Un tipo canoso, extremadamente picaresco, bonachón si se le conoce bien y algo duro de oído. Diría, a modo de adjetivo, “humano” pero si los humanos fuéramos un poco más como es Bienvenido el mundo estaría felizmente jodido.

¿Dónde están sus leyendas amigos? No es por hacerme el envidiable pero en mi caso solo tengo que ir al trabajo para ver a una leyenda. Y es que uno tiene la suerte de conocer gente sorprendente, sin importar donde uno se encuentre. Ya lo decía Deckard Caín “estate quieto y escucha” solo cosas grandiosas pueden venir de allí.

Para los pobres mortales que no lo conocen les hablo de Bienvenido “Matapollo” Olivier (nunca les contaré el porqué del Alias), un ser humano excepcional tanto por su caterva de saberes como por su increíble sencillez. Saben los dioses que no exagero al decir que en estos momentos es la persona que más sabe de cine dentro de la Cinemateca Dominicana (y algún día me cancelarán por la sinceridad).

Él me honra con dejarme admirarlo, que es mil veces más que lo que le permite a la muchedumbre… esos que toscamente cree que un cargo puede ponerlos por encima suyo. Pero todo esto el finge no saberlo, o no lo sabe porque así de decente es. Ni cuando vienen a saludarlo las personalidades (que él llama amigos) se da por enterado.

Si hubiera tenido las ganas, y la actitud de muchos buscavidas, estaría tan forrado de dinero que esta plaza no la pisara no más que para cenar en el Maniquí del que tanto nos burlamos

Y cada tarde sigue diciendo “Déjame ir donde el mayor a buscar un jugo” mientras uno sigue maravillado con las historias de cuando propagandeaba películas con súper producciones hechas con miembros de la academia naval o metiendo cinco o seis Audi´s en una plaza antes de que eso fuera too mainstream. O historias de cuando presentaba bandas y conciertos por allá por la feria. O de esas veces que trabajaba detrás de cámaras y repartía boches como Cristo el pan.

Obvio que no les contaré nada, amigos míos, mucho menos esperen una biografía. Les costará darse una vueltecita por la Cinemateca y rogar a los santos que el Sr. Olivier les cuente una de esas historias de las que les presumo. Porque él sabe, lamentablemente sabe, que lo importante no es esa tontería de la “trayectoria” y demás esnobismos.

Bienvenido es importante por esa capacidad sobre humana de ser sencillo. Si hubiera tenido las ganas, y la actitud de muchos buscavidas, estaría tan forrado de dinero que esta plaza no la pisara no más que para cenar en el Maniquí del que tanto nos burlamos. Si hubiera querido utilizar a sus amistades de seguro no estaría en el cargo que está, que nadie dice que sea malo pero hay que ver si alguien de la Dirección General de cine ha preguntado cómo va con la infección de oído que cogió por irregularidades laborales… Y de nada sirve que me moleste yo contándoles porque él es demasiado decente como para recriminarles a otros sus indelicadezas.

Volviendo atrás hay dos puntos a recordar el nivel del señor este y su visión de la vida envidiable. Lo que tenemos aquí es algo así como un taoísta mezclado con una enciclopedia de cine de esas británicas grandotas. Y él está ahí… diría que viviendo pero en realidad se mantiene sobreviviendo con lo poco menos que lo necesario. Y su “injusticia social” nos molesta, a nosotros, los demás, los que creemos que la vida es una televisión grande y un carro bonito.