En nuestra precaria vida municipal existen muchos baches, algunos visibles otros invisibles, estos baches se constituyen en verdaderas retrancas para el desarrollo de nuestra sociedad, las instituciones del municipio y el correcto despliegue de su actividad.
En este contexto, los baches visibles son aquellos evidentes; y que revelan la más profunda mediocridad y complicidad de nuestra clase política para negar las competencias más consustanciales del municipio, son aquellos baches que convierten a nuestros municipios en disfuncionales e inoperantes y que niegan los derechos de los munícipes a encontrar un servicio público de calidad en la administración que se presupone ha de ser la más cercana al ciudadano.
Los baches invisibles, son aquellos de los cuales no nos enteramos por nuestra falta de visión y comprensión de lo que debe ser un municipio moderno, que no solamente se encargue de la gestión de sus competencias exclusivas, sino que sea cada día más empoderado de otras competencias coordinadas y delegadas que necesariamente deben conllevar una mayor transferencia de recursos al municipio.
La palabra bache, que ha sido utilizada precedentemente como un figurativo para ejemplificar las situaciones de decaimiento institucional que presenta la vida de nuestros municipios, toma cuerpo, y desciende a las avenidas, calles, aceras y contenes que constituyen las infraestructuras más cercanas, palpables y reales para los munícipes, a través de las cuales desarrollan gran parte del desenvolvimiento de sus vidas.
Y a propósito de estos baches, los mismos tienen un altísimo costo económico para el munícipe víctima de un siniestro en ocasión de su tránsito como peatón o conductor en la vía pública, siniestros en relación a los cuales hemos de iniciar a reclamar al municipio el resarcimiento de estos daños, lo que sin lugar a dudas constituirá un verdadero desincentivo para el ejercicio deficiente de las competencias municipales.
El costo de una caída en una acera, por la existencia de un bache, es de inestimable cuantía, puede suceder cualquier cosa, desde simple lesiones, hasta la pérdida de un miembro y porque no, de la propia vida, en igual sentido, un bache en una avenida o calle, implica un costo altísimo para los conductores, siendo esto una gran causa de accidentes en la vía pública, que constituye una de las principales causas de muertes en el país.
Ante todos los baches institucionales de nuestros municipios y en especial los baches en las vías públicas, es hora ya que nuestros munícipes asuman una actitud más crítica, incorporando la protesta y el ejercicio de las acciones en justicia idóneas en cada caso para paliar al ejercicio ineficaz de las competencias del municipio con la correspondiente declaración, cuando proceda, de la responsabilidad personal y solidaria del alcalde de manera conjunta a la del municipio.
Es preciso iniciar el tránsito a un nuevo y moderno paradigma de administración municipal y para esto, debemos comenzar por lo más simple, buscando en los tribunales los paliativos a los siniestros provocados por baches en las aceras, calles y contenes, y al efecto, propongo una responsabilidad inspirada en la inversión de la carga de la prueba a favor del munícipe, una presunción de responsabilidad del municipio, una objetivación de su responsabilidad y todas las medidas cautelares necesarias para evitar que el proceso de declaratoria de responsabilidad sea un dolor de cabeza para el pobre munícipe que tan hastiado y afectado se encuentra.
Con estos juicios de valor, es probable que surjan defensores de alcaldes cosméticos, para pretender llamar la atención del alto componente presupuestario de la medida que proponemos y la desigualdad con la cual se estaría juzgando al municipio, de antemano, a ellos les respondo, que las injusticias generalizadas se equilibran de manera drástica y que conforme el principio de igualdad ante las cargas publicas ningún munícipe tiene la obligación de soportar el más mínimo daño derivado del ejercicio deficiente de las competencias más consustanciales del municipio.