Bioescritura. Biopolítica. Tecnoescritura, Sociopolítica. Términos asociados a la bio-representación del ser que nombra, comunica mediante un lenguaje grafocéntrico y logocéntrico. ¿Se podría preguntar algún escritor maníaco-purista cuál sería el ADN de la bioescritura? La Bioescritura se convierte en marca, gesto, discurso, inscripción, huella y fragmento de mundo. Brote de vida, Bíos que late en la palabra, en alfabetos, en códigos que estallan en el contacto vital, viral y comunicativo.
La biosemiótica es una rama de las ciencias del lenguaje que estudia la comunicación entre los seres vivos y organismos vivientes (ver, Thomas A. Sebeok: Contribuciones a la doctrina de los signos, 1976), pero ha funcionado bajo el régimen de la biopolítica tratada por Foucault y desarrollada también por el filósofo italiano Giorgio Agamben.
En nuestros días, y, producto de la pandemia que ha llenado de pánico, miedo y horror al planeta, la bioescritura es una práctica autorreferencial, testimonial, digital, y textual divulgada por el sujeto hoy “alejado” físicamente del espacio público, de la calle, de los espacios abiertos, de los caminos, avenidas, plazas y otros lugares de las subculturas barriales, familiares y políticas que se manifiestan a través de escrituras mayormente fragmentarias y divulgadoras.
Así las cosas, muros, paredes o pantallas publicitarias de ciudades y pueblos locales, soportan escritos y escrituras que se apoyan en discursos sociales, políticos, poéticos, amorosos y otros, divulgados por individuos anónimos que se esconden o justifican mediante este tipo de bioescritura.
De ahí que el lector, en este caso, funciona como un testigo del testimonio o los testimonios que se registran en las variadas superficies textuales y expresiones vivientes que encuentran sentido en escrituras públicas y privadas.
En los actuales momentos, todo sujeto comunica a través de redes, chats, facebook, hipertextos, WhatsApp, correos especiales, fórmulas y formas virtuales; el mismo, colectiviza o individualiza su bioescritura, su propia biografía como productor textual. Pretende hacerla legible, visible, virtual y verosímil desde una mirada de autor y actor virtual.
Sin embargo, lo que se hace notorio, por su contenido o contenidos significativos, está marcado también por sus propias experiencias compartidas.
La relación interactiva se expresa, en este caso, como yo-otro mediante la inter-mediación, finalidad de mensajes, opiniones y análisis que, en nuestro caso, gira hoy alrededor de la pandemia, el covid-19, los ejemplos que se presentan de manera virtual con marcas de realidad (política, económica, moral, educativa, artística, cultural, publicitaria, médica, asistencial, agentiva), y que se hacen visibles en pantalla y por lo mismo en ejes y formas de interacción.
Al presentarse de manera virtual y en una esfera determinada los daños de la enfermedad, registrada numéricamente en tablas y datos estadísticos en la red, en periódicos digitales, en revistas y en plataformas establecidas, dicha información sobre contagiados, ingresados en clínicas y hospitales, egresados de los sitios asistenciales ya conocidos, pero también declarados los fallecidos, el número de positivos y negativos, se crea un nivel variable de expectativas, soluciones y formas de advertencia que, en nuestro caso, constituyen una bioescritura informativa que se nutre de fragmentos, ejes, fases, caída o subida del peso enunciativo de la comunicación, o significado de la interactividad.
El alejamiento de la forma vivencial en el discurso de la interacción promete ventajas y desventajas, pero también preguntas, respuestas, expectativas de terror, horror, miedo, desafío al Estado de derecho, amenazas que provienen del control, la información totalitaria en tiempo y espacio de coronavirus y daños bacteriológicos.
Los relatos divulgados en los actuales momentos presentan imágenes devastadoras donde la esperanza desaparece para darle paso a la fuga de vida, a la muerte del sujeto, a la pérdida del espacio y los derechos ciudadanos; imágenes del desempleo, suicidios, confinamiento sin condiciones, cuerpos desaparecidos, políticas de persecución, síntomas de extinción del sujeto y sus historias. Es decir, la imagen de una era de bioterrorismo y bioescritura donde el ser y el parecer entran en conflicto con lo real en tiempo y espacio de aparición y desaparición de lo social. Pues hoy, la norma impuesta es que todos debemos hablar sin cuerpos directamente relacionados, sin voces verdaderamente vivas y reales. He ahí el reto.