Las canciones de Mecano son lo máximo.
Las canciones de Mecano son pura literatura. Así como algunas las canciones de Sabina se convierten en poemas cuando se les quita la música, así, muchas de las canciones de Mecano se convierten en cuentos o en fábulas. Quienes consideran que la música de los ochenta es cursi, podrán prescindir de ella sin remordimientos.
Las canciones de Mecano se amoldan a las reglas del relato. En muchas de ellas se distinguen fácilmente la introducción, el nudo y el desenlace, como si se tratara de cuentos. En “Bailando salsa”, por ejemplo, un hombre llega a una discoteca, “liga” a una muchacha, baila con ella, solo para perderla porque “Se ha ido con Pedro Almodóvar, gorda algarroba, a ver si la saca anunciando alguna escoba”. Dicho sea de paso, el humor no falta en sus canciones.
Prefiero, sin embargo, sus canciones más poéticas. Dos de ellas me parecen de una belleza insuperable. En “Hijo de la Luna”, una gitana ofrece su primer hijo a la luna si esta le ayuda a superar la oposición de su familia y casarse con otro gitano. Al nacer el hijo, el gitano de piel cobriza lo rechaza por ser “blanco como un armiño”. Pensando que su mujer lo ha engañado, la apuñala y abandona el niño en el monte. La luna lo adopta entonces y se ocupa de él:
“Y las noches que haya luna llena
será porque el niño esté de buenas
y si el niño llora
menguará la luna
para hacerle una cuna”.
“Ana y Miguel” cuenta la historia de un pescador y su mujer, de la cual se ha enamorado el mar, quien murmura "maldito pescador, despídete de ella, no quiero compartir su corazón". El mar mata a Miguel; Ana se convierte en una piedra blanca que, a orillas del mar, cual Penélope, espera el retorno de su amado. Esto es hasta posible porque:
"Incluso hay gente, que asegura, que cuando hay
tempestad, las olas las provoca
Miguel luchando a muerte con el mar".
Mecano echa mano de la prosopopeya o personificación, para representar la lucha del hombre con los elementos y, como cualquier leyenda, explicar fenómenos naturales como piedras y tempestades.
Decía Juan Rulfo que solo existen dos temas en la literatura: el amor y la muerte. Los dos ejemplos citados muestran que Mecano los trata, uno al lado del otro. Pero no se limita a leyendas y a mitos. También tratan situaciones cotidianas, banales. En “Cruz de Navajas”, Mario descubre que María, su mujer, lo engaña. En la lucha cuerpo a cuerpo que sigue, el amante acuchilla al marido. Y el relato concluye con la versión que los amantes han inventado para escapar a la justicia:
“Dos drogadictos en plena ansiedad
roban y matan a Mario Postigo
mientras su esposa es testigo
desde el portal”
En esta canción se puede observar otra de las características que aprecio en Mecano: la ausencia completa de juicios. La canción no toma parte ni del amante ni del marido. Los hechos son narrados fríamente, como si se tratara de una crónica periodística. Pasa lo mismo en “Mujer contra mujer”, donde se describe una relación lesbiana, que podría parecer como “que no está bien”, pero que, al final “qué se le va a hacer”. Dicho sea de paso, el que Ana Torroja, con su estilo algo andrógino, cantara canciones que, al ser compuestas por los hermanos José María y Nacho Cano, tienen un punto de vista masculino, dotó al grupo de una cierta ambivalencia no exenta de misterio.
El grupo no rehuía los tabúes. Cantaron también sobre el suicidio (“Aire”), la depresión (No me puedo levantar)”, la frivolidad (Maquíllate) e incluso las drogas (“El lago artificial”). Particularmente crudo es el verso en el que se personifica a la droga, pues el autor se dirige directamente a ella:
“Mil veces intenté aguantar
mil veces más te tuve que buscar
Te encontré en los callejones
y en los lúgubres rincones
de mi ciudad”
Mecano, en sus canciones, incurre con frecuencia en los homenajes. Así, dedicaron una a Salvador Dalí, al Dalai Lama e incluso a Laika, la perra cosmonauta.
El que las canciones de Mecano sean literarias no es casualidad. El grupo acudía directamente a ella. Hermosísimo es “Héroes de la Antártida”, relato de muerte – ¿Cómo no? – basado en uno de los relatos del más hermoso aún “Momentos estelares de la Humanidad”, de Stefan Zweig”. “Una rosa es una rosa” se basa en una frase de Gertrude Stein.
A pesar de que Mecano me hace recordar amores irremediablemente perdidos (o quién sabe si por ello), escucharlos es para mí otra verdadera delicia. Los invito a hacerlo.