Cuando el maestro Fradique Lizardo fue a Cabral, Barahona, por vez primera,  para conocer a las Cachúas de Cabral, versión local del diablo como personaje central de un carnaval singular, único, con las máscaras más hermosas del país, quedó fascinado al encontrar unos diablos danzantes, que iban por las calles y callejones del pueblo, látigo en  manos, bajo los acordes de un balsié, unos panderos y de un acordeón tocado con maestría y devoción.

El responsable de tocar este acordeón era un músico carismático que apodaban Belí, un músico-leyenda, figura de referencia, jefe del conjunto musical,  que ponía a las Cachúas a bailar en sus desfiles a ritmo de mangulina.  Deslumbrado, Fradique los bautizó como “Los diablos danzantes Dominicanos”, haciendo alusión a los diablos danzantes de Yare en Venezuela.

En tiempos que no eran de carnaval, Beli, el maestro, el virtuoso, el músico, pasó toda su vida tocando bailes privados en Cabral y en la región. Incluso varias veces lo hacía en Santo Domingo, donde cabraleños residentes en esta ciudad, lo contrataban para sus celebraciones.

Belí era un personaje excepcional, con una historia de anécdotas, leyendas, para una antología.  En dos oportunidades puso a bailar a Trujillo y a diversos funcionarios de su gobierno.  Aventurero, bohemio, bebedor, enamorado, con más de cien navidades, sonriéndole siempre a las  madrugadas, su debilidad era la música y su predilección fueron siempre las mujeres, como todo músico popular.

Inesperadamente, sin avisarle a mucha gente, San Pedro tenía una fiesta hoy día 1 de octubre y por recomendaciones de San Miguel, todavía con resaca por sus fiestas de hace dos días, y San Juan Bautista, que estaba listo para ir a bailar Sarandunga a Bani, decidió mandar a buscar a Belí para que tocara mangulinas y merengues en su celebración en el cielo.

Belí no fue solo, junto a sus músicos, decidió ir con un grupo de Cachúas, presidido por Temito a celebrar también un carnaval con San Pedro y todos sus amigos.  Las Cachúas, herencia afro-cimarrona, monumento viviente y patrimonio nacional, honraran a Belí con su presencia permanente.  ¡Belí no ha muerto, solo fue al cielo a tocarle una fiesta y hacerle un carnaval a San Pedro!