Todavía retumba en mis oídos la repetida frase: "en mi barrio la gente no usa mascarilla". Esa expresión la escuché en el momento de mayor temor y espanto producido por el virus de la terrible pandemia. Quizás la escuché desde aquel día en el que vi a una abuelita sin mascarilla, porque no tenía dinero para comprarla, entre tantos enmascarillados que caminábamos de prisa por la calle.

El ambiente social donde se vive va condicionando toda la existencia humana, y en esa realidad en la que uno habita, se modifica todo el ser de la gente, desde el lenguaje, las creencias, el sentir el mundo y sus complicaciones, la óptica del análisis político, la mente del sujeto, la gastronomía, y hasta la esperanza, tiene su sello de clase. Nada absolutamente escapa de esta realidad.

La clase media y la clase alta, y hasta la muy alta, tienen la fácil vocación de sentir, creer, y hasta simular a través de su lenguaje, que los otros, los de a pie, viven igual que ellos. Bajo este sello todo está justificado, por ciencia, conciencia o indiferencia.

No me he alejado del tema del artículo. Simplemente giré hacia la sociología, para caminar hacia mí mismo y ver el tamaño exacto de esta laceración que llevo al hombro. Sencillamente eso!

Pero volviendo al asunto del título, es verdad que en los barrios no se usan mascarillas. He recorrido decenas de barrios; les he preguntado a mis alumnos, a parientes; y la realidad es que los habitantes de los barrios sólo utilizan el protocolo en momentos y espacios especiales cuando, por algunas razones, desarrollan una actividad determinada en el marco de su cotidianidad y urgencias.

Pienso que una buena campaña de prevención efectiva contra el contagio que provoca la pandemia sería un estudio profundo desde el punto de vista de la sociología para construir los indicadores que expliquen las razones reales del porqué los barrios y campos del país no utilizan mascarillas. ¿Se producirá a futuro la universalización del contagio de los habitantes de los barrios? ¿Cuáles segmentos de la población de los barrios usan dichas mascarillas y cuáles guardan el protocolo y hasta qué grado? Termino con una de las expresiones más creativas de nuestro pueblo: ¡No hay de otra…!