Una patología es el conjunto de síntomas de  una enfermedad. En nuestra sociedad lo que existe  es una  verdadera  PATOLOGIA social con  respecto a la exclusión, la pobreza, la desigualdad, la marginalidad, el  desempleo y la economía informal.

Lo que duele  en el alma, en los sentimientos más  acentuados  de la existencia  es que independientemente del modelo  económico, hemos ido  creando riquezas. Riquezas  que al mismo tiempo ha ido  construyendo varias sociedades  diferentes, en un mismo  territorio.

Esa  ceguera pronunciada, esa  ausencia lacerante de las elites dominantes con relación  a una visión de un proyecto  de nación que imbrique un bienestar colectivo, viene incubando desde hace mucho tiempo, una patología  social, que  se  expresa en una sistemática  desorganización social, lo cual impide cada  vez más la correcta inserción  de los ciudadanos  en el conjunto  de sus derechos  y  de sus  deberes.

Esta patología social  que  se  desliza  a lo largo y ancho  de todo el cuerpo social dominicano,  se  está reflejando  de manera cotidiana. Cotidianidad  que se dibuja  en el aumento  de la prostitución, la drogadicción,  el robo y el hurto  generalizados. Los trastornos que  se  están produciendo en el tejido social, se verifican al mismo tiempo, en  cada auditoria que  se publicita en las instituciones  del Estado; en  cada  contratos otorgados  (Rayos X, Barrick Gold,  el  de Obras Publicas, relativo al asfaltado). En  cada uno, las  reacciones más que muecas, más que la sutileza pueril, nos  dan  asco y  deseo  de regurgitar.

Esta patología social,  a través  de los contratos y auditorias nos  está diciendo, una  vez, que los protagonistas, los  actores  principales,  los infectados  del mal  de altura,  los ansiosos  de lisonjas, los que hay que domesticarle  el ego, que todo lo que  brota , que todo lo que sale a la superficie  se encuentra en estado putrefacción,  de pudrición, verdaderamente pútrido.

Los dueños de abalorios y lentejuelas, exhibido el drama  espeluznante, se desgarran lo que  nunca han tenido ni tendrán: Honor, Entereza, Dignidad y  Sentimiento Patrio. La nobleza  de su espíritu  es una herramienta que nunca  encontró espacio ni tampoco el eco. Solo su anquilosamiento y languidecimiento  se dibuja en la textura  de la mente  de cada uno  de ellos, como llamarada  de la obsolescencia física, emocional o cerebral, con que asumen “sus compromisos”.

La taxonomía de la patología social  que mas encontramos, en el cuerpo social, como una analogía del cuerpo humano, son: Osteoporosis, Anemia, Esquizofrenia, Alzheimer, Artrosis, Miopía, Sordera, Otitis, Autismo, Astigmatismo, Impotencia, Cáncer, Leucemia, Enanismo, Ceguera, Depresión, Daltonismo, Esterilidad, Ansiedad, Diarrea, Estreñimiento, Amnesia, Paranoia, Hemiplejia, Paraplejia y Tetraplejia.

El  gran problema  de nuestra sociedad, mas allá  de que conocemos  el diagnostico y las dolencias  de  cada una  de  estas enfermedades,  de que  sabemos las causas y de cómo diseñar las respuestas para que la sociedad  sea más sana, mas incluyente y con mejor cohesión social; es la imposibilidad  de construir  proyectos  colectivos, que trasciendan nuestras  necesidades individuales. No somos   hacedores y  creadores  de organizaciones permanentes que postulen  sueños y utopías  más allá  del contexto. La diversidad, la tolerancia y  el disenso no forman parte  de la  estructura    de la cultura  del dominicano.

El autoritarismo, la verticalidad, la unanimidad, son el corolario  de las  decisiones  de los que han  estado en el poder. El poder, en el sentido  de lo que yo puedo  hacer  que  a los  demás le  está prohibido. El poder  que se ostenta a  través de la persona y no de las instituciones. Es que el modo en que vemos que  se use o  abuse del poder,  es lo que generalmente  hacemos.  Un General Norteamericano dijo una  vez”  el ejemplo no  es una  de las manera  de influir   en los demás, es la única”.  Nos faltan ejemplos, más que palabras, puestas que  estas mueven, empero, aquellos  arrastran.

Los arquetipos de las auditorias y  los contratos, son el espejo que producen  las anclas. Anclas  que han devenido en una patología  social intolerable. Los niveles  de tolerancia que hemos ido permitiendo como sociedad,  es lo que multiplica  cada  vez más las conductas  desviadas; superando  la escalera  de estupor,  de tal manera que el delito  de cuello blanco aquí no existe; que el control social formal e informal no prevalecen  para aquellos  que en “su carrera burocrática” se transformaron  millonariamente.

Es tan lacerante esta patología  social que  el contenido y el punto  de un hecho determinado  no  se analiza en sí mismo, para validar  o no los fundamentos y  argumentos  que lo sustenta. Se apela a la descalificación personal y al bastón  de la persecución política.

Tenemos  como  sociedad  ir construyendo  puentes  que hagan posible  nuevas olas, olas caracterizadas por la decencia, la  transparencia , el carácter  y la templanza. Vectores que nos solidifiquen para  desterrar lo más posible la desigualdad, la exclusión, la precarización del empleo y la vulnerabilidad en todas sus  dimensiones. Que nos inyecten  el veneno del desprecio  para todos aquellos que en el proceso  de mutabilidad social y económica, encontraron  “la facilidad”  de lo que  es todos y nos  desgarran nuestro bienestar  colectivo. Superar  la apatía, el desinterés, el refugio en lo privado   y el individualismo.