En las últimas semanas el caso ODEBRECHT ha ocupado la atención de todos los dominicanos. Y no es para menos, porque se trata del caso de corrupción y soborno más grande de nuestra historia. Sumándole que los imputados son congresistas, ex-congresistas, funcionarios, ex-funcionarios y otras personalidades, sin mencionar todo lo que se desprende de este caso, como las sobrevaluaciones en obras y financiamientos de campañas.

Pero mientras todo esto acontece, se ha soslayado el país como tal. El desastre y el caos impera. Las instituciones se derrumban en todos los ámbitos. Nóminas abultadas, donde muchas personas sólo figuran en puestos y no asisten, pero cotizan para una pensión y para colmo muchos han sido nombrados por compromisos de partido, por compromisos con el titular o simplemente porque les manejan un carro a cualquier fulano. Todo esto sin importar si están capacitados o son los correctos para dichos cargos.

Ministros, vice ministros, directores, que brillan por su ausencia y que no tienen la obligación de ponchar en el reloj biométrico, gastando una fortuna en cenas y gastos de representación. Personas que no les interesa más que cobrar su sueldo y que no se los quiten, en muchos casos son hasta cinco veces más de lo que recibían.

Edificaciones cayéndose a pedazos y deteriorándose cada día más. Basta con que se presenten trabajadores a pintar una pared, clavar algo o tapar una gotera, para que salgan a publicitar las acciones de una administración fallida. El gasto en sueldos se ha multiplicado. Se han creado más posiciones, muchas de éstas innecesarias. Se ha desconsiderado al personal técnico-especializado y se ha protegido a personas que no cumplen.

Instituciones cerradas, pero con un personal cobrando. Comisiones de todo tipo que se reúnen una vez al año para tirarse una fotografía y decir que se está trabajando.

Aunque no se quiera admitir, somos un ESTADO FALLIDO.

Ignorancia o indolencia, o, ignorancia e indolencia; no se sabe cómo, pero mientras tanto el barco se está hundiendo y no hay Chapulín que lo salve.