“Ahora los ciudadanos de la región ven las protestas como una necesidad para lograr cualquier tipo de responsabilidad para los que están en el poder”.
“En un contexto en que casi todos los movimientos de protesta han tenido éxito en forzar grandes concesiones, existe una posibilidad de que 2020 sea otro año volátil para América Latina”. – The Economist Intelligence Unit
En un reciente análisis de la Unidad de Inteligencia de The Economist, titulado “Where next and what next for Latin America?” (“¿Hacia dónde y qué sigue para América Latina?”), la República Dominicana empata con Bolivia al obtener un promedio de 3.3 puntos en los siete renglones evaluados en su “mapa de riesgo de inestabilidad política”. Peor posicionados que nosotros en cuanto a volatilidad social y con calificaciones que van desde 3.4 a 3.9, nos siguen Panamá, Perú, Paraguay, Chile, México, Honduras, Brasil y Guatemala. Nicaragua queda en la cola con promedio de 4.1 (de 5), pues Venezuela y Cuba no fueron evaluadas en este ejercicio por no disponer de data confiable. Por el otro lado, de acuerdo con este nuevo índice de aun desconocido valor predictivo, están mejor posicionados que nosotros: Uruguay (encabezando la lista con calificación promedio de 2.6), así como Argentina, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador y Haití, todos empatados con promedio de 3.1.
Según esta novedosa metodología de evaluación de riesgo de la inestabilidad política, hay siete países en América Latina en mejores condiciones que nosotros, nueve por debajo, y empatamos con Bolivia. Pero los analistas advierten que ni Uruguay queda a salvo, pues hasta esa sólida democracia tiene un talón de Aquiles por su virtual estancamiento económico en el último lustro. Además, la conectividad y la globalización aumentan las expectativas de los ciudadanos, sobre todo de la clase media, y la difusión virtual de protestas y movimientos sociales en naciones vecinas y distantes tiene el potencial de servir de modelo en cualquier momento y prácticamente en cualquier lugar. Nadie se escapa del riesgo de caer en una etapa de turbulencia social más o menos prolongada, como lo demuestran los disturbios recientes en Chile, Francia y Hong Kong.
Antes de empezar a despotricar contra la nueva ofensa al orgullo nacional al equipararnos con Bolivia y dejar al país peor posicionado que Haití en esta evaluación, sépase que The Economist Intelligence Unit produce periódicamente reportes sobre 35 naciones de América para sus suscriptores, en su gran mayoría empresas e inversionistas con intereses en la región o en proceso de estudiar potenciales inversiones, y no es prensa amarilla con prejuicio contra los dominicanos ni representa intereses ocultos. Esa organización se puede equivocar por error conceptual o data inexacta, pero su análisis es un ejercicio sin sesgo político o intención aviesa contra una nación en particular. Según la publicación británica, en su reciente informe sobre el rumbo de la región se estima el riesgo de disturbios sociales en el futuro, enfocando sobre todo los países afectados en 2019 o en peligro de irrumpir en 2020. De acuerdo con la escala establecida, quedamos en el renglón de “riesgo moderado” (caemos en el tercer quintil de los 167 países evaluados a nivel mundial), como la mayoría de los países de la región, pues solo Uruguay clasifica como de “bajo riesgo”, y ningún país de América Latina es considerado de “muy bajo riesgo”. Sorprendentemente, somos percibidos como uno de solo siete países con una ligera mejoría en la calidad de la institucionalidad democrática durante la pasada década.
Puntos críticos en nuestro perfil de riesgo de inestabilidad son la desigualdad y la corrupción que socavan la esperanza de movilidad social y económica para el grueso de la población, al igual que en Bolivia. Nuestra red de seguridad social es inferior a la de Bolivia y tenemos mayor desempleo entre los jóvenes; pero gozamos de ligeras ventajas en el desempeño económico y el desarrollo de la democracia, esta última muy socavada en Bolivia por la fallida insistencia de Evo Morales de permanecer en el poder contra viento y marea. En conjunto nuestra volatilidad social es similar a la de Bolivia y nos aproximamos a unas elecciones, chispa que detonó el estallido en octubre pasado en Bolivia por el mal manejo de la autoridad electoral.
Donde existe volatilidad social, prácticamente cualquier evento es capaz de provocar la explosión, como apunta Rafa Rubio en un reciente articulo en El Confidencial: “En contextos así, en los que se produce una ruptura entre la política y la sociedad y en los que las tecnologías ofrecen un vehículo que materializa esa ruptura, la mecha que provoca la explosión social es casi lo de menos. Y aunque siempre hay grados, porque no son equiparables una subida de la tarifa del metro, con una reforma tributaria o un fraude electoral, que todas ellas hayan desembocado en movimientos similares nos da idea de lo accesorias que son estas mechas, siempre que se prendan en el lugar y el momento justo.”
Contamos con el amparo de nuestra Protectora, la Virgen de la Altagracia, para mantener a la nación dominicana fuera del peligro que nos acecha en tiempos turbulentos. Pero se hace evidente que en esta ocasión no podemos tentar la suerte con nuestra apatía o negligencia: todos debemos aportar para que una chispa inoportuna no detone una conflagración social. A pesar de las apariencias superficiales, la estabilidad macroeconómica y el crecimiento de la economía, no estamos libres de riesgo de inestabilidad política. En el corto plazo debemos estar muy atentos para que un desliz político puntual no haga explotar la estabilidad alcanzada con sangre, sudor y lágrimas por los dominicanos; en el mediano plazo tenemos que acelerar el proceso de mejora, sobre todo para disminuir la desigualdad y la corrupción, creando verdaderas oportunidades de desarrollo y movilidad social para todos.
Depende de nosotros evitar el descalabro, y solo si actuamos proactivamente seguiremos bajo el amparo de Tatica, pues ella no puede siempre ayudar al apático que no hace esfuerzos por salvarse.
Bajo tu amparo nos acogemos, Tatica, líbranos del peligro que nos acecha, que nosotros pondremos especial empeño de nuestra parte para combatir la corrupción y la desigualdad.