(Loma Miranda imagen del tiempo)

El tiempo vuela con dioses que paren
ángeles en primaveras.

El calor de la lucha por la vida
alborota la atmósfera 
cargada de polen.
Flores, frutos, esencias y colores
atraen insectos y aves que riegan
semillas de multiplicación.

Así vive en silencio la eternidad,
en nacimientos y muertes,
en viajes sin rumbo por  el espacio sideral
vestida de materia y energía.

!Ojala encontrar al Creador!
y que me explique la biodiversidad,
de las moscas y las estrellas,
y la ternura de  ballenas lactantes,
y  la muerte del mamut
aterido de tristeza,
hace miles de siglos de fríos. 

Quiero saber del zumbador
y el águila que anida entre las piedras,
escuchar  gemido de bacterias y virus
en sus metabolismos de gigantes.
Mientras atrapo serpientes
para evitar el pecado.

Oigo la melodía del viento
tocando rocas
en los desiertos de la vida. 

Soy mamífero con pensamiento herbívoro,
llevo alegrías de células que tejen músculos,
huesos y hasta neuronas,
cuando sabemos que es inútil pensar.

Somos placentas hechas niños,
sangre y savia,
piel y corteza,
hielo y fuego,
ruidos y silencios.

Muerte y vida, vida y muerte,
Se nace para morir y se muere para vivir.

Somos percepción y realidad,
existencia en fantasía,
simulación de carne y energía,
materia de nostalgia
en el llanto
de niños que nacen cada día.

Lo que pase aquí en la Tierra es secundario,
mas importa el universo y
sus trillones de galaxias,
donde faltan, sin embargo,
las notas de un trovador,
que dulcifique los ecos
de la infinita expansión.

La historia harta de machismo,
busca comadronas que reciban
en las manos,
las nuevas auroras digitales
el nuevo ser que nos guiará,
al conocimiento total, universal,

Y convivir con los corpúsculos del átomo.

Aún en tiempos cibernéticos
subsisten resabios ingratos,
cuando niños inocentes,
apedrean sapos y lagartos,
al tiempo que hombres,
incapaces de sostener juramentos
crían gallos para desafiar la muerte.

Esta cultura ecocida,
dueña de flora y fauna,
ahuyenta cernícalos y ruiseñores,
mata focas y delfines,
tala la esbeltez de las palmeras,
todo para mimar tesoros,
que siempre esconde,
en solitarias bóvedas y cajas fuertes.

Todavía me queda esperanza…
oro por la vida del universo,
por los anillos de Júpiter,
por el abrazo del ovulo y el semen,
en fin,
espero que a lo interno de las células,
se escondan el tiempo y el amor
para entonar unidos, tal vez,

La ultima  canción.

27 de marzo 2011