El pasado martes los dominicanos nos despertamos con la noticia de que la convocatoria realizada por algunas organizaciones, en la que se hacía un llamado a la población a no comprar combustibles durante el lunes 17 de mayo, no fue acogida por la mayoría de los consumidores. Algunas lecturas se derivan de este acontecimiento cuya finalidad buscaba, entre otras cosas, elevar el poder adquisitivo de todos los dominicanos.
El poco respaldo se desarrolla en una sociedad individualizada, donde los afanes de lucha se circunscriben principalmente, a la mejoría que pueda experimentarse a nivel personal. Donde los padecimientos del vecino pasan desapercibidos, mientras que los pleitos son necesarios siempre y cuando afecte mi vida o la de aquellos que me rodean.
Es importante destacar que el llamado a no consumir combustibles en una sociedad altamente dependiente de los derivados del petróleo, se convierte en una "utopía". A pesar de que la Republica Dominicana no es productora de petróleo, actualmente el consumo del mismo es indispensable para sostener las principales actividades productivas y cotidianas, debido a una política estatal orientada al consumo de los principales carburantes.
Una de las políticas que más impacta el consumo indiscriminado de los combustibles está orientada a potenciar el uso del transporte privado. Este uso se fomenta con la construcción de infraestructuras que incrementan la capacidad de carga de las vías, el deterioro del sistema de autobuses estatal, la incapacidad de regular el sector informal y el descuido de la oferta a la ciudadanía. De esta manera el consumo de combustibles incrementa, individualizando el uso de los medios de transporte para así poder satisfacer la necesidad de desplazamiento en la ciudad.
La adicción de nuestra nación al consumo de los derivados del petróleo dificulta atender cualquier llamado a su abstención, a pesar de que esto pueda redundar en beneficios sustanciales. La convocatoria (en un principio) debe estar orientada a fomentar el uso de los medios alternos para transportarnos por la ciudad y exigir a los tomadores de decisiones de que inviertan en un sistema efectivo de transporte público que pueda satisfacer la oferta actual; incentivando su uso, de manera que pueda disminuirse la adicción que nos tiene secuestrados.