En junio de 1974, pocos días después de Balaguer haber "ganado" unas elecciones a las cuales no concurrió la oposición, el embajador norteamericano Robert Hurwitch se entrevistó con él, mencionándole que en Santo Domingo la sabiduría convencional era que nadie podía gobernador el país sin el consentimiento de los militares. Como Balaguer le había dicho que no sería candidato en 1978 (pero lo fue), el embajador comentó que el profesionalismo, la honestidad y la actitud política de los líderes militares en 1978 influiría sobre las características de los candidatos para esas elecciones.
Después de reiterarle, mintiéndole que "podía estar seguro de que esta era su última candidatura", Balaguer expresó no estar de acuerdo con esa sabiduría convencional, ya que "concibo a los militares como un grupo de estúpidos, temerosos de la responsabilidad y de la complejidad de gobernar el país", agregando que "el verdadero obstáculo para el progreso era lo que en algunos países latinoamericanos se citaba como 'la oligarquía', pero que él prefería caracterizarlos como 'los ricos reaccionarios'. Este grupo, que posee tanto independencia como poder económico, los utiliza para corromper a los militares y, en algunas ocasiones, a la Iglesia Católica, con el propósito de preservar su riqueza y promover sus fines egoístas. Eran peligrosos y había que bregar con ellos con paciencia e independencia". Citó que "confrontarlos podría resultar en serios disturbios en todo el país, ya que estos ricos tienen muchos recursos. Bajo estas circunstancias, el progreso necesariamente tenía que ser lento, pero él tenía el propósito de echar para adelante cuándo y dónde encontrase la oportunidad, para lograr reformas sociales y mejoras en gran escala". Citó como ejemplo su programa de reforma agraria, aunque reconoció que faltaba mucho para lograr su gran objetivo con ese plan.
En cuanto a la posibilidad de disturbios resultantes de que un candidato en 1978 no resultase aceptable a los ricos reaccionarios, Balaguer dijo que "no esperaría una reacción inmediata. Si las elecciones de 1962 eran una guía, los grupos económicos poderosos aceptarían los resultados electorales sin furor, para entonces comenzar a trabajar calladamente con los militares y otros para subvertir al presidente elegido y eventualmente derrocarlo". Citó que en el caso de Bosch eso apenas había requerido seis o siete meses.
Al reportar sobre esta conversación, el embajador comentó que aunque era verdad que los militares dominicanos no impresionaban intelectualmente como grupo, lo cual afectaba la paciencia de un Presidente intelectual como Balaguer, y se entretenían enriqueciéndose, "algunos de ellos luce que tienen sed por el poder y se concibe que podrían actuar por su cuenta".
Pero cuando Balaguer enfrentó a Antonio Guzmán, del PRD, en las elecciones de 1978, permitió que el General Neit Nivar Seijas y otros oficiales cerraran las estaciones de televisión a través de las cuales se estaban leyendo unos resultados donde Guzmán se vislumbraba como ganador. Se requirió de la presión política del gobierno liberal de Jimmy Carter, que incluyó llamadas a Balaguer por parte del canciller norteamericano y declaraciones públicas del propio Carter, para que el conteo continuara.
Sin embargo, Balaguer pudo enfrentar con éxito a los militares cuando actuaron contra él, ya fuese el caso del General Wessin y Wessin, a quien sacó de las Fuerzas Armadas, ya sea la rivalidad entre Enrique Pérez y Pérez y Neit Nivar, con la cual jugó con habilidad, ya sea la renuncia colectiva de la cúpula militar, la cual sorteó con facilidad.
En cuanto a los "ricos reaccionarios" realmente nunca los enfrentó, más bien los protegió. Una verdadera reforma agraria hubiese afectado a los más grandes terratenientes, los dueños de ingenios azucareros y los ganaderos, a quienes no tocó. Solo perjudicó a dueños de fincas de arroz y otros pequeños terratenientes.
Balaguer se quedaría en el poder cuatro años más y luego de los gobiernos de Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco diez más. Hurwitch sería obligado a renunciar, mientras servía en Santo Domingo, acusado de recibir prebendas, dando así término a su carrera política.