Extranjero quien pueda saber lo que esta palabra quiere decir, escribió Camus.

Si Bondyé Vlé, Yuli es la historia de un viaje. La voz del autor y las imágenes cosechadas del prólogo visual, sientan las bases de lo que vamos a ver: el relato de un retorno, recorrido no cronológico sino sensorial… el relato de una experiencia. “Volver a la isla mágica, rodeada de luces enceguecedoras, aquella que los Tainos llamaban Aití”. Jean Jean, director, narrador y personaje de esta pieza, regresa de Montreal a República Dominicana en Junio de 2014, y se encuentra con el proceso de regularización de los “hijos de indocumentados” (lo que pongo entre comillas son mis transcripciones literales del guion de la película).

Si Bondyé Vlé, Yuli es la historia de ese proceso, contada desde el yo y desde el tú. El yo es él mismo: autor-personaje. Jean Jean cuenta su proceso de regularización. Logra grabarse incluso en el momento en que introduce el trámite. Y el tú es quien él decide hacer personaje principal de su historia, su madre: Yuli.

Lo que leo en Camus es un énfasis en la experiencia. El significante “extranjero” queda agotado ante una sensación tan difícil de poner en palabras, y por supuesto no hay estatus migratorio que la describa. Extranjero es experiencia, no concepto. El recorrido de Jean Jean en este, su primer largometraje, es uno con el que me identifico muy profundamente. Porque ser extranjero también es una experiencia que hermana. Y hoy en día somos tantos…¿qué es hoy la identidad? ¿Qué si no algo trastocado entre muchos lugares?

Luego de Montreal, que era ajeno y desierto, nos encontramos con el Mercado de Las Matas de Farfán, que es luminoso y abundante. Maravilla fotográfica: la cantidad de productos y de luz tropical es tal que llega a opacar el color por sobrexposición, la plasticidad de las telas, las cuerdas, distintas texturas en los techos… es un mosaico que completan los rostros. Noté una suerte de diálogo entre la foto frontal del carnet de identidad y esos retratos también frontales de la gente del mercado. Las miradas a cámara son la imagen desnuda, finalmente honesta. Lo dijo Chris Marker con Sans Soleil, y así su mercado de Cabo Verde habita también estas imágenes de las Matas.

La voz de Jean Jean inaugura el relato, y lo muda muy pronto a la voz de su madre. Yuli. Ella es una vendedora de ropa de pacas, que vive entre Santo Domingo y Las Matas de Farfán. La vemos conversar con clientes, con vecinos, con su hijo. Como está completando el proceso de regularización, se aproxima a la gente para que sean sus testigos, busca solidaridad. Vemos como al menos diez personas le dicen que responderán por ella sin dudarlo, con preocupación y deseo de que resuelva su estatus migratorio. Yuli es un personaje integrado: vive, intercambia, se relaciona afectivamente, canta su fe. Sus interacciones nos hablan fundamentalmente de la armonía con el entorno. Sin embargo lo que su hijo le va preguntando sobre los requisitos que ha tenido que reunir pone en evidencia lo difícil que ha sido para ella cumplir con el trámite. Hay testimonio de una distancia y una dificultad con este proceso, que no comulga con el resto.

Para decir una palabra sobre la técnica, sorprende la soltura con que nos movemos de Montreal a la Calle El Conde, a la cama de Yuli una madrugada, al edificio mejor conocido como el Guacal, al Mercado de las Matas de Farfán. Creo que los trabajos sonoro y fotográfico son excelentes, pero veo el mayor mérito en el montaje. Trabajar la imagen como si hubiese sido cosechada, “espigada” también se dice, (recogida del suelo, como si fuera ajena —a pesar de que haya sido construida así con toda la intención—) le da precisamente esa libertad de reordenarse y de significar con libertad. Es una manera de hacer cine que bebe de una hermosa tradición, y es lo primero que hay que decir del equipo de talentos que hizo esta película. En ellas hay ojos que han visto y manos que han hecho mucho cine. No me sorprendió saber que eran en su mayoría de la Escuela Internacional de Cine y TV San Antonio de los Baños, Cuba, como muchas de las mejores sorpresas que me he encontrado en salas mientras he estado en República Dominicana. Hay que tenerlo en cuenta.

Al final de la película nos dicen que el proceso fue completado por los dos personajes con éxito, y que el estatus migratorio de Jean Jean y Yuli es de No Residentes. Tuve la suerte de estar el día del estreno, y hubo una ronda de preguntas con el director y el equipo técnico. Él hizo circular el pasaporte por la sala y yo misma tuve ocasión de ver el documento. El resultado del proceso es la NO RESIDENCIA. Lo tengo que volver a escribir. Sin embargo, los rostros del mercado están dando fe de un encuentro, de una herencia compartida y de una vecindad. Quien ve a Yuli en ese contexto, sabe que ella está en casa.

Si Bondyé Vlé, Yulí le da rostro a este tema, que tanto ha ocupado la vida nacional dominicana, la visión internacional, las relaciones entre las dos naciones que comparten la isla. Si Yuli está en casa ¿qué es entonces lo que hace casa? Es una pregunta fundamental, lo que quiere decir que más tarde o más temprano todos nos la hacemos, pero hoy y aquí es quizá más urgente.

He aquí otra clave sobre el ser extranjero. Cada vez estoy más convencida de que pasar por esa experiencia es condición de posibilidad de ver y valorar lo propio ¿No hay cosas que, por un momento, los han hecho sentirse no de aquí? ¿Como extraños en su propia casa? ¿Un robo quizá? (la violencia siempre des-identifica) ¿La experiencia de la política, de que no puedes incidir en tu entorno? ¿Haber pasado necesidad, la que sufren tantos? ¿Qué viene después de ese bajón? Creo que después de esas experiencias puede venir lo más fértil. Regresar, adquirir consciencia, ver en todas sus dimensiones lo que uno tenía —o creyó que tenía— y en cualquier caso perdió. De esa experiencia viene la necesidad de encontrar, reconstruir, solidificar, casa.

En esta manera de cosechar la imagen (la cosecha implica también tiempo y cuidado, no sólo el acto de recoger) veo esa intención: la de hacer la propia casa. Todo autor que se ponga a sí mismo en su pieza se construye también. Pero esto antes de ser una mentira es una valentía. Jean Jean comparte su búsqueda con nosotros, invitándonos quizá a que construyamos con él. Creo que las preguntas que aún deben ser respondidas por las más altas esferas de poder pasan por acercarse a estas experiencias. Preguntarse qué nos une, y qué construye la propia casa.

Quiero seguir de cerca a este autor, y a este equipo de talentosos creadores, porque sé que ese recorrido no ha acabado. El comienzo de un peregrinar, de un “cuaderno de retorno”, en forma de ejercicio visual.

Reconozco en Jean Jean el mismo retorno al que yo anhelo. Retorno que tiene por fuerza algo de nuevo, por fuerza de la imagen. El cine, memoria posible, regalo del siglo XIX para los melancólicos.