En nuestro país, justo después del primer gobierno del Dr. Balaguer, casi todas las transiciones de mando han tenido una constante: la corrupción anterior se santifica y se perdona para negociar la libertad de hacer lo mismo en el próximo gobierno de turno.

En el sector público, de surgir algún escándalo, solo se hacen parodias de supuestos juicios y uno que otro ha ido a parar a la cárcel. Quizás, no tanto por corrupto sino por ser enemigo del gobierno de turno. Con el sector privado ha sido algo diferente ya que, en medio de un circo mediático, hemos sabido encarcelar a muchos banqueros “hijos de papi y mami”. Lo que estos banqueros robaron o desfalcaron en sus bancos no tiene nada que envidiarle a lo que muchos de los ladrones de los tres grandes partidos nacionales y sus aliados se han robado en estos últimos 40 años.

¡Y todavía seguimos… y con más fuerza!

Los dominicanos hemos bautizado este proceso político con el término borrón y cuenta nueva, como si fuese una deuda entre partes, la cual una de las partes no puede pagar, solo que en este caso la “deuda” es la corrupción gubernamental, el desfalco de las arcas del pueblo, los contratos que hacen ricos a un par de funcionarios solo en días. A estos últimos no les hace falta ni el rigor académico, ni las mejores escuelas de negocios del mundo para saber cómo hacer verdaderos negocios. Solo la “marrulla” que llevan en su DNA.

Este artículo, simple, sencillo e iluso, quiere proponer un nuevo borrón y cuenta nueva.

En los pocos años que nos quedan antes de las elecciones del 2016, debemos darle borrón y cuenta nueva a todos los partidos que hoy conocemos, con todos sus líderes de ayer y de hoy, sin excepción alguna. Mencionar nombres, para alimentar nuestro morbo, no es la razón de este artículo.  Sabemos quiénes son. Es simplemente echarlos al zafacón del olvido y no perdonarles las deudas cuando hayan desaparecido del panorama político.

¿Qué es imposible y estúpido proponerlo? Quizás, pero ¿Qué perdemos con intentarlo?

El tema no es apoyar al gobierno de turno para que el otro partido no suba al poder ya que está lleno de ladrones callejeros y de carteristas políticos. Tampoco apoyar al otro partido para echar fuera el que está de turno porque son los mismos rateros políticos, ni tampoco a los otros “partidos aliados” que solo están a la espera de quien paga mejor. Claro en todos existen honrosas excepciones. Tampoco es financiar periodistas de un bando, expertos en destruir al otro. Es intentar construir una Nueva Republica donde el pasado ya no impere. Donde el león ya no ruja, las viejas hienas desaparezcan, papá se retire en paz y mamá se quede en casa. Los MVP se queden en la pelota invernal y donde políticos fracasados y oportunistas, ya que solo sus familias lo apoyan y no el pueblo, se retiren del escenario para que otros tengan libre campo de acción.

¿Ilusión óptica? Quizás, Pero ya basta de piratas tratando de seguir el saqueo de la goleta llamada Dominicana. Nuestro barco navega con rumbo difuso, lleno de agua, con las velas desgarradas, su tripulación enferma, pero seguro que puede ser llevado de nuevo a puerto, sanar a su gente y ponerlo a navegar erguido con su bandera al tope de asta y desde la orilla decir, ¡que hermosa estas, dominicana bandera!

A este momento, ya algunos se estarán diciendo ¿y quién este estúpido pelagatos para creer que esto se puede o para escribir de esa manera? Lo de estúpido y pelagatos lo acepto, ¿pero que no se puede? Eso no lo acepto. ¿Qué no se puede levantar una nueva fuerza política, ¿apolítica? y cuyo interés único sea el bienestar de la nación y la felicidad de su pueblo? ¿Qué en las urnas le dé una férrea pelea a los bizarros políticos de hoy? ¿No nos estamos dando cuenta que ya cruzamos la famosa línea roja y que devolvernos al camino del bienestar y las riquezas colectivas es casi un imposible?

Estoy más que convencido que entre nosotros (no en los partidos actuales) hay muchos “presidenciables”. Jóvenes, frescos, nuevos, sin pasado, que no sepan “mucho de política” porque de ellos estamos ya también hartos, pero que si tengan la honradez, la integridad, el conocimiento, la academia, la inteligencia, la sabiduría y la humildad para guiar a esta nación. Sin la sombra del Déspota. Líderes capaces de sacar de la oscuridad y, aglutinarlos a su alrededor, a esos cientos sino miles de excelentes profesionales, serios, íntegros, dispuestos a dar de sí para sacar a esta nación hacia adelante sin hipocresías, sin mentiras y falsedades, sin el “dame lo mío primero”. Esos que hoy no quieren ni se atreven a trabajar para el gobierno para que no los tilden de corruptos.

Todavía creemos en la democracia. Cualquier otra alternativa es impensable porque las mismas solo traerían sangre, luto y retroceso. En el mundo de Facebook, Twitter y mercados globales, los “che” ya no pueden subsistir. Lograr insertar de lleno a dominicana en los mercados globales y competir con 180 naciones más haciendo lo mismo es una labor titánica. Pero podemos. ¡Claro que si podemos!

A mediados del siglo pasado, la joven Republica de Singapur se levantaba en medio de grandes y sucios pantanos. Literalmente. En una visita del en ese entonces líder supremo de China a su homólogo Lee Kuan Yew, este le cuestionó al bravo Mr. Lee si de veras él estaba dominado por la lógica y la razón al querer convertir esos pantanos de lodo y sucio en lo que es hoy Singapur. Su respuesta fue clara y sencilla ¡si se puede! En su mente Lee veía a esta nueva república, él sabía que con el esfuerzo y tesón debida, si se podía. Mr. Lee, le recomendó a Deng Xiaoping líder supremo de China que se abriera al mundo y cambiara su modelo comunista por uno más acorde a los tiempos. Deng lo escuchó.  Deng y China han enviado miles de miles estudiantes chinos a las universidades en Singapur. Independientemente de cómo la historia leerá a Lee Kuan Yew, él y su grupo de líderes nacionales formaron lo que es Singapur de hoy.

Con Lee a la cabeza y un soberbio equipo de trabajo, Singapur inicio un programa de modernización, que se centró sobre todo en el fomento de empresas manufacturas intensivas en tecnología, el desarrollo de grandes urbanizaciones, altas inversiones en educación pública, en el desarrollo de un turismo de alto vuelo y que todos debían hablar Inglés. Desde que es independiente, la economía de Singapur ha crecido un promedio de 9% anual. En la década de 1990 el estado se convirtió en una de las naciones más prósperas del mundo, con una fuerte economía de libre mercado, una gran exportación internacional y en la actualidad es considerado el cuarto centro financiero más importante del mundo, con un PIB per cápita de US$52.000, uno de los más altos del planeta… y donde la corrupción se castiga de forma implacable.

El Ránking e Índice de Competitividad Mundial, elaborado por la Escuela de Negocios Suiza (IMD), en su edición 2013 coloca a esta nación como la segunda más competitiva del mundo por encima de Alemania, Hong Kong y Estados Unidos. Transparencia Internacional lo coloca como uno de los menos corruptos del mundo.

Singapur es la mitad del Seibo en tamaño. ¿Por qué Singapur si y nosotros no?