En virtud de lo que establece el artículo 128, numeral 2, literal f) de la Constitución de la República Dominicana, el presidente, en su condición de Jefe de Gobierno, tiene la facultad de: "Depositar ante el Congreso Nacional, al iniciarse la primera legislatura ordinaria el 27 de febrero de cada año, las memorias de los ministerios y rendir cuenta de su administración del año anterior". De igual forma, en virtud de lo establecido en el artículo 93, numeral 2, literal d) de la Constitución, el Congreso Nacional, en cuanto a sus atribuciones en materia de fiscalización y control: "debe examinar anualmente todos los actos del Poder Ejecutivo y aprobarlos, si son ajustados a la Constitución y a las leyes".

Para los/las que no se percataron de lo acontecido el pasado 27 de febrero, el primer mandatario hizo un recuento de los avances del país desde la caída de la dictadura hasta la fecha. Luego pasó a desglosar, por áreas (no todas), datos que necesariamente debían salir a la luz, en lo que yo llamaría un discurso de campaña (dejó fuera el tema de la inmigración haitiana y los avances de RD en cuanto a los "objetivos" del milenio, uf). Mostró una RD intocable, domable, pasiva y sobre todo cercana a lo ideal. Un país donde, a simple vista, leyendo este discurso enigmático, podríamos pensar que la austeridad, la equidad y la justicia social reinan.

Leonel dijo, y cito: "Puedo afirmar sin lugar a equívocos, que en ningún momento de la historia financiera de la República Dominicana se había hecho un recorte del gasto público de manera tan severa y de esa magnitud, como el que realizó la actual Administración, con tal de mantener la estabilidad de la economía nacional". ¿Cómo podemos creer eso? Cómo el pueblo puede digerir esa afirmación, sin dejar de pensar en lo que gana su vecino por conseguir votos siendo presidente del comité intermedio o de base, o viendo el desfile de automóviles asignados, los indultos que él otorga, las denuncias de los programas periodísticos sobre la desproporción de los salarios de los puestos de alta gerencia en la administración pública, el derroche en las campañas electorales, la adquisición de inmuebles producto del lavado, la vinculación de funcionarios a hechos delictivos como co-autores o autores intelectuales, etc, etc, etc; ¿cómo podemos creerle si la brecha entre pobres y ricos deja de ser brecha y se convierte en un abismo?  

Para conocer de esos cuentos, digo, de esas cifras presentadas en el salón de la Asamblea Nacional del Congreso hay que conocer el contexto a fondo, y gobernar en base a ese contexto. Eso es gobernanza: políticas públicas diseñadas en base a realidades; una nueva y legítima forma de gobernar, basando el accionar de la administración pública, en la evaluación del panorama social y económico de una nación. Pero es tarea de los legisladores evaluar si realmente esa rendición fue de cuentas o de cuentos: que no se queden callados/as.

Si me dedico a criticar únicamente la forma, el manejo y la habilidad de 'marear' del primer mandatario, confieso sólo emitir comentarios positivos. Sin embargo, exhorto a aquellos/as que adulan a este rey de reyes a examinar con detenimiento lo que se orquesta detrás de esas palabras y ese traje decorado con su 'ñoña': un discurso alejado de la realidad que nos vapulea a cada minuto. Su segundo apellido lo dice todo: Leonel Fernández 'reina'.

Una bendición de cuentos es una consagración de historias. ¡E' pa' dónde que vamo'!