. 320). Esas palabras taladraron la mente y el corazón de Bosch afirmando su voluntad de escapar cuanto antes de este país.
En el número anterior de Veritas explicábamos como Bosch logró conseguir que un médico le firmara una autorización para ir a Puerto Rico a tratar un imaginario problema de salud de su esposa embarazada, el médico era Pompilio Brower. Por fin logra la autorización y señala nuestro autor: “Ahora, medio siglo después, evoco el momento en que asomado a una baranda del barco en que nos íbamos del país salíamos por el río Ozama hacia Puerto Rico mi mujer, ya embarazada de la que sería mi hija Carolina, León, cogido de la mano de su madre, y yo” (v. XXXVII, p. 321). Bosch perfectamente pudo quedarse en Puerto Rico y no decir nada, pero su talante y cortesía era muy elevada y decide escribir una carta a Vicente Tolentino Rojas, quien, por la carta, da a entender que trabajaba con él en dicha oficina. El texto es breve y sólo el primer párrafo está dedicado a indicar que no vuelve. “Mi querido Vicentico: Yo no voy. He escrito al Presidente explicándole que me quedo. Es una cosa que yo lamento infinitamente por la oficina, pero que no puedo explicar ahora. No tengas miedo de que yo vaya a resultar enemigo aquí; me aparto definitivamente de la vida política dominicana. O vivo como escritor o vivo como comerciante, pero no como político. (…) Volveré al país después que haya hecho un recorrido por los países americanos. (v. XXXIX, p. 479)
Varias observaciones a dicha carta. Lo primero es que Bosch insiste, y lo hará en la carta a Trujillo, que él no será enemigo del gobierno, promesa que no tardará en romper. Lo segundo es que la carta a Trujillo no la enviará hasta un mes más tarde. Lo tercero es una constante en varios textos que ya hemos comentado sobre Bosch desde su viaje a Barcelona en 1929, su deseo de viajar y conocer otros países, para avanzar en su carrera como escritor. El párrafo clave de su carta es la afirmación lapidaria de que: “O vivo como escritor o vivo como comerciante, pero no como político”. Esta afirmación es esencial para comprender el cambio radical que sufrió durante su estancia en Puerto Rico y mucho más al llegar a Cuba a inicios del 1939. Nunca abandonó su vocación literaria en todo ese tiempo, pero se integró de lleno a la actividad política para derrocar a Trujillo. Terminó en pocos meses siendo un enemigo público de la dictadura.
La carta a Trujillo era más extensa y muy bien elaborada, Bosch sabía lo que se jugaba al enviarla. Un primer párrafo explica claramente el motivo de su misiva, sin subterfugios. “Hon. Señor Presidente: Sirve la presente para formular ante Ud. mi renuncia como jefe del Servicio de Información de la Dirección General de Estadística, cargo que Ud. pusiera a mi cuidado por nombramiento extendido el 1º de noviembre de 1937. Esta renuncia es efectiva a partir del 28 del presente mes de febrero, y espero que será gustosamente aceptada por Ud.” (v. XXXVII, p. 321). Tomando en cuenta que Bosch renuncia el último día de febrero, él ocupó esa posición durante 4 meses exactos, estando fuera del país prácticamente la mitad de ese tiempo.
El segundo párrafo es más complejo porque Bosch esboza sus razones para abandonar su puesto de trabajo y el país. “Créame, señor Presidente, que me es muy duro restar a mi país mis servicios, tanto más cuanto que yo sé bien cómo adolece la República Dominicana de gentes que trabajen con entusiasmo y conciencia; pero, a menos que yo aceptara pacientemente una desintegración de mis facultades, yo no podía seguir viviendo en mi tierra” (v. XXXVII, p. 321). Bosch se reconoce como parte de una minoría que por su talento impulsa el desarrollo del país, pero a la vez confiesa que permanecer en su patria implicaría la “desintegración de mis facultades”. Palabras fuertes, ya que a la vez que se sabe poseedor de un talento que ayudaría al país, precisamente por ello su destino sería destruirse debido al régimen que gobernaba. Viendo la historia dominicana en esa etapa asistimos a como muchos hombres y mujeres de gran talento corrompieron su sentido moral y ahogaron gran parte de su creatividad para ser alabarderos del régimen y responder a los apetitos del déspota.
Continúa la carta. “Mi destino es ser escritor, y en ese campo, nada podía ya darme el país, y no sería eso sólo causa bastante a hacerme dejar el lugar de mis afectos, sino que, además de no poder seguir siendo escritor, tenía forzosamente que ser político, y yo no estoy dispuesto a tolerar que la política desvíe mis propósitos o ahogue mis convicciones y principios” (v. XXXVII, p. 321). El uso del término política que emplea Bosch en la carta traduce la acción de la tiranía que humilla, soborna, aterroriza y hasta ejecuta matanzas como las de octubre del 1937 con absoluta impunidad. Es en esa clase de política que Bosch no tolera vivir. Por eso, aunque inicia esta parte enfatizando su vocación de escritor, que ya lo había planteado en el interrogatorio del 1934, y que salir del país era necesario para su desarrollo, rápidamente enfatiza que el verdadero motivo es la manera en que se gobierna el país.
Bosch hunde el dedo en la llaga del problema. “A menos que desee uno encarar una situación violenta para sí y los suyos, hay que ser político en la República Dominicana. Es inconcebible que uno quiera mantenerse alejado de esa especie de locura colectiva que embarga el alma de mi pueblo y le oscurece la razón: el negro, el blanco, el bruto, el inteligente, el feo, el buen mozo; todos se lanzan al logro de posiciones y de ventajas por el camino político” (v. XXXVII, p. 321). ¿Quién es el artífice de la violencia que produce la “política” en el país? ¿Quién enfrenta unos a otros para mutuamente se delaten y se mantengan enemigos entre si y la única fidelidad es para el Jefe? Trujillo, que no era bruto sabía que se refería a él.