Tenemos una sociedad resquebrajada por bombazos, martillazos y botellas que nos escandaliza.

Bombazos

En días pasados, se realizó la marcha de los cañeros, quienes de manera pacífica,  exigían la pensión que les corresponde por los años trabajados en los ingenios azucareros. Como respuesta, la Policía Nacional agredió brutalmente a los reclamantes. Una bomba lacrimógena debió impactar la mandíbula del cañero David Michel, dejándole sin dientes y sin esperanza por culpa de un sistema sanitario irresponsable y a todas luces insuficiente, que no quiso hacerse cargo de los gastos médicos para su cura y restablecimiento.

En medio de los escandalosos y millonarios casos de corrupción que tristemente nos afama a nivel internacional, debería darnos vergüenza que personas envejecientes, algunos incluso mutilados por el trabajo, tengan que salir a la calle para reclamar una pensión que le han venido escatimando.

Debería avergonzarnos que mientras sensacionalistas insensatos proclaman una “invasión haitiana”, multitud de empresarios se aprovechen y exploten a toda una masa de trabajadores haitianos.

Deberíamos avergonzarnos, a menos que aceptemos que la “Selva” que predijo Roberto Rosario, fuera una profecía en la que lo mismo, él y otros exmiembros de la JCE cobran 23 millones de pesos por los servicios prestados, que unos cañeros padecen un  viacrucis tratando de conseguir una mísera pensión de 5,000 pesos. Definitivamente, ser negro y pobre en República Dominicana constituye un insalvable estigma.

Tomemos una píldora para la memoria que nos impida olvidar que durante el siglo XX, el Estado dominicano realizó varios acuerdos con Haití para la contratación de mano de obra en las plantaciones dominicanas, y esa legión de jornaleros entregó su juventud y su vida cortando caña, aportando de alguna manera a la economía del país que hoy, ya viejos y gastados les niega su derecho. Y mientras,  nos entretienen con el circo Odebrecht bañado de sobornos millonarios, altos funcionarios figuran en nóminas con salarios escandalosos.

Martillazos

La Iglesia debe revisarse. No es la primera vez que salen a la luz  abusos sexuales contra menores de edad. Ya no corren buenos tiempos para que tales excesos queden impunes.

Actos de pedofilia,  y ahora con asesinato incluido,  escondidos tras una sotana y detrás de un sermón que parece conducir a las víctimas a una enajenada situación de prebendas, ventajas y amenazas  en un círculo vicioso que se ampara tras las cortinas de la Iglesia.

Esta vez un representante de Dios en la tierra cruzó los límites del infierno y a martillazos le quitó la vida a un monaguillo de 16 años, montó el cadáver en su vehículo y lo arrojó a unos matorrales.

El ungido se justificó alegando que el joven le estaba chantajeando pidiéndole dinero a cambio de no hacer públicos vídeos y fotos que le incriminaban.

Es alarmante que pasen estas cosas dentro de la “casa del Señor”, pero también deberíamos cuestionar a los padres que no investigan la procedencia de los artículos de valor que portan sus hijos cuando ni siquiera trabajan.

Botellas

Botellas (personas que cobran sin trabajar) es un término muy presente                                                                                   en las nóminas del Estado dominicano. Para nadie es un secreto que aquí hay multitud de empleados fantasma que cobran sin que nadie les vea ir a trabajar, merced a amiguismos, favores personales o gratitud por apoyos electorales.

Recientemente el ministro de Educación desmanteló una “bodega” de más de 3000  “botellas”  que figuraban en la nómina docente. Aplaudimos el hecho, pero siga buscando señor ministro, seguro que aparecen más.

Siento con aprensión que el país está a un paso del abismo. No puedo olvidarme de la consigna que entonces nos esperanzó a muchos “é pa’lante que vamos”.

¿Directos al vacío?