En la primera entrega del presente artículo argumentamos sobre la deserción que actualmente presentan las religiones; principalmente las religiones de denominación cristiana. Al parecer, la época del conocimiento trae consigo mayor razonabilidad en el pensamiento de las personas, las cuales se resisten cada día más a creer en cuestiones de fe, antes que en cuestiones de razón. Algunos consideran, de hecho, que las religiones van perdiendo importancia y que muy pronto desaparecerán de la estructura social sin dejar más rastros que las evidencias de su pasada existencia. ¿Podrá ser esto posible? ¿Podrán las religiones desaparecer algún día? Veamos.

La importancia de las religiones se demuestra con el hecho de que siempre, y en todas las épocas, han existido. En la antigüedad la totalidad de las religiones, a excepción de la hebrea y de la egipcia en tiempos de Akenatón, eran politeístas, o sea, guardaban culto a diferentes dioses. Es por ello que en el antiguo testamento de la Biblia hebrea notamos un peculiar esfuerzo por parte de los profetas de sobreponer a Dios sobre todos los demás, considerando a los otros dioses ídolos falsos y condenando como la más imperdonable aberración el delito de la Idolatría.

Aquella intransigencia pudiera explicarse con el hecho de que la religión o sistema de creencias era en la antigüedad, y en cierto modo lo sigue siendo en nuestros días, un medio de control político, y los hebreos lo sabían. Era importante imponer un dios cualquiera a las demás naciones, y con ello ganar espacio en los círculos de influencia. El esfuerzo, sin embargo, dio sus resultados, y en nuestra época ya no es un problema las concepciones que, las principales 4 religiones del mundo, tienen sobre un Dios creador. La cuestión que deben enfrentar las religiones ahora es la explicación que dan al mundo de Dios; de un dios que se torna cada vez más cuestionable y que amerita, con extrema urgencia, una reformulación del concepto que sobre él se tiene.

El primer problema, conforme a nuestro humilde criterio, es que la Religión Cristiana (partimos de la religión cristiana porque es la de mayor adeptos en el mundo) explica a un Dios muy humano y por lo tanto contradictorio. Por ejemplo, un Dios irrefutable, perfecto, y que todo lo sabe, es capaz de arrepentirse cuando acaba con toda una generación tras un diluvio de 40 días. O un Dios autosuficiente necesitaba crear todo para que todo sirva a su alabanza. El Dios de la religión cristiana se trata de un dios que aunque es fuente de amor, necesita de la sangre y el dolor para perdonar los pecados, no importando si incluso ese dolor le fuera causado a su propio hijo.  Motivado por aquel razonamiento es que se puede comprender a Nietzsche cuando afirmó: “El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza”.

¿Podemos ahora decir que las religiones han de desaparecer? Lo dudamos, pues las religiones, a pesar de sus escollos, brindan a la humanidad una referencia de donde partir a la hora de definir cuestiones evidentemente existenciales. Haya creado el hombre a Dios o Dios al hombre, lo cierto es que sin Dios el hombre no tuviera un referente para definirse a sí mismo, y resulta que las instituciones que explican sistemáticamente a Dios son nada más y nada menos que las religiones.