Metiéndome de inmediato en el asunto, me pregunto: ¿de qué vale en profundidad y eficiencia transformadora, un proyecto de sociedad que no esté fundado en el cimiento de una metamorfosis espiritual o educativa de hombres y mujeres?

Es ahí el problema vital de una comunidad, si quiere encontrar el camino de superar las deficiencias y empobrecimiento de sus taras históricas y envilecimientos actuales. Sólo cambiando su manera de pensar favoreciendo los altos ideales y los principios enaltecedores y aportadores de un futuro progresista socio-político y enriquecedor de valores éticos, podremos reencauzarnos por una vida sana y de felicidad.

Labrar nuestra propia felicidad, es desplegar las potencialidades mas encarecidas de la inteligencia creadora e innovadora, forma única de distanciarnos del reino zoológico.

Algunos con su prevalencia de apoderarse de los espacios sociales que han de pertenecer a otros con legítimo derecho de causa, quedan atrapados en el egoísmo sordo y depredador de la naturaleza animal. Cualquier similitud es pura coincidencia; después de todo, diversos animales son muy nobles y tienen una medida límite y de comedimiento.

En las actuales condiciones deprimentes  de la sociedad dominicana, particularmente luego de pasados los sinsabores del proceso comicial, donde lo que importo fueron las "conveniencias" particulares o individuales de los grupos sociales, que acomodados a esos intereses esgrimen todos tipos de discursos o comentarios en tertulias o espacios virtuales; justifican con maromas y falacias sus posiciones políticas o sectoriales en desmedro de lo institucional o intereses generales de la sociedad dominicana sin ningún despecho.

"…me sobrecoge con pasmosa fuerza de realidad un vital misterio de incertidumbre, donde se disminuye la humanidad para darle paso a la animalidad"

Así, con todo desparpajo rimbombante  claman que todo esta bien, ante el asombro de su interlocutor que le parece ser un idiota o tarado. Los hay de todas las pintas, incluso personas profesionales talentosas, que se redujeron mentalmente cuando se trata de "conveniencias". Su tozudez responde a un criterio enmarañado de antivalores, que pugna por no perder sus privilegios que le ofrece una vida social discriminadora respecto al resto de la sociedad.

Revisando las cartas que se reciprocaron pensadores y filósofos del pasado siglo XVIII, me encontré con una que enviara Friederich Schiller a Enmanuel Kant (filósofos alemanes) contentiva de una polémica entre ambos acerca de los temas de la belleza y la moral, abordados con intensidad por ambos pensadores con esmera maestría.

En esa discusión primó la moral como sustento invariable de que la belleza finalmente ha de estar al servicio de lo ético, porque esta condición resplandece de belleza a quien la posee: se dice de su virtud, que tiene belleza de alma.

La belleza en cualquier renglón se supedita al pilar robusto de la moral. Hostos, Martí, Bosch y Kant, construyeron paradigmas que han servido de modelo referencial. El problema es hasta qué punto se dice del modelo, pero no se revierte en acciones empíricas. El mundo se ha hecho tan habilidoso,( desde luego los hombres) que a fuerza de construir un discurso, resquebraja la realidad  y nos la disuelve en consecuencias insignificantes.

En los últimos decenios irrumpen con sus asechanzas alevosas y egocentristas dos fundamentales corrientes del accionar político y empresarial en la sociedad global y dominicana, que con su fuerza de poder omnímodo imponen nuevas formas de maniobras políticas no conocidas en el viejo liderazgo de estos pueblos latinos.

Una es, el mercado global que cruza con un click todas las fronteras en el intercambio del comercio exterior, la economía es el cálculo comercial cotidiano de los sectores financieros endiosando la mercancía. La otra corriente, muy genuinamente dominicana, que domina las actividades socio-políticas cotidianas, se manifiesta en el trasnocho electoral mancillado por las obscuras travesuras del poder.

Para mi es preocupante entrar en lúcido conocimiento de los hechos acaecidos que montan "el nacimiento de una tragedia" en esta triste y abandonada sociedad, me sobrecoge con pasmosa fuerza de realidad un vital misterio de incertidumbre, donde se disminuye la humanidad para darle paso a la animalidad.

Humanidad es identificarse con lo bueno, con lo justo, con las leyes, entregarse a lo institucional: respetar los procesos y a sus actores. Pero desde el más encumbrado dominicano hasta el más deprimido socialmente, observamos la justificación de lo absurdo, se deshumaniza su intrínseca condición moral, su belleza en tanto ser humano. En el substrato de su discurso sólo cabe la defensa de lo inhumano: la carencia de lo justo y la solidaridad, y al contrario emerge un silencio embrutecedor y cómplice de parte de los actores fundamentales de la política nacional, se comportan en vergüenza ajena. La fealdad, si es que existe alguna, se ha apoderado de su ingrata alma y un sendero de temor fundado se nos coloca frontal en el discurrir inmediato y mediato del acontecer dominicano.