Existen hitos a lo largo de nuestra vida, cumpleaños, aniversarios, nacimientos y muertes, pero un hito común que cada ser humano experimenta colectivamente es el comienzo de un nuevo año. Algunos reflexionan sobre los logros del año anterior, algunos en los objetivos alcanzados, y otros harán resoluciones para no repetir fallas pasadas o para alcanzar las expectativas autoimpuestas. ¿Y qué tiene este, el único día del año que trae semejante respuesta colectiva de toda la humanidad, un motivo para una oleada de emociones dentro de nosotros mismos, para reunirnos y crear gigantescas celebraciones televisadas por en todo el mundo, con un despliegue extraordinario de fuegos artificiales, conciertos y fiestas que sólo se ven este día?

Cuando abro mi mente a la reflexión sobre el año que pasó y aguardo con impaciencia las experiencias que me esperan en 2016, busco mis propias motivaciones y desafíos que me impulsan a ser un mejor ser humano. Estas motivaciones e impulsos que se desarrollan dentro de nosotros mismos, como nuestra única posibilidad de mejorar como persona es la autoevaluación. De todas las experiencias de este año que pasó, mi nuevo amor por el golf me enseñó muchas cosas sobre mí y mi motivación personal en 2015. Tuve la maravillosa oportunidad de compartir muchos días durante el 2015 con nuevos amigos con quienes participé en conversaciones nuevas y fascinantes, en un ambiente relajado y aun así, desafiante, con la naturaleza. Intenté hacer mi swing en el campo de golf en mis primeros años 20, y, obviamente, fue un fracaso extraordinario, por lo que pasé raudo a otros intereses. Lo que aprendí el año pasado es que no estaba en un punto en mi vida para abrazar la autoevaluación, y claro, fui demasiado crítico con mi capacidad de aprender de lo que la vida me estaba dando en ese momento. Años más tarde, y ya un poco más maduro, me acerqué al juego de golf desde otra perspectiva, de revalorización. El golf me enseñó a apreciar mi salud, el hecho de que yo estaba lo suficientemente sano como para hacer oscilar el palo. Aprendí que mi nivel de paciencia con la experiencia de vida había mejorado de manera sensacional con la edad, que no necesitaba golpear en cada tiro con precisión y distancia. Aprendí a disfrutar simplemente estar en el momento, compartir una risa con nuevos amigos, no tomarme a mí mismo demasiado en serio, y reconocer que durante unas horas estaba bendecido con existir, simplemente. Y, por supuesto, me di cuenta de que la puntuación final no determinaba si ganaba o perdía porque sólo con el hecho de ser en ese momento, ya yo estaba ganando. Fueron estas experiencias en ese campo de golf lo que me enseñó cómo la valiosa amistad con otros seres humanos nos enseña a ser amigo y sentir respeto por uno mismo. Como resultado de estas experiencias crecemos internamente y mediante nuestra guía propia y respeto personal llegamos a ser mejores seres humanos. El año pasado, fue el amor al golf lo que me permitió tener conciencia de mi mejorado nivel de paciencia, mi capacidad para competir con gracia, para mejorar mis impulsos y mi agradecimiento por la sencillez de la vida.

No tengo idea de qué experiencias y oportunidades pueden estar esperándome en el 2016. No tengo una meta, resolución o reto específico en que haya puesto mis ojos, pero lo que sí tengo es la comprensión de que la vida siempre nos presentará una opción para un hermoso camino por delante. Soy un hombre de fe y creo que Dios, en última instancia, trae amor a nuestras vidas. Es a través de esta fe que sé que se me ha dado la capacidad de reconocer y evaluar los caminos por recorrer. Puede ser que no siempre me dé cuenta de qué camino es más llano o cuál es el más fácil; sin embargo, a través de la fe y las experiencias de la vida sí logro apreciar el crecimiento que me ofrece el camino difícil, lleno de obstáculos. Ahora, cuando usted está en el umbral de un año nuevo en su vida, le animo a apreciar todas las bendiciones que el año anterior le ofreció, incluyendo los momentos duros que usted habría preferido no tener que experimentar. Permita que la vida acontezca, y sin importar las dificultades o las bendiciones que el 2016 pueda traerle, mantenga una sonrisa en el rostro, permítase apreciar la naturalidad de la existencia, reconozca que ganar no es más que reconocer haber jugado, y acoja la oportunidad de experimentar un nuevo camino. Es el cambio, fácil o difícil, el que nos permite mejorarnos como personas, como cultura y como sociedad. Por eso, mientras estoy deseando jugar unas cuantas partidas de golf más, perder unas pocas libras y encontrar nuevas formas de crecer y compartir la vida con mi prójimo, tengo que decir: ¡Bienvenido, 2016!