La Editorial Universitaria Bonó acaba de publicar su segundo número de la serie “Diáspora Dominicana”. Esta vez el texto que se publica es el producto retrabajado como libro de una tesis doctoral de la dominico-norteamericana Lorgia García Peña. El libro lleva por título Bordes de la dominicanidad (2020) y es traducido del inglés por Ramón Antonio Victoriano Martínez y está prologado por Pablo Mella y Quisqueya Lora.

Este es un libro de lectura obligada para los que están interesados en examinar la influencia de los Estados Unidos en la conformación de nuestra identidad nacional con relación a la cuestión racial y, desde luego, quienes deseen apreciar cómo nos abordan los dominicanos de la diáspora en la crucial temática de la identidad y el silencio histórico de los aportes negros en la cultura.

El texto de García Peña no se queda en la repetición de los lugares comunes a la hora de abordar la cuestión racial y el antihaitianismo en el país; como nos tienen acostumbrados una serie de artículos académicos que provienen de universidades extranjeras. Este es un texto con una propuesta de análisis y reinterpretación de los silencios históricos de los Archivos de la Dominicanidad.

A partir de los campos de estudios denominados Border Studies y Latino/a studies en Estados Unidos, la autora (que ha realizado su vida académica en las universidades norteamericanas) propone un estudio decolonial sobre la importancia de las fronteras reales e imaginadas en la “identidad racial y nacional” de la nación (p. 32).

Los discursos que se construyen y se conservan y ordenan alrededor de la nación y sus problemáticas más apremiantes constituyen en gran campo de estudio para las ciencias sociales. Este libro nos muestra cómo el estudio de esos discursos puede ser transnacional en vista de que más allá de los límites geográficos del país hay una ciudadanía que también se dice “dominicana y dominicano” y que, dada su condición racial y de migrante de una isla caribeña, está bajo la mirada objetivante de los cuerpos racializados. Pero de igual forma, el estudio muestra cómo los Estados Unidos han influenciado la representación de nuestra doble frontera: la frontera dominico-haitiana y la frontera dominico-estadounidense. Ambas reales e imaginadas.

El punto de partida del libro es que la corporalidad actual, y la manera en que se vive y se expresa en los discursos (la autora habla de “dicciones”), está contenida de pasado y, por tanto, hay una dislocación del contenido de la frontera (del espacio geográfico) al espacio corporal, lugar que “contiene y refleja la exclusión nacional (fronteriza) a lo largo de la historia y las generaciones” (p. 35).

Bajo la preeminencia de la noción de cuerpo y la noción de “fronterizar”, la autora examina la triada conceptual raza, naciones y fronteras en su relación con la identidad nacional, lo que le permitirá la categorización y creación de dos archivos: el de la Dominicanidad (con mayúsculas), es decir, el discurso oficial sobre nuestra identidad y, su propuesta alternativa, el “archivo de la dominicanidad”, es decir, los textos alternos silenciados por la historia oficial.

La intención explícita es poner en “contradicción” ambos archivos y sus discursos a partir de la vivencia del “Nié”, esto es, por alguien que se siente como “ni es de aquí ni es de allá” (imagine también el lector la picardía explícita en la palabra “nié”). Bajo esta tarea su convicción es que “la xeonofobia extrema del presente, mejor conocida como antihaitianismo […] es el resultado de una herencia colonial, que a su vez fue sostenida por Estados Unidos para preservar sus propias aventuras imperiales, más que del legado reciente de la dictadura trujillista” (p. 51).

Aplaudo la propuesta innovadora de buscar el antihaitianismo más allá de la ideología trujillista; también “los historiadores no oficiales” tiene sus silencios en sus discursos y sus lugares comunes factibles de crítica. Incluso, sugiero buscar la cuestión de la negritud más atrás de las Vírgenes de Galindo; por ejemplo, en la leyenda del Comegente o en la visión del “buen negro” reflejada en algunos textos de nuestra literatura como una manera de aquilatar el tema racial.

De todos modos, este libro merece una serie de comentarios, así que sugiero un nuevo encuentro.