Posiblemente en la noche de hoy, 28 de octubre, Jiar Bolsonaro se convertiría en el próximo Presidente electo de Brasil por decisión popular ; y de consumarse el hecho, ese país sería sometido a una prueba diagnóstica socioeconómica, constitucional y congresual que modularía un cambio (radical) sistémico en la república ‘de arriba abajo’. Así lo hizo entrever en sus alocuciones públicas, el candidato a la presidencia y actual diputado, Bolsonaro.
Por esta razón y otras más (que no tomaré en cuenta por el momento), el problema en sí no sería el cambio sistémico por sí mismo que al fin y al cabo hablaría de crecimiento y desarrollo humano, que en teoría es el deseo de los gobiernos. Ahora bien, el asunto es más complejo que un simple cambio de gobierno. Por ejemplo: En una transición de mando, cuando el que sucede no es diestro para lidiar con los problemas propios de la económica de la nación, la macroeconomía pudiera constreñirse o entrar en un estado de recesión permanente, y esto impactaría negativamente los bolsillos de los consumidores. Por supuesto, si hablamos de que Brasil económicamente es el mayor país de América Latina y el quinto en superficie territorial más grande del mundo esto produciría una parálisis económica entre todos los países que mantienen relaciones comerciales de la región.
Entonces, debemos de prestar la debida atención a las palabras que ha pronunciado deliberadamente el eventual Presidente de la República de Brasil, quien anda proclamando a todo pulmón: «el cambio sistémico».
Él (Bolsonaro) no tiene una preparación económica, ni sociológica, ni antropológica, y a simple vista no se ve un individuo equilibrado ni templado. No suele decir muchas cosas importantes y escasamente las palabras que estila solo dice: ¨ ¡el cambio!¨. Nunca se ha referido como se produciría ese cambio. (Poner en marcha el cambio radical presenta la disyuntiva que cuando la ejecución no sale bien, se corre el riesgo de erosionar lo que se ha logrado y convertirlo todo en una catástrofe).
En resumidas cuentas el señor Bolsonaro no tiene un plan económico estructural; el solo sabe insultar, con una lengua viperina, a los negros, a las mujeres, a los gays, a todo aquel que (él) considera un obstáculo para sus pretensiones.
Es de ultraderecha (por supuesto que esto no lo descalifica del todo) y como tal defiende públicamente la dictadura (1963). Está de acuerdo con la pena de muerte. Amenaza con cerrar el congreso; y lo peor, prefiere un accidente en la carretera para un hijo suyo, en lugar de ser gay. La radicalidad de este señor raya el extremo del siglo XXI.
De ser así, todo está claro. No hay que tener una bola de cristal para ver que si la recta cae de la izquierda a la extrema derecha la pendiente es negativa. […]
Entonces, ¿Qué sucedería si Brasil fracasa? Realmente no podemos estimar los niveles del daño que ocasionaría en el hemisferio su ¨caída¨; pero si podríamos asegurar que la precipitación podría lacerar severamente el estado de bienestar socioeconómico logrado hasta ahora por los gobiernos de la izquierda en el país y en la región.
En el fondo, luego de considerar que Brasil –actualmente- está posicionada como el país superpotencia emergente en el hemisferio… los niveles de compresión promedio da por entendido que un fallo sistémico cambiaría radicalmente las estructuras étnicas, políticas, económicas y religiosas. ¿…?
Para terminar, a continuación hagamos brevemente un ejercicio mental de los posibles próximos 4 años de gobierno de Jair Bolsonaro: Imaginémonos a la superpotencia emergente «en manos» del tarantismo, de la arrogancia, de la prepotencia, del narcisismo, de la egolatría y altanería. Más aún, a manos de una legión de exmilitares de mala calidad y de reputaciones resquebrajadas de lo peor balastros habidos y por haber. Suponemos que serán nombrados allí, con misiones muy específicas y enfocadas a: ¨ordenar el país de abajo hacia arriba.¨
Lo triste del entramado engañoso mediante publicidad subliminal, es la falta de tolerancia que ha mostrado el candidato en campaña; y de cumplir sus amenazas, usaría sin contemplación subterfugios u otros mecanismos de la fuerza para detener el avance de los brasileños liberales y otros opositores políticos de izquierda, en el entendido de que ese grupo sigue una doctrina tóxica, que presupone perjudicaría las iniciativas del Estado en la vida económica, social y cultural del nuevo [desarrollo].
(Ciertamente Bolsonaro me hizo recordar al ¨Führer¨ Adolf Hitler principalmente cuando –dijo- ¨Que [mis sucesores] sean duros, pero no injustos; sobre todo, que no permitan nunca que el miedo se convierta en consejero de sus actos y que estimen el honor de la nación por encima de todo lo demás en el mundo¨).