Regresé a Bonao después de muchisísimos años. Tia Fe llegó de Nueva York, me llamó para decirme no se iba sin verme. Mamatita está vieja, cualquier día destos puede guindar los teni. Marcelino me dijo Natalia había regresado para quedarse en Bonao, con hija y divorcio. Esa era verdadera razón de mi visita. Tía Fe, Mamatita, Marcelino, iban después.
La guagua, perseguida desdentrada a pueblo por 900 motoconchistas, rémoras recogiendo virutas de ballena, me dejó en parada de calle Duarte. Todos los pueblos dominicanos tienen calle Duarte: sórdida, manchas de aceite en asfalto, agua turbia en contenes cuando llueve, cientos de paisanos caminando de arriba parabajo esperando platillo volador que toque Dem Bow a to lo que da y los salve del pensamiento y del aburrimiento.
Tenía dos opciones para llegar a la casa de Mamatita: caminando, o saltar en una de las 900 Hondas 70, la venganza japonesa, conducida por bestia vendió tierra y caballos parandar a mil dos transportando transeúntes por unos cuantos pesitos viejos, justo para gasolina y ron. Debería caerles un rayo. Decidí caminar hacia infancia.
La casa del loco nos caíatrás cuando le voceábamos "ORLANDO, ¿yate VAS para NUEVAYOR?” estabandonada. Hierbas han devorado hortensias. Marcelino me contó Orlando se ahorcó después de apuñalar a su mamá. Eutanasia perpetrada por demencia.
La avenida Circunvalación, antes amparada por sombras inmensos framboyanes rojos y amarillos, hierve vendiendo repuestos para motores Hondas, Yamahas, Sangyangs, ahí van.
Nadie cultiva jardín.
Nadie senamora en parque.
Todos los equinos han huido.
¿Quién desea vivir en un pueblo caricatura de ciudad?
Aquí delincuencia, ruido y tragedia van mano a mano con la capital, pero no aparece greygoose, pero no librerías, pero pides pancakes y te dan harina El Negrito.
—¿Tú no ere familia de Marcelino?
—Sí, sobrino y primo.
—¡SANTÍSIMO!, son igualito.
—Ajá.
—¿Y tú nunca fuite a la loma, donde Salomoncito?
— Claro, muchísima vece.
— ¿Tú no ere Dino?
—Sííí…
— ¿Y tú no te acuerda de mí?, yo soy Teresita…
Era Teresita, o anciana pretendiendo ser Teresita. Teresita, mi primita lejanita, se bañaba conmigo alaterdecer en fresca poza de Piedra Gorda, piel tersærizada, cabellos melaza dorados de tanto sol. Ahora parecía había sido atropellada por patana, varias veces. Imagino ella pensó lo mismo de mí. Eso hacen distancia y tiempo, te convierten en espejo de vejez. Joseph Brodsky tiene razón: la decrepitud, es la vida futura.
Regresé sobre mis pasos
Esperé guagua de las 6 a la capital
Adiós Natalia.