"Hay que volver la cara, hacia las hojas verdes de Febrero
hoy que hasta las llanuras desean tus palabras subterráneas;
complácenos, olvida tu uniforme de barro "…
(Sinfonía Vegetal a Juan Pablo Duarte, Juan Sánchez Lamouth)
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"Hoy hubieras muerto en las puertas de enero
te hubieran matado en plena mañana frente al mar
o hubieras caído de verde en manaclas
como un guerrillero sin oración
estarías en el puerto reclamando tu patria."
(José Molinaza, Oración por J.P. Duarte un 12 de Enero Cualquiera)
Colocado en el triste umbral de la utopía nacional, amortajado en los usos y desusos de una falsa pedagogía de patria violada, emerge prefigurado, gris, en las largas siluetas cenizas de volcán insular, apenas humeante.
En la deformada empresa de venderte áulico, no humano y sangre azul, rueda tu rostro en mil versiones inalcanzables, dudas van y dudas vienen, lo que aún queda claro, a pesar de todo, es tu virtud, entendida como manto final de esta historia que vivimos, que niega todos los días tu valor y testimonio.
En la filosofía necesaria para soñar un estado, por pequeño y torvo que éste sea, queda clara la lección: imbuidos de nuestros grandes defectos, por encima de nosotros mismos, esas ideas sembradas no han muerto.
En mi caso, no las analizo dos siglos después exclusivamente para larvar un sentimiento patrio según conveniencia de intereses ante la llamada "amenaza haitiana", ese sentimiento si es trascendente debe ir más allá del uso panfletario en las querellas binacionales actuales, manipuladas por una clase que ha sabido sacarle provecho vil a un "patriotismo" impuro de doble rasero: blablá de discursos, banderas, y tu nombre por delante, látigo y explotación por detrás, sin miramiento alguno a la condición humana. Muestrario de avaricia inconsolable, sangrienta.
Para esos, existe el Duarte Imposible, porque no creen en él. Para ellos Duarte no existe, es el hueco de un símbolo momificado, emblema deshilachado como los estandartes en alfombra de lodo luego de una guerra moral perdida y sin remedio, triunfo de bolsillos ciegos, analfabeto de patrias y de Duartes.
De tus dos siglos, los últimos 50 años han sido un festival oneroso de omisiones y falsificaciones, porque de espaldas a tu doctrina, desde 1961, preferimos en la búsqueda de nuestra libertad, olvidar que el Estado de al lado, tenía derecho a su propia libertad y búsqueda también, pero seguimos en ese juego torpe y con alcance en la historia: seguir la senda del tirano, en materia de esas relaciones, nos miramos entonces el ombligo, nada hicimos para cambiar esas relaciones, ahora al cabo del tiempo y todos los errores cometidos, entre una administración y otra, clamamos tu nombre en seco como si fuera el mejor pasaporte y apellido para justificar actitudes fanáticas, fuera de toda razón.
Por eso algunos tememos cuando escuchamos esgrimir tu nombre con vehemencia en alegatos de uso exclusivo de tu herencia y sacrificio.
Entre el tiempo y los avatares, entre el sufrimiento y las luchas, porque las luchas en estos dos siglos no han cesado, apenas hoy entendemos el norte de todo lo que diste, cuando un dignatario nacional en el extranjero, entre el chiste y la ignorancia habla de "Siameses", en España para más señas, se cae en la cuenta de que no hay una conciencia adecuada de lo que se tiene por el medio, tampoco hay una conciencia adecuada de lo delicado de la actual situación binacional, dejada por el gobierno anterior al rojo vivo en un escándalo de corrupción Dominico-Creole…
A lo largo de estos dos siglos, se nos ha hecho creer también, que tu ideario solo sería aplicable en caso de emergencia referido a lo exterior, olvidando que el contenido de esa historia como doctrina, relata también un sendero de visión interna, de lo que hemos debido ser dominicanas y dominicanos, como pueblo y nación.
Toda lectura futura resultará complicada, agobiante, porque más de 10 millones de nacionales, mujeres y hombres, se reconocen en una idiosincrasia, forma de ser y estar, un pensamiento nacional, deforme o no, aunque sustentado muchas veces en la falsía de una interpretación coja y elemental con la cual se enseña la historia adornada de seudo-historia y muñequitos.
¿De qué nos servirían los actos oficiales pomposos para honrar tu memoria si los mismos que te honran te han deshonrado siempre?
Los tiempos que vienen luego de este bicentenario quedan para el Duarte imposible, el que hay que construir a la luz de una nueva realidad, que el pueblo tendrá que ver y distanciarse con el rigor de un espíritu crítico, que le permita mirar a su vecino occidental con el sentido de humanidad que el anterior Gobierno burló en enero del 2010.
Detectar la ideología del facilismo paternalista (que no fue una aspiración del pueblo haitiano, sino un sometimiento de conciencia para sobrevivir en el rol que los organismos internacionales asignaron a ese Estado,) que suelen activar como un vicio común las autoridades occidentales de la isla, es una labor en defensa de los pocos recursos existentes, para nuestros nacionales, que justamente esperan desde la fundación de la democracia, un aire social de respiro.
A la luz de la búsqueda de ese Duarte imposible, imagen fuera de toda lógica del Duarte adocenado de la historia de pegatina y embotellamiento, fuera de los falsos desfiles exhibicionistas y sin contenido de ideas o discusiones entre los jóvenes que les ayude a situar una posición inteligente, lejos de un chauvinismo tropical frustrante, habrá que dejar siempre el espacio libre para el pensamiento disidente, que quiere construir el Duarte imposible, como utopía nacional viable, que rescate el rol fundacional de las ideas que erigieron este pequeño país.
Aún te queda la mirada, con el invisible penacho de nube de tu fe, que quizás ahora debió ser la nuestra.
¿De qué nos servirían los actos oficiales pomposos para honrar tu memoria si los mismos que te honran te han deshonrado siempre?
¿O existen dos Duarte?… Uno apegado a la utopía y otro instrumentado para lavar la cara al Estado que dice sostenerse en tus escrituras antiguas y que nos esgrime tu nombre, como el escozor que el látigo húmedo produce en la espalda abatida del esclavo?
Te he mirado siempre desde otra dirección, quizás porque huyo de las sacralizaciones que deshumanizan a las figuras de la historia, sospecho que te convirtieron en una memoria de barro, manoseada, vilipendiada, cuidada, andamio de patricio en la triste unidimensión de un concepto antifaz, que aún impera y hace proselitismo fatuo.
Este bicentenario pasará, modas de días para recordar, incienso de lugar como volutas de rápido discurrir, lo importante será seguir pensando en esas moralidades solícitas de sacrificios y honor, el último sustento de lo que somos y vivimos, aún en nuestra ingenua ignorancia.
Entre las brumas y las cenizas de un volcán casi despierto, la figura del Duarte imposible emerge, lejos de su fatalismo, para recordarnos, que la idea de patria es algo más que papeles, pompas, citas citables y la urgente necesidad de una cierta compasión de corazón, entre dominicanas y dominicanos, porque Duarte podría vivir, si queremos, si transformamos la dejadez espiritual de una nación en fatiga que debiese reinventarse. (Cfe)