Si desde Italia a Brasil se han impuesto candidatos de derecha, incluso criminales, todos con un discurso de anticorrupción, antiinmigración y “orden moral”, ¿por qué República Dominicana tendría que ser una excepción? Las encuestas publicadas revelan datos importantes.
Las personas perciben que el gobierno trabaja para su propio beneficio, de su grupo partidario y de los empresarios, y que el modelo económico solo beneficia a los ricos. Desaprueban las políticas gubernamentales en tráfico y consumo de drogas, delito, inmigración, inflación y -obviamente- corrupción, la cual creen que ha aumentado y que el gobierno no enfrenta.
Los nombres que se prefiguran como candidatos en los principales partidos son, en resumen, de derechas, y es impresionante el auge de figuras advenedizas, cuyo único aval ha sido la publicidad, los amarres y el dinero, pues ni siquiera podemos atisbar su posición en casi ningún tema. Agreguen a esto que cobra fuerza el joven representante de la familia delictual y asesina más famosa de la historia nacional. El discurso del “amor nacional” y “no más corrupción” da para todo.
Hay que resaltar que en República Dominicana el espíritu de Trujillo, con su sello autoritario, represivo, machista y violento, ha gozado de plena impunidad, tanto jurídica como cultural. Alcaldes de la capital, Santiago o la frontera arman policías paramilitares violando la Constitución. Se impone “orden”, se asesina a jóvenes “molestos” y se reprime a inmigrantes. Comunicadores y jefes de medios utilizan el discurso racista y machista o hablan de “defender los valores” a toda costa, sin ambages. Nadie los toca. Lo que esto tiene en común con el fascismo es su habilidad para polarizar y dar a las capas medias un enemigo inmediato (el delincuente, el extranjero o el “libertinaje”), exigir un “hombre fuerte” y evitarse mayores análisis.
Finalmente está la “caja negra” de estos procesos regresivos: iglesias, redes sociales, favor yanqui y dinero.
Hoy las iglesias -especialmente evangélicas y patrocinadas por Estados Unidos- son uno de los actores con mayor reputación en el país, incluso ya son base política. Mientras, los partidos y la Justicia caen en picada. Junto a los bancos y bancas de apuestas, atiborran los barrios populares y ensanches de capas medias. La ideología que difunden es generalmente reaccionaria, individualista y fanatizante.
Las redes sociales crecen. Los dominicanos usan internet todos los días o semanalmente en un 60%. Fue a través de WhatsApp como Bolsonaro hizo su campaña, como Trump la hizo por Facebook, sobre todo con “fake news” o noticias falsas contra su rival. Se estima que el brasileño gastó más de 3 millones de dólares comprando paquetes de envío y números de contacto en agencias especializadas. Cualquiera que mire WhatsApp y Facebook en RD sabe que están tomados por una verdadera industria de la miseria humana, el fanatismo y la bajeza política.
Son la falta de favor yanqui, de una crisis económica y de dinero lo único que, a mi juicio, impide aparecer a un Bolsonaro criollo. No hay un proceso en curso que estrese al Señor del Norte como para necesitar su propio “hijo de perra”, como Roosevelt llamó a Somoza. Y en un país donde el 60% de los asalariados no gana ni para la canasta familiar de pobreza, los votos se venden, y hace falta mucha papeleta para llegar ahí. ¿Cuándo será?