La colonización en África, como en el caso asiático, se inició en el siglo XV en las regiones costeras. En principio, el interés de las potencias se centraba en la posibilidad de contar con bases de abastecimiento y logística para llegar a Asia. Sin embargo, pronto iniciaron la extracción de los recursos africanos: metales preciosos, marfil y, sobre todo, esclavos. Hacia comienzos del siglo XIX, se inició la penetración en el continente, la cual significó el sometimiento de los pueblos originarios. También en esta etapa se produjeron los primeros conflictos entre las potencias que pugnaban por abarcar más territorio, lo que dio lugar a la Conferencia de Berlín en 1885, en la cual se concretó el reparto de África. Esta dominación continental se prolongó hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial, fecha en la que se inició el proceso de descolonización, bajo el influjo de los principios establecidos en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En cuanto a la colonización del África árabe-islámica del norte, también se inició en el siglo XV por parte de portugueses y castellanos. Sin embargo, con la consolidación del Imperio Turco Otomano, una buena parte de esta región pasó a integrar los dominios del sultán. Ahora bien, a mediados del siglo XIX y en virtud del debilitamiento del imperio, las potencias occidentales empezaron, de hecho, a dominar la zona. Así, Francia se quedó con Marruecos, Túnez y Argelia e Inglaterra con Egipto y Sudán. La única colonia italiana en la región, fue Libia. Después de la Primera Guerra Mundial, y tras la desaparición del Imperio Otomano, se realizaron los últimos repartos.

En cuanto a la colonización de Oceanía, este proceso se dio más tarde. La exploración se inició en el siglo XVII y se completó en el XIX. En este continente pueden distinguirse claramente dos categorías de colonias: las de poblamiento británico en Australia y Nueva Zelanda, y por otro, el mundo insular formado por los archipiélagos de Melanesia, Micronesia y Polinesia. Australia fue descubierta por casualidad por los holandeses, pero no la ocuparon. En 1770 fue explorada, conquistada y colonizada por Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX. Al principio fue una colonia penitenciaria y hacia 1850 empezaron a llegar los colonos. Así se crearon los primeros auto-gobiernos, cuyas instituciones representativas se mantuvieron hasta 1901. En esta fecha, Australia fue organizada como un Estado federal autónomo con su propia Constitución, dentro del Imperio Británico. En Nueva Zelanda, pasó algo similar. Los problemas con la población maorí se solucionaron y en 1856, se creó el auto-gobierno. El estatus de Estado autónomo dentro del Impero Británico, lo alcanzó en 1907.

En líneas generales, las potencias diseñaron tres categorías para los territorios y las poblaciones conquistadas: 1) Colonias propiamente dichas: no tenían un gobierno propio, dependían de la administración metropolitana, a través de diversos funcionarios e instituciones. Eran generalmente el resultado del derecho de conquista y ocupación; 2) Protectorados: en ellos existía, en teoría, un gobierno de habitantes originarios que era respetado por la metrópoli. Sin embargo, ésta creaba un sistema de administración paralelo que, en la práctica, era el que dominaba y representaba a la colonia en el exterior; 3) Territorios metropolitanos de ultramar: Eran territorios con poblaciones que eran incorporados jurídica y administrativamente a la metrópoli de manera que formaban parte de la misma y eran como una prolongación suya en Asia, África u Oceanía. Normalmente, en ellos vivían gran cantidad de ciudadanos metropolitanos. En 1919, la Sociedad de Naciones (SDN), creó la última categoría: los Mandatos, que eran territorios que habían pertenecidos a los vencidos en la Primera Guerra Mundial y que pasaron a ser administrados por las potencias vencedoras.

En cuanto a sus funciones, las colonias pueden dividirse en dos categorías: 1) Colonias de poblamiento: poseían una gran cantidad de población europea que se establecía en las colonias y se imponía sobre la población originaria. Su descendencia daba lugar a la gestación de nuevos sectores sociales (ni puramente metropolitanos ni puramente originarios); 2) Colonias de explotación: Gobernadas por fuertes estructuras económicas y administrativas metropolitanas, en ellas lo primordial era la extracción de recursos naturales por parte de empresas occidentales que obtenían grandes beneficios, gracias a que la mayoría de la población originaria servía como mano de obra barata. El cuadro que nos presenta Paul Kennedy en su “Auge y Caída de las Grandes Potencias”, nos muestra aspectos relevantes en las colonias: “La vida en las colonias mostraba una increíble variedad de situaciones y circunstancias. Si bien existía una gran riqueza, desde el punto de vista socio-cultural, las relaciones entre colonizadores y colonizados muestran que, en general, prevalecían los códigos, gustos y valores de las poblaciones dominantes, lo cual provocó una seria alteración de las culturas y las formas de vida originarias”. (Kennedy, Paul “The Rise and Fall of the Great Powers”, Random House, 1987).