Queridos hermanitos y hermanitas:
Si al mirar el nacimiento ven al Niño Jesús y se llenan de fe en la divinidad que se hizo niño, un niño como ustedes, y creen que Él está siempre a nuestro lado nuestro.
Si consiguen ver en los otros niños y niñas la presencia oculta del Niño Jesús;
Si son capaces de hacer renacer el niño escondido en las madres, padres, familiares y en las personas adultas amigas de ustedes, para que surja en ellas lo que siempre ustedes dan: amor, ternura, cariño y un abrazo apretado;
Si al mirar el nacimiento descubren a Jesús pobremente vestido, casi desnudo, y se acuerdan de tantos niños y niñas igualmente pobres y mal vestidos, especialmente en las periferias de nuestras ciudades y en las comunidades rurales abandonadas, y también de los niños y niñas refugiados que ven por la televisión, algunos muriendo ahogados en el mar, y sufren en el fondo de su corazón por esta situación inhumana y, si pueden compartir algo de lo que tienen, unos tenis o una camiseta, y desean cambiar estas cosas cuando sean mayores;
Si al ver al buey y la mula, las ovejas, los perros, los camellos y el elefante junto al portal piensan que el universo entero está también iluminado por el Niño Jesús y que todos, estrellas, piedras, árboles, animales y humanos formamos la gran Casa Común que tenemos que cuidar;
Si al mirar hacia lo alto ven la Estrella de Belén con su cola y recuerdan que hay siempre una estrella generosa que le guía a ustedes, que les acompaña, les ilumina y les muestra los mejores caminos;
Si se dan cuenta de todo esto, entonces sepan que yo estoy naciendo de nuevo y renovando la Navidad. Estaré siempre cerca de ustedes, caminando con ustedes, llorando con ustedes y jugando con ustedes hasta el día en que llegaremos todos, la humanidad y el universo, a la Casa del Padre y Madre de bondad para estar juntos y eternamente felices.
Belén, 25 de diciembre del año 1.
Firmado: Niño Jesús